La compañía de danza Alicia Soto-Hojarasca estrena El jardín de las Hespérides en el TEM
VALÈNCIA. Según la mitología griega, las Hespérides eran unas ninfas que protegían el huerto de la diosa Hera, donde un manzano daba frutos de oro que procuraban la inmortalidad. Aquella alegoría de la cultura clásica ha sido rescatada por la coreógrafa Alicia Soto para celebrar el 25 aniversario de su compañía en un proyecto de danza comunitaria entre España y Marruecos que reivindica la capacidad de soñar de las mujeres, se titula El jardín de las Hespérides y está programado en el Teatre El Musical el 29 de enero.
“Quería contar que las mujeres han podido sobrevivir psicológicamente a la estigmatización del patriarcado a través de la imaginación, de la cultura y de la risa. Esa es la luz del jardín que hemos creado. A pesar de la falsa idea de que nos llevamos fatal, instaurada interesadamente, en realidad, entre nosotras, nos apoyamos, nos divertimos y nos juntamos”, explica Soto.
La propuesta entronca con los inicios de la formación, etapa en la que la creadora desarrolló espectáculos de reflexión en femenino. También un regreso al gran formato, después de siete años de piezas más intimistas. “Tenía añoranza de rodearme de mucha gente”, comparte la coreógrafa, quien para esta producción ha contado con tres bailarinas valencianas, Paloma Calderón, Lorenza Di Calogero y Ana Lola Cosín, acompañadas por la marroquí Sanae Assif y la misma Alicia Soto.
La dramaturgia también es obra suya en colaboración con Julio Martin da Fonseca y Carmen Samudio Kostina. Juntos han escogido textos de escritoras, filósofas y poetisas de diferentes épocas y orígenes. Hay extractos de obras de, por ejemplo, Clarice Lispector, Maya Angelou, Malika Assimi, María Zambrano y Rosalía de Castro.
La producción original contaba con otra intérprete magrebí en el reparto, pero la crisis sanitaria ha obligado a sustituirla por el cierre de fronteras. En un principio, este contratiempo preocupó a la coreógrafa, ya que había basado la obra no tanto en las experiencias de sus protagonistas como en el perfil psicológico de cada una. Pero tras un periodo de ensayos e integración en el proyecto, el elenco ya funciona como un organismo vivo.
El elenco, no obstante, no es uniforme, pero en esa diversidad radica, precisamente, su belleza. “Todas somos muy distintas físicamente y también hay niveles técnicos diferenciados en función de la experiencia profesional, pero aquel desnivel lo he convertido en fuerza”, se congratula la también bailarina.
Soto estuvo viviendo cuatro años en Marruecos, pero hace dos que no visita el país que cambió su imaginario por la dinámica de cierre de fronteras ejecutada por el reino alauita durante la pandemia.
En El jardín de las Hespérides se exploran los elementos en común entre la cultura marroquí y española, como la intimidad que se ha forjado tradicionalmente entre las mujeres en las tradiciones ligadas al aseo. Como antiguamente en los lavaderos y en los ríos, donde las mujeres de nuestro país coincidían lavando la ropa, las marroquíes comparten confidencias en los baños. De ahí que una de las cuatro partes en las que se divide la obra se ambiente en un hamam.
“El montaje habla de las mujeres a nivel universal. Todas sufrimos la desigualdad de género, la diferencia es que en Marruecos están pasando muchas cosas que ya hemos vivido en el pasado en España. Como nos sucede a nosotras si nos comparamos a los países nórdicos. Es todo cuestión de tiempo. Son recorridos en la evolución de las sociedades”.