VALÈNCIA. Podría haber sido la casa del chaflán. O la casa en el chaflán. Pero es la Casa en Chaflán. Y, evidentemente, su fuerza bascula entre esos ángulos recortados que configuran uno de los proyectos de hogar más emblemáticos del año en València. Tocado por la mano de cierta magia: la de la carrera de los premios y un sobresalto que pilló a sus autores con la guardia bajada y sin esperarlo. Una de las principales plataformas creativas del mundo, Dezeen, acaba de incluir Casa en Chaflán en la carrera de los 25 mejores proyectos de arquitectura interior del mundo. “Este proyecto nació con la intención de mejorar el espacio habitable de un apartamento ubicado en la zona centro de la ciudad de València”, enuncian los Dezeen Awards.
Y quizá su mérito, el de la casa, es que no es especialmente rimbombante, ni desmedida, ni nace del papel blanco. Más bien lo hace de una hoja repleta de garabatos: como la mayoría de soluciones -en la arquitectura, en la vida- parte del principio de adaptación. Porque antes que la Casa en Chaflán, esta vivienda de 165m2 en l’Eixample, estaba siendo la casa de la curva. “La curva fue el mayor reto y a la vez el punto más singular, de ahí que hayamos volcado todas nuestras energías en solucionar correctamente ese punto. Probamos diferentes muestrarios de tableros de madera grecados y palillerías, con diferentes flexibilidades que permitían diferentes radios de giro. Pero finalmente optamos por la opción más artesanal: chapando y colocando uno a uno los listones de madera manualmente. Esto fue posible gracias a la carpintería con la que solemos trabajar, que tuvieron la paciencia y la maestría para poder llevar a cabo”, explican los director del proyecto, desde Destudio Arquitectura, con Gabi Ladaria y Nacho Díaz al frente, Jorge Ortenbach como director de proyecto, y Dani Gómez, encargado de la ejecución.
La casa parece querer escaparse en dos direcciones. Un claro caso de indecisión que despierta afinidad. Esa dicotomía obligaba al proyecto a encontrar un eje donde había dos. Y fue así, haciendo de la debilidad virtud, como el chaflán se presentó a modo de respuesta, al igual que en las ciudades lo hace para unir con una línea oblicua las esquinas de dos manzanas.
A su alrededor nacen las ramas. “Ahí se encuentra el gran espacio de día que, a través de diferentes ventanales correderos, une la cocina con el comedor, el salón, el espacio de teletrabajo y el de lectura”, explican. Al perfilarse en plena escalada pandémica, la reformulación de la casa hizo del espacio para trabajar desde el hogar una estancia innegociable: “los clientes tenían claro que querían contar con un amplio despacho que permitiera trabajar cómodamente a dos personas. Está integrado en el salón/comedor y la privacidad se la aporta una puerta corredera de vidrio”.
El análisis de los Dezeen Awards, una criba entre 5.400 proyectos, ha tenido en cuenta la potencia de la casa de l’Eixample para encauzarse en lugar de desdoblarse, ayudada por un pavimento porcelánico con suelo radiante (para evitar radiadores); por una ventana mirador con arcón incorporado; por una corredera de vidrio con fumé que separa el salón del comedor; por una zona de noche diseñada con taja para mantener la continuidad visual; por puertas rechapadas en roble natural
La hoja de la que partió la Casa parece haber resuelto todos sus garabatos. La preside un chaflán.