VALÈNCIA. Del 3 al 13 de octubre, el Teatro Círculo exhibe su última producción propia: Una altra persona, un texto profundamente poético que explora los matices más oscuros y luminosos de las relaciones familiares y los cuidados en la tercera edad. Esta obra marca el debut de Irene Klein Fariza como autora teatral. La escritora, galardonada con el Premio Valencia Jove 2023 por su novela Les Absències, en Una altra persona, crea de nuevo una narrativa conmovedora tocando temas tan universales como la soledad, el perdón y las tensiones familiares. Bajo la dirección, adaptación y dramaturgia de Cruz Hernández, con el apoyo de Juana Ardoy, la puesta en escena se convierte en un viaje emocional donde la protagonista, interpretada por Beatriz Fariza, se enfrenta al dilema de cuidar a su padre, un hombre que la maltrató tanto a ella como a su madre en el pasado. A lo largo de la pieza, se exploran los recuerdos y los conflictos internos del personaje, en un entorno que transita entre lo real y lo onírico.
El texto original, que nació como un monólogo, cobra una nueva dimensión con la dramatúrgia de Hernández y la presencia física en escena de un segundo actor, Nef Martínez, quien representa al personaje del padre. A través de esta inclusión, la obra rompe con la estructura tradicional del monólogo, transformándose en un collage escénico donde se entrelazan pasado, presente y futuro, ofreciendo una rica gama de estímulos visuales y emocionales al espectador. De la misma manera, el público es testigo de una representación más completa y compleja de las emociones que rodean a los personajes, explorando el amor, el resentimiento y el perdón desde una mirada íntima y reveladora. La puesta en escena, de marcada estética visual, evoca el trabajo del pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir, famoso por sus representaciones de la vida cotidiana. Al igual que en las obras de Renoir, Una altra persona busca capturar la belleza de los momentos más simples y, a menudo, más íntimos de la vida. La escenografía minimalista —compuesta por dos sillas, una mesa auxiliar, libros, una bata y una silla de ruedas— cobra vida a través de la iluminación y las proyecciones, creando un espacio íntimo y simbólico que refuerza la narrativa.
El uso de la iluminación y los elementos escenográficos, junto con la fuerza corporal de los actores, convierte la escena en un lienzo que refleja tanto la fragilidad como la resistencia de los personajes. En este espacio, el tiempo parece diluirse, permitiendo al espectador viajar entre las diferentes etapas de la vida de los personajes. La obra aborda una cuestión social de gran relevancia: la soledad no deseada de las personas mayores. A través de su historia, la obra invita al público a reflexionar sobre el envejecimiento, los cuidados y el valor del perdón. Klein y Hernández, a través de su protagonista, cuestionan las decisiones que tomamos en la vida y cómo esas decisiones nos afectan en la vejez. El resultado es una experiencia teatral que, lejos de ofrecer respuestas sencillas, plantea preguntas profundas y necesarias sobre la condición humana.