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al otro lado de la colina / OPINIÓN

Trípoli arde de nuevo

Lo urgente nos impide ocuparnos, en muchas ocasiones, de lo que es realmente importante, y creo que eso nos está ocurriendo con Libia.

22/09/2018 - 

La crisis migratoria que ha transformado el Mediterráneo en una gran fosa común, y sobre la que debemos trabajar para intentar amortiguar sus crueles efectos, no nos permite ver lo que hay detrás, Estados en crisis permanente o incluso en Situación Fallida como Libia, pero hay que intentar concienciarse de donde está el origen del problema (en una parte importante) para acabar con él.

Esto era (para hacer un poco de memoria histórica) un país del norte de África alineado con el bloque del Este, socio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas desde que un Coronel llamado Muamar el Gadafi dio un golpe de Estado, y que por tanto participaba como un combatiente más en la lucha contra Occidente en diferentes frentes. Uno de ellos fue la guerra en el Chad, en contra de intereses franceses, otro de los frentes fue el apoyo al terrorismo internacional del momento, el IRA, las FARC, e incluso ETA, así a resultas de estas actividades asesinas, y tras un atentado en Berlín en la discoteca La Belle en 1986, en el que murieron dos soldados americanos, el presidente USA Ronald Reagan envió un claro mensaje al sátrapa libio con la operación de bombardeo aéreo El Dorado Canyon, sobre objetivos libios, aunque fue definitivamente con el atentado de Lockerbie en 1988, contra el vuelo 103 de la Pan Am (243 muertos), cuando se inició un importante bloqueo internacional contra Libia, que terminaría por doblegar la actitud hostil de Gadafi (a la vez que se le acababa el respaldo de la URSS, por su desaparición) llevándole, a finales de la década de los 90, a realizar una política de acercamiento hacia Occidente, especialmente Europa; recuerden sus jaimas instaladas en sus viajes por las capitales europeas.

Pero cuando más integrado estaba en su nuevo club de amigos occidentales, entre ellos por cierto Nicolas Sarkozy, y con la excusa de la primavera árabe, fue desalojado violentamente del poder por diferentes facciones tribales y políticas (por cierto asesinado-torturado a la vista de todo el mundo) con el apoyo aéreo de Occidente, que logró arrancar del Consejo de Seguridad de la ONU una resolución para la exclusión aérea (de sobrevuelos militares) en ese país, coartada perfecta que propiciaría el fin del León de Libia, y que llevaría a Libia a la actual situación de Estado Fallido. Sobre estos acontecimientos es muy interesante el comentario en Facebook de la Ministra de Defensa de Italia, Elisabetta Trenta, hace unos días (el 3 de septiembre) cuando afirma: “Por supuesto, es innegable que hoy el país se encuentra en esta situación porque alguien, en 2011, puso sus intereses antes que los de los libios y la propia Europa. El presidente Fico tiene razón: ¡Francia, en este sentido, tiene sus responsabilidades!”.

Es así como llegamos a nuestros días, en las que el gobierno Al-Wefaq en Tripoli, apoyado por la Comunidad Internacional y su correspondiente Misión UNSMIL (United Nations Support Mission in Libya) domina (teóricamente) casi una cuarta parte del territorio, fundamentalmente las regiones de Sirte (excepto su parte más al este), Misrata, Jabal al Gharbi y las partes orientales de Nalut y Wadi al Shati, por su parte las Tribus Tuaregs controlan la regiones occidentales de Nalut, Wadi al Hayaa y Wadi al Shati y totalmente la de Ghat en total aproximadamente un 10% del país y finalmente el general Jalifa Belqasim Haftar (acuérdense que en un artículo de julio de 2017 les dije que había que estar atentos con él) domina prácticamente dos terceras partes del país, principalmente el este de Libia (regiones de Tobruk, Derna Benhasi, Al Wahat, Al Kufra, etc a excepción de partes de ciudades como Ras Lanuf y Derna), el este de la región de Sirte, la casi totalidad de Al Jufra y Murzuq, el este de Wadi al Hayaa y el noroeste de la Tripolitana etc. Como resumen, Haftar domina la Cirenaica (el este del país), casi la mitad de Fezzan (el desierto del suroeste), y los extremos noroccidentales y orientales de la Tripolitana, los Tuaregs la mitad de Fezzan y el gobierno de Trípoli la mayoría de la Tripolitana.

