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No éramos dioses. Diario de una pandemia #24

Una buena noticia, por fin

16/04/2020 - 

VALÈNCIA. Era casi de noche cuando me he despertado a las nueve de la mañana. Ha llovido casi todo el día. Sólo ha parado por la tarde. Si mi ánimo está tocado, días como este, cubiertos de un cielo de negros presagios, me lo hunden por completo.

Por la tarde, cuando mi hermano me llama, coincido con él en que ha sido el día más triste desde que estamos arrestados.

He salido a la calle a última hora de la mañana. Apenas me he cruzado con gente. No había cola para entrar en el supermercado. Aun así, lo he pasado mal. Estoy tenso cuando compro. Temo que alguien se me acerque demasiado y me contagie el virus. Nos estamos volviendo paranoicos con esta pandemia que no remite, digan lo que digan los cuatro charlatanes de feria que se asoman a la pantalla cada día.  

Aunque la propagación de la enfermedad me afecte, aún no he llegado a ser un miserable que acosa a una cajera de supermercado o a una doctora por temor a que propaguen el virus en su finca. El vecino que ha pintado "rata contagiosa" en el coche de una sanitaria sale a las ocho de la tarde a dar palmas y a hacer sonar su bocina como Harpo Marx. Dios nos libre de solidarios como este vecino, que si te viese tirado en la calle pasaría de largo. Solidaridad es una palabra putrefacta que eliminé de mi vocabulario por higiene mental.

La extraña conversión de algunos periodistas

En esta crisis sorprende el giro dado por algunos periodistas considerados importantes. Es el caso de Pedro J. Ramírez, mi director cuando trabajé en El Mundo durante siete años. El periodista que descubrió el caso GAL, los ERE andaluces y la corrupción del PP de Rajoy y Bárcenas apoya al Gobierno pinocho en su pretensión engañosa de reeditar los Pactos de la Moncloa. Lo que está sucediendo en España es infinitamente más grave que todos los casos de corrupción de cuarenta años de democracia.

Un hombre pasea por la plaza de un pueblo mientras llueve.

En el otoño de su carrera profesional, Pedro J. corre el riesgo de echar por tierra tantas exclusivas memorables, sin las cuales no se podría entender la historia reciente de este país. ¿Acaso la gestión nefasta del Ejecutivo del presidente maniquí no merece la campaña de acoso y derribo que llevó a cabo, con menor motivo, contra González y Rajoy? Si piensa que sus lectores —entre los que me encuentro— le van a comprar su mercancía averiada del centrismo, se equivoca de plano. El centrismo es una quimera, una aventura de eunucos que conduce irremediablemente a la melancolía.

Ancha es Castilla: aprobado cuasi general

En la Conferencia Sectorial de Educación ha sucedido lo que me temía, es decir, que la abuela Celaá ha dado carta blanca a un aprobado cuasi general al final del curso académico. Es coherente con la política emprendida por su Ministerio, orientada a destruir lo poco que queda en pie de la enseñanza pública. Con esta decisión, el esfuerzo de los alumnos aplicados habrá sido en balde, al igual que el trabajo de muchos profesores.

Sería de agradecer que el Sindicato de Estudiantes, una organización de extrema izquierda sin apenas implantación en los institutos, nombrase presidenta de honor a Celaá, pasando por alto que nunca haya creído en la enseñanza pública si nos atenemos a la lectura de los hechos. Cuando pudo elegir, mandó a sus dos hijas a un colegio elitista y religioso en Vizcaya. El doble discurso de la izquierda caviar.

Por imperativo profesional me he leído Deseo de ser punk, una novelita de Belén Gopegui. Trata de una adolescente de 16 años que anda muy perdida y que canaliza su frustración en sus papás. Al final halla en el rock and roll la solución a su crisis de identidad y critica, como era de esperar en un libro de Gopegui, las injusticias del capitalismo. Lo dicho: una novelita de quien es considerada una de las voces más representativas de la narrativa española de este siglo. En fin, con su pan se la coman.

Como aquellos exploradores salvajes del siglo XIX que perdían la vida buscando una pepita de oro en un lodazal, yo hago lo propio cuando leo la prensa y veo los telediarios. Busco alguna buena noticia entre tanta calamidad informativa. A veces, la perseverancia rinde sus frutos. Leer que el Barça está sumido en una honda crisis económica e institucional me devuelve la sonrisa robada por el virus de Wuhan.

Nunca pensé que la cara tristona y ausente del señor Bartomeu me fuese a alegrar un día de mi vida.    

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