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tribuna libre / OPINIÓN

Un muro llamado Sánchez

Foto: JESÚS HELLÍN/EP
29/11/2023 - 

Como cualquier ciudadano, contemplo, no sin perplejidad, el panorama patrio. Al hacerlo, el desaliento se apodera de mi frágil persona. Ni siquiera el cruel epitafio que dejara Gil de Biedma me aporta consuelo alguno, todo lo contrario: "De todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal". Tampoco me estimula el lema que acuñara Francesc Cambó: "Por Cataluña y la España grande". No es posible el sosiego cuando escuchas, de quien va a ser presidente de nuestro país, que va a levantar un muro "contra las políticas de la ultraderecha", porque "mientras sea presidente del Gobierno […] Ni un solo retroceso, ni una sola involución, ni un paso atrás va a contar con el beneplácito ni con la indiferencia del gobierno de España. Ninguno". Fin de una cita tan gloriosa como falsaria. 

A Sánchez le traiciona el subconsciente. Su talante arrogante e inquisidor siempre le juega una mala pasada. Esgrime, sin pudor alguno, que piensa levantar un muro. ¿Qué muro? ¿El de Berlín o el muro de las lamentaciones? El primero es el de la intolerancia; el segundo, el de la piedad. A él, la piedad, en su ámbito más sagrado, no le interesa lo más mínimo (nada que objetar), luego solo queda el más miserable de los muros: el de Berlín, un muro que se levantó para impedir que las conciencias libres tuvieran cabida en la mal llamada República Democrática Alemana. Las alambras, las ametralladoras y fornidos guardianes del terror lo impedían. ¿Algún día se atreverá la izquierda a condenar el comunismo?

Acabo de escribir que Sánchez tiene un talante arrogante e inquisitivo. No me desdigo. Lo tiene, porque cuando se atreve a proclamar que va a levantar un muro está deslegitimando a toda la oposición que ha sido elegida democráticamente. Lo tienes porque está levantando un muro contra los once millones de españoles que han depositado su confianza en dos partidos que ni piensan acabar con la CE ni con España. Cosa muy diferente, y legítima, es que quieran cambiarla (Vox), pero, para lograrlo, necesitarán una mayoría cualificada. Nada fácil de conseguir. Otra vía no cabe. Tampoco la contemplan.

Al hilo de sus manifestaciones, me surgen dos interrogantes: ¿alguien recuerda que algún candidato a presidente del gobierno llegara a tanto? ¿Creen sus votantes, y los medios que le aplauden con sumisa genuflexión, que en la derecha, política y sociológica, habitan los 'profetas del odio', aquellos que "quieren encerrar a las mujeres en las cocinas, a las personas LGTBI en los armarios y a los migrantes en campos de refugiados". La respuesta a este último interrogante es que sí. Lo creen, lo defienden y lo alientan. Ellos son la exquisitez, el resto, una oscura caverna a la que se le puede despreciar y arrinconar.

Pedro, aunque yo no gozo de agradecidos amanuenses que escriban por mí, sí tengo la suficiente autonomía intelectual para preguntarte una serie de cuestiones que me suscitan tus palabras: los "chicos" de Bildu, ¿a qué los asimilas: a los simpáticos Hare Krisna o a los silentes yoghis de la India? Los CDR que ponían bombas para que estallaran los trenes, ¿cómo los consideras: como traviesos Boys Scouts o como amables representantes de una solidaria ONG? ¿Te parece progresista el partido de Sabino Arana y de Javier Azallus? Te doy una pista. Palabras de Arzallus pronunciadas en 1994: "Yo no soy racista. Yo prefiero a un negro-negro que hable euskara antes que a un blanco que lo ignore". Querido Pedro, no me digas que esta afirmación no es, cuando menos, enternecedora. Más preguntas: ¿Te parece progresista el partido de Jordi Pujol? Te adjunto otra pista. En su libro La inmigración. Problema y esperanza de Cataluña escribe un par de reflexiones que deberían inscribirse en el frontispicio del Congreso con letras doradas: "El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un poco anárquico. Es un hombre destruido". Y de los inmigrantes "de condición humilde" nos dice: "El otro tipo de inmigrante es, generalmente, un hombre poco hecho. Es un hombre que hace centenares de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia, y de miseria cultural, mental y espiritual" (¿se inspiraría en Abraham Lincoln?). 

