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València a tota virolla 

Una cicatriz en el Carmen: la caída (desde la medianera) de Rosita Amores que presagió el desastre

“Un momento histórico histérico”. El instante en el que la fotografía gigante cayó de su pared en el Carmen. Un año después, ¿dónde está la gigantofoto de Luis Montolio a Rosita Amores? 

17/04/2021 - 

VALÈNCIA. Cuando el artista Luis Montolio comenzó a llenar boquetes de Ciutat Vella con gigantofotos representando a héroes, como vecinos de otra planeta, quizá València no era la misma ciudad. Quizá Luis Montolio no era el mismo hombre. 2013 con 2014. Justo en ese último año, Montolio plantó en la medianera entre Corregeria y Purísima, corazón y cogollo del Carmen, una Rosita Amores gigante, de 54 metros cuadrados, fotografiada en una rotonda-paella de Benicàssim, posando y pasando lo que no está escrito. Una fotografía que podría parecer excéntrica y multivitaminada a ojos de aquellos que no saben bien que en València el exceso es parte consustancial del paisaje rutinario.

“Una mañana me levanté de la silla -aunque casi me caigo de ella- cuando escuché a un guía turístico, ante la foto, decir que esa mujer de ahí arriba era la Dolly Parton valenciana”, cuenta Sento Serrano, uno de los embajadores del distrito, al frente de Studio Vintage.

Desde ese 2014 la foto viajó sin moverse del sitio por un ciudad en cambio. Como un sello simbólico, la foto ondeaba levemente mientras frente a ella todo cambiaba de ciclo. Rosita Amores poderosa. "Cante o no cante, hable o no hable, me aplauden", fulminaba Amores entonces. Y sucedía igual ante la imagen, “a pesar de que seamos una ciudad de amores y de odios, sin punto medio”, determina Sento Serrano.

El cineasta César Sabater, voyeur urbano sinigual, suele describir así el fenómeno: “Rosita es la respuesta luminosa a la hambruna de postguerra, a lo oscuro del franquismo. Ella es luz de cabaret, carne felizmente desbordada, es como probar el caldo hirviendo de una paella de bogavante. Te quemas los labios, pero te gusta. Repetirías. Es el exceso bien entendido. Si fuera italiana hubiera sido musa de Fellini, ese amante de todo lo excesivo. En un mundo justo, el papel de la estanquera de Amarcord debería haber sido para ella”.

Rosita Amores, fotografiada por Montolio, se hizo flamante souvenir visual, impregnado el color como a un muro. Una intervención urbana tan icónica como iconoclasta. Molesta para los pazguatos, irrelevante para quienes miraban al dedo cuando se señalaba a la obra.

Y, sin embargo, el 3 de marzo de 2020, que había salido ventoso, la foto comenzó a agitarse como una bandera enhiesta. Se tambalea, como si fuera a desmoronarse. Unas veces parece caerse la paella, otra Amores desde ella. Corre el rumor entre vecindarios (los que todavía no han sido ocupados por apartamentos turísticos). De unos cuantos balcones imaginarios se traspasa la información a gritos. ‘Rosita está a punto de caerse’. Al acabar el día, la fotografía de Rosita Amores está en el suelo. La lona, sobre el asfalto. Un símbolo mudo de un imperio caído. Apenas unos días antes de que el propio barrio, el propio mundo, empazara a desmoronarse, Rosita decidió bajarse primero.

Sigue siendo 3 de marzo de 2020. Sento Serrano ha sido avisado. Acude para levantar acta vecinal. Los bomberos han estado descolgando la imagen gigante para evitar el peligro de desprendimiento. Un transeúnte amenaza con llevarse la obra. ¿A dónde? Pues a mi casa. Serrano moviliza a su tropa. Se convence de que lo mejor para asegurar la subsistencia de la obra es guardarla a buen recaudo y avisar al artista. La trasladan a un zaguán del edificio donde está su tienda. “Un simple ejercicio de respeto a su autor”, matiza Serrano. Llaman al susodicho. Luis Montolio, en su colina retirada de Moraira, acaba recibiendo el aviso. Se activa el procedimiento para recuperar la fotografía.

El autor, esta semana, atiende.

-Montolio, ¿dónde está ahora la foto?

-La tengo donde vivo, en Moraira. Va a estar en un edificio de por aquí. Lo hablábamos el otro día Rosita y yo: tendría sentido que volviera al Carmen… Ojalá no quede en el olvido, pero hay poca sensibilidad. Aunque también mucha petición popular por volver a verla. Rosita me dice que le llaman lo que no está escrito preguntando dónde está su foto…

-Se ha quedado una cicatriz en las medianeras del Carmen.

-Además, es una foto muy cara que me costó mucho esfuerzo. Lo importante fue que se salvase. Si no hubiera sido por Sento Serrano me la hubiera visto en la basura…, o a la venta en eBay.

-¿Por qué crees que se convirtió en un símbolo?

-La foto tiene un carácter unificador. En una sociedad tan polarizada, provoca una sonrisa, algo que sucede una vez a las mil. Es una foto feliz.

La foto vive; la lucha de Rosita Amores encaramada a una rotonda-paella, sigue. Quizá un regreso hipotético al Carmen simbolizaría la emancipación de una nueva época. Izar la fotografía tal que un animal alado emprende un nuevo vuelo.  

Mientras, ahora, en Moraira, tres gatos atraviesan el lienzo. Caminan sobre Rosita recorriendo las coordenadas de un país inventado.

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