Hoy es 14 de octubre
VALÈNCIA. El Museo de Bellas Artes de Valencia es un magnífico museo. Tenemos la obligación de contarlo y difundirlo, invitar a conocerlo, y por supuesto la obligación de estudiarlo, de investigar en torno a sus fondos. Cuando ocupaba las salas que para él se adecuaron en el antiguo convento del Carmen evocando el espacio del pasillo central del Prado o del Louvre se dijo de él que era la segunda pinacoteca de España. No es una cuestión de rankings. El Museo se forma a partir de la colección de la Academia de Bellas Artes de San Carlos y los fondos de las instituciones religiosas valencianas desamortizadas. La escuela de pintura desarrollada en torno a la ciudad de Valencia junto a la sevillana fueron los dos grandes focos pictóricos tras el de la Corte en la Edad Moderna. El Museo de Bellas Artes de Valencia es el de Juan de Juanes, Ribalta, Espinosa, Vicente López o Sorolla, nada más y nada menos.
El Museo debería ser noticia por sus fondos y no por otra cosa. Veníamos de un periodo desolador. Nuevos responsables políticos contemplaron la ampliación del Museo como una oportunidad. Hubo un nombramiento de director, un director que ha trabajado a lo largo de este tiempo junto al único conservador intentando redactar un programa museológico y revitalizar el museo. Cualquier reflexión debe comenzar agradeciendo un esfuerzo ímprobo en unas circunstancias casi imposibles. Coincidiendo con una baja médica del director y tras unas semanas polémicas por la adjudicación de puestos de trabajo, con los ánimos caldeados, la administración ha nombrado una sustituta temporal. La torpeza en la elección del momento y en la manera de comunicarlo ha hecho que haya trascendido y se haya interpretado como una destitución por falta de confianza. Aprovechando la frágil coyuntura han aflorado las flaquezas, las dudas de las que se murmuraba en los pasillos, en los despachos o en las redes sociales.
Ahora se habla –una vez más- de concurso público, cuando los plazos de la política lo hacen inverosímil a corto plazo. No se trata del método de elección ni del nombre del director. El museo necesita que cuando sea el momento se nombre a un director o se ratifique al que todavía lo es y se deje claro que éste cuenta con todo el respaldo de la administración, algo que nunca ha tenido plenamente el director actual. Que se nombre un director y que se le permita formar un equipo. Si los entresijos de la burocracia no lo permiten habrá que cambiar el procedimiento, ese es el trabajo de los políticos. El museo necesita desesperadamente personal, fundamentalmente conservadores, historiadores del arte que conozcan y estudien la colección. Eso no se improvisa, es imprescindible que funcione el programa de becas que haga que los jóvenes investigadores se formen en el museo. Pero no solo eso, necesita también restauradores que cuiden las piezas y gestores que lo pongan en marcha todos los días.
La administración, las administraciones, tienen que decidir si van a poner toda la carne en el asador y lo van a facilitar. Ministerio, Generalitat y Academia deben trabajar siempre al servicio del Museo y no utilizarlo como campo donde dirimir sus cuitas. Las universidades y los universitarios deben ofrecerlo todo y no pedir nada y apoyar a quien se nombre, olvidando los egos personales que tanto nos caracterizan. El patronato debe dejar de ser órgano de reuniones rutinarias donde nunca se han debatido los grandes temas que han marcado el devenir del museo en lo últimos años, y tal vez debe pedir perdón por no haber sabido ser más útil.
El museo puede colaborar con los coleccionistas, pero debe hacerlo con exquisito cuidado. Jamás debe olvidar que es un museo público con una esplendorosa colección que cuidar y divulgar. El trabajo serio y reposado no debe sacrificarse por los grandes titulares. La historia del arte no es solamente un listado de grandes nombres, no debe serlo. Obras privadas pueden mostrarse de manera temporal, el museo puede servir como lugar de exposición permitiendo de esa manera que los expertos se pronuncien, sin presiones y con tiempo. No hay que tener miedo a las cartelas sin nombre y hay que tener la modestia de reconocer que las atribuciones son eso, atribuciones que otros pueden discutir. Ese escaparate puede funcionar, pero sin desvirtuar la colección propia. Ningún dictamen de expertos va a solucionar los problemas del museo, porque esos no son los problemas del museo.
El museo es una atalaya privilegiada para entender una historia y una cultura, los que llegan y los que se van, las relaciones con la Corte, con Italia, con Flandes, es eso lo que debe contarse a través de la colección permanente y con exposiciones temporales que pongan en valor los principales hitos de esa historia.
El museo necesita sosiego, trabajar alejado del foco, ser un lugar para el paseo, para el estudio, donde se crucen el investigador, el escolar o el flaneur que discurra por sus salas sin sobresaltos descubriendo y redescubriendo sus mil y una sorpresas, cada una de ellas nuevos retos para entender un poco más lo que somos.
Yo quiero que el museo esté orgulloso de lo que es, y quiero que los políticos, los académicos, los universitarios, estemos a su altura. Quiero que cuando el Ministro de Cultura visite Valencia no conciba hacerlo sin visitar su Museo de Bellas Artes y que nuestros responsables culturales lo frecuenten y lo promuevan. Quiero que seamos agradecidos con los que han trabajado y siguen trabajando y generosos con los que lo hagan en un futuro.
Yolanda Gil Saura
Universitat de València
Miembro del Patronato del Museo de Bellas Artes de Valencia
Para saber más
El Museu de Belles Arts de València abre sus almacenes, con motivo de celebrar el Día Internacional de los Museos, y prepara un recorrido por los pasillos en los que se conservan verdaderos tesoros, donde se lleva a cabo la catalogación de obras y donde suceden demás labores de mantenimiento que permiten que el museo funcione
Tras inaugurarse en València, la exposición 'Prohibit fixar cartells. REA' pasa por el Museu de Belles Arts de Castelló con una nueva selección de carteles que pretende recordar cómo ha sido el diseño en la provincia durante las últimas décadas