Como son tus socios progres, entiendo que estas palabras no generan odio alguno; diría más, se asemejan a las que pronunciaron en su día estadistas de la talla de Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi o Jean Monnet, Robert Schuman (si los buscas en Wikipedia los encontrarás). Para no cansarte, te dejo una última pregunta: ¿te parece que incitó al odio el escrache que se realizó en la casa de la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, con su hijo de dos años, y que según Pablo Iglesias representaba "el jarabe democrático de los de abajo"? No debe parecértelo, ya que gobiernas con los restos de ese glorioso naufragio llamado Podemos. Pero no me cabe duda que ante cualquier crítica sabrás esgrimir la mítica pregunta que esgrimió Groucho Marx: "¿A quién va a creer?, ¿a mí o a lo que ven sus ojos?". La respuesta se la dejo al simpar Conde-Pumpido de Olivares.

Contra estos partidos que incitan al odio y que repudian España, a la que quieren destruir, porque ellos tienen un ADN diferente y más respetable (Arzallus), no alzas ningún muro, todo lo contrario, te siente a gusto, porque te conceden lo único que ansías: perpetuarse en el poder. Esto último es lícito. Pero no a cualquier precio. Lo grave es que el precio a pagar te importa bien poco, seguramente porque nunca has asimilado que la frágil frontera entre lealtad y traición es a menudo un camino de ida y vuelta, y la vuelta, créame, no será nada grata, no para el Hombre que quiso reinar (Klipling).

Lo trágico, una vez más, es que tus desvaríos lo pagaremos nosotros si no alzamos la voz contra un gobierno que ha acabado con el Estado de Derecho. Una frase para la eternidad: "¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso". Ahí comenzó el mal: en el preciso momento en que un político se jacta de que puede controlar, mandar y humillar a un Fiscal General, un Fiscal al que ha convertido en "un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo" del Ser Supremo (López Vázquez en Atraco a las tres). Luego vendrían numerosos atropellos, como nombrar a la exministra Dolores Delgado como Fiscal General, eliminar el delito de sedición, rebajar el delito de malversación de fondos públicos (hay que contentar a los amiguetes), proclamar la amnistía a quienes dieron un golpe de estado, la creación de "comisiones de investigación" para revisar las actuaciones judiciales, la intervención un mediador internacional para tutelar el acuerdo alcanzado con el honorable presidente que huyó escondido en un capó, y no precisamente a lo Gary Cooper en Solo ante el peligro. ¿Dónde ha quedado la división de poderes? Respondo: en el cesto de la basura. 

De todo este infame monipodio, lo más sangrante es que Bildu (¡quién lo iba a decir!) se ha salido con la suya. Ha conseguido lo que ETA no pudo alcanzar por las armas: derogar el espíritu de la Transición española. Se vanaglorian públicamente de su triunfo. Hacen bien. Eso sí, han contado con un fiel escudero. De apellido, Sánchez. De nombre, Pedro. 

Dejo una reflexión para el recuerdo. La escribe un viejo y aguerrido luchador contra ETA, a la que siempre miró a la cara sin miedo alguno, Fernando Savater: "Quien tolera lo intolerable acaba viviendo como un miserable". Intento no tolerar lo intolerable. Intento no ser un miserable. Intento defender la igualdad ante la ley. Intento que prevalezca la división de poderes. Intento que quienes excluyen y alzan muros rindan cuentas ante la Historia. Intento que aquellos que se atribuyen el progreso y la razón como exclusivas de su credo no nos sigan dando lecciones a los que no pensamos como ellos. Lecciones, solo de los maestros; pero ninguna de quien se atreve a repartir carnets de demócratas y a tildar de "profetas del odio" a quienes reprueban sus políticas. El odio no anida en mí, te lo aseguro. ¿Tú puedes decir lo mismo?

Juan Alfredo Obarrio Moreno es catedrático de Derecho Romano

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