VALÈNCIA. Que la soledad puede cobrar forma humana se hace evidente cuando se profundiza en la vida y la obra de Nico. Aquello solamente puede ser visto como una condena, ella terminó convirtiéndolo en una forma de afrontar la vida, quizá una de las más tristes que haya. El quebranto era inherente a Nico y ese es el gran aprendizaje que ofrece You are beautiful & you are alone. Escrita por Jennifer Otter Bickerdike, la biografía de Nico es un texto que he tenido el honor de prologar. Esto no lo cuento como un acto de complacencia retórica, sino porque me alegra mucho poder escribir sobre los artistas que han sido fundamentales para mí. Nico es una de ellas. Un artista casi siempre maltratada o malinterpretada, reducida a un personaje incongruente a partir de que se abandonó a los ritos de la heroína. Por medio del texto de Otter Bickerdike, los motivos de la tragedia quedan definitivamente expuestos. Que sea una mujer quien cuente la historia de una mujer que siempre es juzgada por su deslumbrante belleza, su excentricidad y el declive físico y personal derivado de su adicción, ayuda a iluminar las zonas más oscuras. Otter Bickerdike no es la primera autora que lo hace y ojalá no sea la última, porque determinadas historias han de ser contadas y repetidas más de una vez para que a sus protagonistas se les haga justicia. Hay mitos que es mucho más cómodo seguir perpetuando, en lugar de enfrentarnos a la arbitrariedad que dio pie a que existieran. Cualquier cosa menos admitir que no eran más que basura que nosotros mismos hemos contribuido a difundir.
Christa Päffgen vino al mundo en medio del caos, ya que nació poco antes de que comenzara la II Guerra Mundial. Su padre fue un soldado del ejército alemán que los propios nazis sacrificaron cuando quedó malherido en combate. Su madre se quedó sola, al cuidado de una niña que creció entre el sonido de las bombas explotando en Berlín. Como no podía mantenerla, tuvo que internarla en un orfanato de férrea disciplina y tenebrosas costumbres. Desde pequeña, Christa quiso huir del destino que sabía que le aguardaba. Quería bailar, cantar, pero, sobre todo, se sabía poseedora de una belleza que sabía que le ayudaría a triunfar. Así fue. Christa se hizo maniquí, posó para revistas de moda, portadas de discos y a anuncios publicitarios, desfiló como modelo. Fellini se fijó en ella y tuvo una breve aparición en La dolce vita, algo que automáticamente pasó a encabezar sus credenciales artísticas, sobre todo cuando fue a Nueva York, porque eso los americanos les impresionaba mucho. Sus raíces europeas y su altura, sus ojos de mirada lánguida, su expresión ausente (era sorda de un oído), su porte de valquiria, el misterio que le confería comportarse como si en realidad no estuviera habitando este mundo si no otro. Con eso cautivó a Dylan y luego a Warhol, que la invitó a pasar a su Factory y movió los hilos para que cantara con The Velvet Underground. Así comenzó la leyenda. La hermosa y misteriosa modelo que apareció en películas experimentales y cantó con la banda de culto por excelencia, los responsables de que el rock dejara de ser lo que hasta entonces había sido y se convirtiera en realismo sucio y melodía poética.
Se dice en la biografía que Nico espantaba a los hombres y debía ser cierto. Además de un físico imponente tenía una personalidad esquiva, fruto de esa soledad que la fue apoderándose de ella. Nico quería saber qué camino artístico necesitaba tomar, pero a la gente únicamente le interesaba su belleza. Quizá todo fuera una huida de una realidad que nunca supo afrontar: su madre envejecía enferme lejos de ella y su hijo Ari fue criado por su abuela paterna, con el distanciamiento entre madre e hijo que eso propiciaría. Nico fue drogadicta desde que empezó a trabajar porque lo habitual para las modelos era tomar píldoras adelgazantes, en cuya composición prima la anfetamina, la sustancia de moda en los primeros sesenta. Finalmente pudo hacer la música que quería hacer, y no la que los hombres a su alrededor le pedían que hiciera. Entonces dejó de teñirse de rubia. Arrancó su belleza de cuajo, empezó a vestirse con túnicas y dejó que la música dijera al fin todo lo que su alma llevaba susurrándole en sueños.
En 1968 empezó a componer y grabar sus propias canciones, que producían escalofríos a todo aquel que la escuchara sin estar prevenido. Álbumes como The Marble Index o Desertshore son obras que requieren momentos concretos para ser escuchadas, de la misma manera que lo requieren Berlin y Music For A New Society, dos discos que también exigen una predisposición especial por parte del oyente pero que, al estar firmadas por Lou Reed y John Cale, nunca han sido ridiculizadas o ninguneadas de la manera que lo han sido las obras cumbre de Nico. Si alguien quiere entrar en un túnel de soledad, no tiene más que escuchar cualquier de esos álbumes. Contienen música gélida y discordante, majestuosa. Apelan a sentimientos con los que no todos estamos dispuestos a convivir, aunque también nos pertenezcan. Música hecha desde la desolación interior, estrechamente unida a los poetas románticos que Nico leía y en los cuales se inspiraba. Porque hay quien dice que Nico era gótica, y no seré yo quien lo niegue, pero más que cualquier otra cosa, Nico fue una romántica extrema, uno de esos espíritus atormentados que parecen hechos para caminar por la orilla del mar en días nublados. En el libro de Otter Bickerdike, Peter Murphy, vocalista de Bauhaus, dice algo espectacular: “Nico era gótica a lo Mary Shelley. Todos los demás eran góticos de peli de terror de la Hammer”. Iggy Pop la dora y la respeta, Siouxsie se inspiró en su manera de cantar, pero el lugar que ocupa Nico en el relato oficial del rock sigue siendo fruto de la condescendencia, porque, como lo que hacía no tenía nada que ver con el rock, salía más barato llamarla loca que aceptar que uno no estaba a la altura de sus obras. Fue ridiculizada en la película The Doors de Oliver Stone –una película cuyo mayor logro consiste en que absolutamente todos los personajes que aparecen en ella parezcan gilipollas- y hoy por hoy sigue siendo más recordada por ser la rubia de Velvet Underground que por ser la autora de The Marble Index. Ella no lo puso nada fácil, de acuerdo, pero quizá también por eso, hay que darle el lugar que merece. Su alma abatida la llevó a escribir letras así: “Deja de saber o de decir o de ver por ti mismo / Haz tuya la voluntad de otro / eres hermoso y estás solo”. Una declaración absoluta de rendición en boca de alguien que, incluso cuando más éxito tuvo, vivió perdida en un pozo de soledad.