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Fernando Sánchez Castillo presenta un monumento colectivizado

Un ejército de milicianos se instala en el IVAM para jugar a recuperar la memoria colectiva

El artista madrileño propone interactuar en la Galería 6 con la iconografía bélica, partiendo de Robert Capa y un juguete de Ibi

15/11/2019 - 

VALÈNCIA. Contaba ayer el artista Fernando Sánchez Castillo en su presentación en el IVAM que la obra que iba a ocupar la Galería 6 tenía como punto de partida un muñeco fabricado en Payá Hermanos durante la Guerra Civil. Se trataba de una fábrica que fue colectivizada y que pasó a dedicar sus instalaciones para hacer munición, vajilla para el frente y un único modelo de juguete: un miliciano levantando el puño, para el que tomaron el molde de un guardia inglés que en realidad alzaba una porra. "La violencia se convirtió en unión", resumía el artista. Por ser juguete, por responder a una iconografía y por resignificarse en una ficción, en efecto, este miliciano cedido por el Museu del Joguet de Figueres es el perfecto punto partida de Fake Games. El monumento colectivizado. También porque tener esta reproducción en casa significaba guardar una memoria que se convirtió en ideológica, que se persiguió, y por eso solo han encontrado uno de los tantos que se hicieron entonces.

Vamos a jugar

La idea del juego contamina todo el concepto artístico propuesto por Fernando Sánchez Castillo. El juguete llega al IVAM por su vinculación con la Comunitat, pieza clave del bando republicano durante la Guerra Civil, a través de las fábricas de Ibi. Sin embargo, la muestra va mucho más allá con ese concepto y propone un juego: un ejército de 4.000 milicianos fabricados en México que reproducen la popular imagen de Robert Capa Muerte de un miliciano, que sirvió para ilustrar la Guerra Civil Española en la revista Life

Sánchez Castillo propone jugar a la memoria. El público que pase por la Galería 6 se encontrará una instalación de milicianos de plástico que se podrán llevar a casa. Solo hay dos condiciones: tener más de 15 años, porque esa era la edad a partir de la cual podías entrar en el ejército republicano, y dejar a cambio un trozo de memoria, llevando un objeto de la Guerra Civil o de las consecuencias de esta, o plasmando una historia en un post-it. Conforme vaya pasando la gente, el ejército menguará mientras se construye una intrahistoria, "una memoria colectiva sin mayúsculas, la que escapa de los libros".

Foto: EFE/Juan Carlos Cárdenas

La instalación no solo busca construir un relato sino deconstruir otros muchos, los de los grandes monumentos, los de los héroes de pedestal. Frente a la pomposidad de la memoria homenajeada, el artista madrileño propone una iconografía de base (o de plástico, mejor dicho). Un objeto que no está hecho con materiales nobles y que no se obtiene con honores, sino con la humildad y la honestidad de una nota adhesiva de color amarillo. El juego acaba siendo un elemento subversivo, que aduce a la infancia, a la travesura, a desdramatizar un auténtico drama como lo fue la Guerra Civil, ahogado ahora por el tacticismo político. 

Más allá de la instalación, la planta baja de la Galería 6 también recoge un Mental Map con un repaso personal de la iconografía del miliciano. Sánchez Castillo propone poner en conversación la imagen propuesta por Robert Capa con cristos crucificados (que en realidad, son objetos muy parecidos a un juguete, pero totalmente sacralizados), otros juguetes, representaciones de la Guerra según la prensa de entonces y hasta un cartel de Nod durante los años de La Ruta: "València siempre ha sabido mantener el juego como elemento subversivo. Tras Ibi, La Ruta fue un movimiento festivo, en el que a través de la electrónica y la fiesta, se reivindicaba la alegría", comentaba ayer el artista.

Jugar a morir y jugar a matar

En realidad, para ser una de las imágenes más representativas de la Guerra Civil, Muerte de un miliciano no responde a una exhaustiva normatividad documental. En realidad, la imagen se le atribuye a Gerda Taro, mujer del fotógrafo, que escondió su obra bajo la firma de su marido. También se piensa que la muerte fuera una escenificación: se trataría de un alcoyano posando y jugando a morir, construyendo artificialmente los horrores que se vivían aquellos días en realidad. 

Muerte de un miliciano. Foto: ROBERT CAPA

Bajo este punto de partida, la planta alta de la Galería 6 se convierte en un altillo, como aquellas películas norteamericanas, donde Fernando Sánchez Castillo recoge centenares de fotografías de carácter bélico, que como Capa (o Taro), son una escenificación. Ejecuciones simuladas, muertes simuladas, héroes simulados, villanos simulados, esperanzas simuladas... Todo responde a la construcción de una realidad, que en un país que perseguía toda iconografía disidente, se acercaría más a la verdad que aquello que consideramos como objetos históricos o documentales.

Así, se establece "una doble negación", en palabras del artista: el juego ya es una ficción en sí, así que Fake Games intenta generar el misterio por entender qué hay detrás de estos juegos falsos, de estas imágenes construidas. ¿Tiene menos valor una imagen por ser una ficción? No hay respuestas absolutas, pero entonces miramos al ejército de 4.000 milicianos de Capa, que ahora sirven como trueque para recoger una memoria colectiva e inédita. También a cada hecho que conversa con la atmósfera de la icónica fotografía. ¿Y qué si una de las imágenes más representativas de la Guerra Civil es una ficción? Lo importante es jugar.

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