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EL CIELO AGUARDA / OPINIÓN

Una Ayuso en la Corte Valenciana

11/11/2021 - 

Es lo que pensé cuando terminó la entrevista de Ayuso en el programa televisivo de máxima audiencia la noche del pasado martes. Desgraciadamente no fue en À Punt, sino en el de las hormigas.

También pensé que esa misma noche habría una persona que se habría quedado descolocada y en una posición muy complicada y difícil en su carrera política. La guerra interna a la que estamos acostumbrados dentro de los partidos políticos -parece una utopía lo contrario- va a tener una clara ganadora. Tiempo al tiempo.

Sí, necesitamos también una persona que defienda sin complejos los intereses de los valencianos para sacarnos de esta rueda perversa que te devuelve al statu quo establecido y en la que hemos caído los que queríamos cambiar las cosas cuando dimos el paso para dedicarnos a la política, con el fin de intentar mejorar una sociedad por un futuro mejor, más justo y libre, dentro del respeto y el consenso.

El Consell del Botànic nos pinta año tras año unos presupuestos que son vendidos como los mejores y más sociales del mundo. Pero que, tras un análisis exhaustivo de su ejecución, a falta de la famosa herramienta que demanda Ciudadanos desde que estamos en Les Corts para la evaluación de las políticas públicas de gasto -ni la querían los gobiernos del Consell del PP ni ahora los partidos del Botànic- comprobamos que nada tienen que ver lo formulado con lo ejecutado, ni conocemos esa eficacia necesaria para seguir manteniendo una línea u otra de un año para otro.

Da igual que se denunciase en su momento por parte de Compromís un presupuesto de la Generalitat del PP con un posible delito de prevaricación y malversación de caudales públicos, por incorporar unos ingresos “ilegales” por importe de 1.230 millones de euros. Ahora, esos ingresos en presupuestos de la Generalitat en manos de los partidos del Botànic -PSPV, Compromís y Unidas Podemos- se han venido incorporando año tras año, presupuesto a presupuesto, a unas arcas ficticias que siempre se han quedado vacías. Unos ingresos que en el presupuesto para 2022 suman la friolera de 3.600 millones de euros, entre unas partidas y otras. 

La respuesta del conseller Soler- la ortodoxia económica presupuestaria se la dejó olvidada en la Universidad – ante esta hazaña es que “no haremos recortes, si nos obligan ya veremos lo que hacemos”.

Sin embargo, por mucho que nos hayan vendido las bondades y objetivos de estos siete presupuestos botánicos, cabe seguir denunciando que seguimos teniendo una de las peores ratios de desempleo juvenil de toda España y Europa. La media de los salarios de nuestros jóvenes es de 860 euros al mes -por debajo del SMI que es de 965 euros-, por lo que tienen que seguir abandonando nuestra Comunitat. El salario medio de un alicantino, de un castellonense o de un valenciano es de 482 euros menos que el de un madrileño o un vasco. También nos pagan 160 euros mensuales menos que a la media de los españoles. Es triste observar que la temporalidad y precariedad laboral está asumida como algo natural, pese a haber gastado -tirado a la basura- más de 2.500 millones de euros en políticas de empleo estos últimos 6 años.

Tenemos los tramos más altos de impuestos en el IRPF en los salarios más bajos, cuando el IPC interanual se ha situado en el 5,5%. Eso sí que es un impuesto al pobre que se puede solucionar bajando los impuestos, pero no se hace. También tenemos aún uno de los impuestos más injustos como es el llamado impuesto a los muertos, pero que tienen que pagar sus herederos, en vigor y de los más altos de España. Y no hablemos del impuesto del Patrimonio.

Pero no se acaban ahí los males a los que los presupuestos no ponen remedio, como es el aumento en las listas de espera tanto en atención primaria como en las intervenciones quirúrgicas. No puede ser que la media de las listas de espera sea de 117 días. Se anuncian plazas residenciales para nuestros mayores y dependientes que nunca llegan y se suple con la dependencia low cost para bajar listas de espera y reducir costes ampliando la precariedad. 

Se prohíbe estudiar en castellano en nuestras aulas o se intenta, así como elegir libremente por los padres la educación que se quiere para sus hijos.

Se inundan nuestros supermercados de naranjas sudafricanas, se nos seca la huerta alicantina por falta de agua -cuando se tira por otro lado- y llegamos tarde para combatir las plagas. Tenemos arrinconados a nuestros pescadores a las órdenes de Europa sin darles una salida o apoyo real.

El corredor mediterráneo, el Tren de la Costa, el túnel pasante, la conexión ferroviaria con Castellón o la ampliación del Puerto de Valencia son infraestructuras a las que nadie le pone solución, con excusas de informes y financiación que no hacen más que sumar esa gota a un vaso que nos coloca y arrincona como la doceava Comunidad en PIB per cápita y en el penúltimo lugar en el índice Autonómico de Competitividad fiscal; eso sí, por delante de Cataluña.

Tenemos que seguir intentando que esa rueda se pare y seamos capaces entre todos, o al menos entre los que pensamos que las cosas aún pueden cambiarse, de dar el giro necesario en la dirección correcta que se ha desviado esta Comunitat. Y solo Ciudadanos representa la alternativa liberal que necesitan los valencianos. 

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