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crítica de concierto

Un espectacular Eguillor brilla con la Banda Municipal de València

19/11/2019 - 
Palau de les Arts
Obras de Joaquín Turina, Michael Daugherty y José Suñer-Oriola
Javier Eguillor, timbales
Banda Municipal de Valencia
Rafael Sanz-Espert, director musical

VALÈNCIA. No son los timbales, para el gran público, uno de los instrumentos más familiares de la orquesta. De hecho son poco habituales los conciertos escritos para este instrumento. Sin embargo, cuando se profundiza en la música sinfónica ya sea para orquesta o banda llega el día que se produce la revelación y ya es imposible que el sonido del timbal pase desapercibido: qué es la Consagración de la Primavera, el inicio de la primera sinfonía de Brahms, el cuarto movimiento de la octava de Bruckner, la novena de Beethoven, la coda de la quinta de Shostakovich o el inicio del Zarathustra straussiano sin los timbales. Se ha venido a decir, incluso, que son como el “segundo director” puesto que un gran timbalero puede servir de guía para el resto de músicos de la orquesta en un momento delicado rítmicamente o con un director que no sea demasiado claro en el gesto.

Es una gran suerte contar con músicos como Javier Eguillor en nuestra ciudad. Un fuera de serie a la altura de los grandes percusionistas del panorama internacional que nos ha dado numerosas tardes de gloria. Miembro de la Orquesta de Valencia es además un profesional incansable, más allá de su puesto en la formación valenciana, enrolándose en numerosos proyectos en los que se le requiere y  colaborando con numerosas formaciones españolas o extranjeras y con las grandes batutas de la actualidad. Es, en definitiva, un músico que exprime al máximo todo el talento que atesora, lo cual no es demasiado común entre su especie.

Para abrir boca, en este concierto matinal, que contó con una gran asistencia de público se interpretó una trasncripción para banda sinfónica de las célebres Danzas Fantásticas, de Joaquín Turina, firmada el flamante director de la banda, Rafael Sanz-Espert. Una más que estimable versión del maestro, cuya escucha quizás pierde ciertos matices en la tímbrica y colores respecto a la original para orquesta. Más allá de ello dirección y ejecución fueron irreprochables, con una espectacular Orgía. El concierto para timbales de Michael Daugherty, pieza estrella de la matinal,  tiene un carácter virtuoso para el solista aunque es de muy fácil escucha para toda clase de público. No es un concierto de carácter experimental en cuanto a las posibilidades tímbricas de los timbales pero sí que exprime las posibilidades expresivas y melódicas del instrumento sobretodo en la primera parte. Eguillor es un especialista en la afinación de su instrumento, una cualidad de la que podemos disfrutar en tantas ocasiones con la orquesta, y disfruta en el trabajo con los pedales logrando una asombrosa capacidad de hacer música. En este sentido Eguillor hace toda una creación de esta obra concertística. Quien piense que del golpeo los timbales no pueden emanar notas como en cualquier otro instrumento se equivoca.


Mención especial a la tuba introduciendo al solista en los primeros compases de la obra el concierto para timbales de Michael Daugherty. El concierto del compositor norteamericano se divide claramente en dos partes: la primera tras una misteriosa introducción  por medio del golpeo de un platillo con ambas baquetas y, en este caso, una magnífica introducción de la tuba, los timbales subrayan virtuosísticamente  sobre un tema insistente con ligeras variaciones en las notas y en el ritmo por toda la orquesta. Tras una cesura y una cadenza tocada a sólo por el timbal regresa la orquesta con un tema fugado de tono más elegíaco tocado sucesivamente por diferentes atriles sobre un toque de campana que nos recuerda al tema de inicio de la obra y en cierta forma al dies iriae. Tras una intervención de los timbales golpeados directamente con las palmas de las manos , se inicia una parte más expansiva con las réplicas del piano que entona el tema reiteradamente y que los timbales replican en síncopa. El concierto finaliza espectacularmente de modo exultante. Rafael Sanz-Espert conoce la obra sobradamente pues con el mismo Eguillor la han interpretado en otras ocasiones. Que yo sepa en Madrid con la Banda sinfónica de la capital. El director valenciano anterior titular de la Banda de Madrid y de la de Bilbao vuelve a Valencia con intención de hacer de la formación una banda de referencia en el panorama actual. Tiene los mimbres para ello ya que al conjunto lo que no le faltan son grandes músicos. La banda municipal mostró precisión, un sonido rotundo y virtuosismo en sus primeros atriles. Excelentes trombones y trompas, percusión y solistas. Al piano, en esta ocasión, estuvo Carlos  Apellaniz con unos diálogos excelentes con  los timbales en la segunda parte.  

Tras la aclamación por concierto de Daugherty, Javier Eguillor, como propina, esta vez sentado  a la batería, demostró sus excelentes dotes en este instrumento en un espectacular arreglo para banda de Jesús Salvador Chapi (1960), miembro fundador del grupo de percusión Amores, del concierto para para batería y orquesta de David Mancini. Éxito absoluto, como no podía ser de otro modo. 

Tras el descanso se interpretó El jardí de las Espérides, suntuosa obra compuesta por el compositor y percusionista de la banda José Suñer Oriola, plagada de referencias musicales. El público disfrutó mucho esta espectacular y atractiva partitura, “obligando” a la formación a obsequiar con una última obra. En este caso se ofreció una una sentida, tal como expresó el propio Sanz-Espert, Amorosa de Jesús Guridi pieza pertenciente a las diez melodías vascas en un arreglo para banda sinfónica del propio maestro titular de la Banda Municipal de Valencia y cerrando la mañana con magnífico sabor de boca. Por lo escuchado, y espero no equivocarme, se avecinan buenos tiempos para nuestra banda municipal.


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