¿Y por qué ha saltado (aunque sea poco) a los noticiarios Libia estos últimos días-semanas? Porque se han producido unos fuertes combates (los más grandes desde el inicio de la guerra en 2011 cuentan) en la capital Tripolí, entre diferentes facciones, la Séptima Brigada o milicia de Tarhouna, contra milicias del gobierno respaldado por UNSMIL como son la Brigada Nawasi y las Brigadas de los Revolucionarios de Trípoli, no respetando el alto el fuego patrocinado por la ONU de este 6 de septiembre, y que además para mayor inri, desde Trípoli se acusa a Haftar de estar detrás de los enfrentamientos.

Por su parte el general Haftar niega su participación, y reunido con jefes de tribus del este, este mismo jueves 20, ha afirmado que “el ejército (o sea él) intervendrá en Trípoli en el momento oportuno y de la forma adecuada” toda una declaración de intenciones, y eso que en mayo de este año, en Paris, se firmó un acuerdo para celebrar una elecciones presidenciales y parlamentarias en Libia el próximo 10 de diciembre, cuyos preparativos (ya veremos si se realizan) se trataron, por cierto, en una reunión a principios de septiembre, entre el ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Enzo Moavero Milanesi, y el propio Haftar, el cual con motivo de estos combates de Trípoli ha llamado a los italianos enemigos, acusando a algunos libios de ser títeres del gobierno italiano. Mientras tanto el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, ha criticado una cierta injerencia de Francia en esos últimos combates de la capital, en lo que parece un posicionamiento de las autoridades francesas por el general Haftar.

Y aquí llegamos al quid de la cuestión, a quien apoyar en la estabilización de Libia, porque recordemos que lo necesitamos por una razón obvia, la seguridad, pero no sólo la los propios migrantes que se lanzan al mar maltratados por los traficantes, si no para nosotros mismos, Libia está a unas dos horas de vuelo comercial, mucho menos para un caza, y puede además volverse un criadero de terroristas (en su momento el ISIS dominó un 20% de sus costas). Pero también hay otros motivos, como son los geopolíticos, hemos de evitar que se instalen fuerzas antagónicas con Occidente en nuestra frontera sur, esta es uno de las principales objeciones que se lo ponen a Haftar desde las Cancillerías occidentales su respaldo ruso, y el temor que también Vladimir Putin, en su afán de liderazgo, aunque sea regional, quiera montar bases aeronavales, como tiene en Siria (Tartus-Latakia) con las consecuencias que ello ha tenido, y a pesar de las tendencias aislacionistas del siempre imprevisible presidente USA, Donald Trump, que acaba de afirmar (con el gran revuelo consiguiente) que “el peor error cometido jamás en la historia de nuestro país: meterse en Oriente Medio por parte del presidente Bush” (me parece que se va a volver todo un icono de la izquierda mundial).

Pero claro no olvidemos otro de los factores fundamentales, las razones económicas, muy a tener en cuenta justo en este momento de inicio de cambio de ciclo; imaginemos una Libia por fin estable, que necesita una ingente cantidad de recursos financieros para reconstruir su destrozado país, ¿qué es lo que va a hacer? Exactamente, inundar los mercados con sus hidrocarburos, con la consiguiente y beneficiosa para nosotros bajada de precios de los carburantes. ¿Qué decidirán nuestros líderes?; ¿elegir cañones o mantequilla? ¿O será posible una combinación de ambas? Como decía Miguel de Cervantes en El Quijote: “Nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza”.

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