PASABA POR AQUÍ / OPINIÓN

¿Una Agencia de Innovación, para qué?

No hay forma de mejorar un modelo productivo dado, si esta no se aborda integrando ambas perspectivas en el seno de una única estrategia territorial de innovación

10/04/2016 - 

La incertidumbre respecto a cómo será el mundo en el que vivirán nuestros nietos, es uno de los rasgos más inquietantes del entorno económico en el que vivimos.  Y no solo por causa del previsible deterioro del medio ambiente, el cambio climático, la intensificación del fenómeno de globalización, el crecimiento de las aglomeraciones urbanas, o el alargamiento de la esperanza de vida de las personas; también por el hecho de que, en este momento en el que nos encontramos, las distintas ramas de la ciencia y de la tecnología están en puertas de generar otra oleada de innovaciones, de carácter más o menos radical, capaces de cambiar, por enésima vez, el mundo tal como hoy lo conocemos. 

Es una falacia actuar como si la ELECTRÓNICA, nanotecnología orobótica no fueran con nosotros, porque “lo nuestro” es producir alimentos Y zapatos

La inevitable consecuencia que todo ello puede tener para las políticas públicas orientadas al fortalecimiento de desarrollo económico en un territorio dado, no puede ser otra que la de intentar contribuir, de la manera más eficaz posible, a la minimización de los riesgos, y de los costes asociados, que todo este proceso generará sin lugar a dudas. Y no solo eso, sino que también ayuden a aprovechar oportunidades, allí donde en numerosas ocasiones solo se perciben amenazas. Porque, si bien es cierto es que aún no sabemos a priori, con total precisión, cuales serán las consecuencias que todos estos avances tendrán sobre muestra estructura productiva presente, sí sabemos que las habrá, y que por tanto nos afectarán de una manera u otra. De tal modo, que actuar como si el desarrollo de la electrónica cuántica, la nanotecnología, la robótica y la inteligencia artificial, el internet de las cosas, los nuevos materiales, la biotecnología o la biomedicina, entre otros, es algo que no va con nosotros, porque “lo nuestro” es producir alimentos, zapatos, muebles, tejidos, turismo, pavimento cerámico, juguetes, o casas, no solo es un tremendo error; también es una falacia en sí misma.

Y lo es, porque, no hay forma de mejorar un modelo productivo dado, si esta no se aborda integrando ambas perspectivas en el seno de una única estrategia territorial de innovación. Una estrategia que, a su vez, deberá asumir como propios los tres grandes objetivos que la identifican y le dotan de contenido real: Uno, el fortalecimiento de dicho modelo productivo a través del uso intensivo del conocimiento disponible, y por tanto, de la capacidad para la generación de mayor valor añadido por parte de las actividades ya existentes; Dos, el impulso de nuevas actividades que contribuyan a extender la base productiva de la que partimos, a través, esencialmente, de la producción y uso de nuevo conocimiento; y Tres, garantizar la capacidad de adaptación de nuestras empresas y sectores, en el menor tiempo posible, a los sucesivos cambios tecnológicos, organizativos, de mercado, o de cualquier otro tipo, que se vayan produciendo cada momento del proceso. 

Solo alcanzando estos tres grandes objetivos podría reducirse, al menos en cierta medida, el riesgo derivado de la incertidumbre que, hoy por hoy, atenaza una buena parte de nuestras decisiones de inversión o de puesta en marcha de nuevos proyectos. Pero también porque ello nos obligará a convertirnos en agentes activos de los cambios futuros que, con toda seguridad, se producirán (con nuestra participación, o sin ella). Los verdaderos visionarios no son aquellos que se anticipan al futuro, sino quienes contribuyen decisivamente a crear éste, con propuestas tecnológicas y productivas contrastadas en el mercado.  

Si esto es así, y lo es, las preguntas relevantes que nosotros tendríamos que responder en las actuales circunstancias, debieran ser del tipo: cómo será la alimentación del futuro, con qué tipo de materiales se construirán las casas o el mobiliario escolar, cuales serán las tecnologías, los productos y servicios que garantizarán nuestra salud y nuestra calidad de vida, qué nuevas propiedades tendrán los tejidos y el calzado, cómo emplearemos nuestro ocio…, y, sobre todo, cómo produciremos y distribuiremos todo esto.

Pero para la obtención de tales respuestas no bastan los instrumentos convencionales de la política económica, ya sean éstos de carácter sectorial u horizontal, se necesita, además, el concurso armónico de todos los componentes de eso que hemos dado en llamar el Sistema de Innovación. Desde el lado de la oferta de conocimiento (la producción científica y tecnológica), porque es ahí donde se están cociendo los grandes avances que, a medio o largo plazo, transformaran el mundo que hoy conocemos. Pero también desde el lado de la demanda de dicho conocimiento (las empresas), porque es la incorporación de los resultados de éste a los productos servicios, y, en general, a toda la cadena del valor de las actividades productivas (sean éstas “tradicionales”, o no), lo que contribuirá decisivamente a transformar el incierto futuro inicial, en una realidad presente incontestable.

Pues bien, todo esto es, esencialmente, lo que se pretende conseguir desde la futura Agencia Valenciana de la Innovación que la Generalitat Valenciana, a través del Consell Valencià de la Innovació, está diseñando y consensuando con todos los agentes del Sistema, incluyendo a las distintas opciones políticas. El empeño, obviamente, no es fácil, pero si al final se logra, es muy probable que podamos poner fin, de una vez por todas, a esa lamentable irrelevancia científica, tecnológica y productiva en la que nos habíamos instalado, tras 20 años de gobiernos a la deriva y carentes de toda estrategia de desarrollo sostenible a largo plazo.

Es la hora, pues, de trabajar todos juntos en un proyecto común, “de Estado”, y del que nadie, nunca más, debería apropiarse por razones espurias. Esta es, en efecto, por si alguien todavía lo dudaba, la esencia de la nueva política que el mundo económico, científico y tecnológico, y también la sociedad en general, estaban esperando desde hace muchos años. Confiemos que estemos todos a la altura.

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