Siempre quise enterrar una caja con periódico del día y mensaje al futuro. Escribir cualquier cosa, contextualizarla con la ayuda del diario y redescubrirlo todo al cabo de los años para juzgar mi propio tino. Acepto que es un juego peligroso. La vida nos dice una y otra vez que acertar no es lo nuestro. Pero la testarudez es uno de mis atributos, así que me lanzo a ello como la gaviota se precipita sobre el mar. Escribo:
“Imagino ya barrida toda la pesadumbre que nos embarga. Imagino que la vacuna ha obrado al fin su milagro. Hay otra realidad. La humanidad descubre su nuevo cuerpo. Enorme transformación que se interioriza como rebote técnico al impacto sufrido. Soy otro y me acepto como tal. Y lo mismo le sucede a una cadena inagotable de individuos que encajan perfectamente entre sí. Una remozada uniformidad social sobreviene tras cada catástrofe. Bien. Reconducida nuestra perspectiva vital, salimos a la calle con esas bonitas sonrisas que destaparán las mascarillas. El positivismo que nos invade empieza a cotizar en Bolsa. Ojo, que esto no es ninguna broma y está más que documentado. Los sectores productivos perciben el subidón y arrancan con fuerza la cadena. El empleo soterrado por el virus emerge aquí y allá. Sin prisa pero sin pausa. El consumo, fundamentado en las ganas de no perder ni un minuto más de felicidad, venga la delgadez actual. Un vestido de temporada, el viaje que siempre quise hacer, esa revisión bucal, una cena con vino en la bodega del barrio...”
Y entierro la caja por muchos años.
Soy un impaciente y recupero mi cápsula del tiempo pasado el verano de 2022. Al releerme a mí mismo, corriendo entre líneas, voy atando palabras sueltas: “pesadumbre”… “vacuna”… “transformación”… “positivismo”… “empleo”... “sectores productivos”… “felicidad”. Acudo al desentierro con un periódico del día que habla de una vida social revitalizada, de grandes estrenos teatrales, de niños que empiezan el curso con ilusión, de vigorosos balances turísticos, de unas proyecciones económicas sólidas a corto, medio y largo plazo, de robustos planes de recuperación en marcha. Y celebro haber rescatado mi cápsula en el momento oportuno.
Pero como soy así y no lo puedo evitar, hojeo rápidamente el diario desenterrado en busca de la sección política. Al ver gobernantes defendiendo cabalmente políticas de progreso y opositores escupiendo irresponsablemente ferocidades, constato que el mundo ha cambiado para bien, menos para los agoreros y mezquinos profetas de siempre. Esos que solo quieren que todo vaya mal para que a ellos, que son solo unos pocos, les vaya mejor. Configuro una nueva caja y la vuelvo a enterrar.
Michel Montaner es alcalde de Xirivella y diputado del PSPV en Les Corts