En un barrio de El Cap i Casal, de cuyo nombre no quiero acordarme, sucedió tal relato. Verídico. Y algo inhumano. Había cierto revuelo entre los vecinos. Un perro de mil razas, llevaba postrado 48 horas en un balcón sin noticias de sus dueños. Sin apenas comida, sin apenas bebida, y expuesto a casi treinta grados al sol, las heces y los pises abundaban la terraza. El pobre no reclamaba nada. Ni nadie lo reclamaba. Para este animal, las horas no pasaban. Solo esperaba poder volver a ver a su compañero de vida.
Había pasado la tarde con Ady, un chico que la vida no se lo ha puesto fácil. Vino de Rumanía hace una década en busca de trabajo. Una labor que los españoles no quieren realizar, trabajar de sol a sol en el campo. Lo digo por todos estos patriotas que quieren regularizar la entrada de nuevos ciudadanos, y desconocen la realidad del mercado laboral de su propio país.
Aquella tarde habíamos recalado al costado del edificio dónde habitaba el perro. Tomábamos una cerveza a la sombra bajo un balcón y nos percatamos de la difícil situación. Un vecino se acercó a informarnos de los hechos. Con celeridad decidimos pedir una escalera para intentar acercarle al canino un cuenco con agua y pienso, que habíamos comprado en un supermercado de la zona. Yo soy menos valiente que Ady, y eso, que conmigo viven mis dos pequeños, Robin y Pyra, que he llegado a tal límite que prefiero pasar más tiempo con ellos que con humanos.
Ady se amarró a la escalera, dando un salto de altura con un equilibrio a flor de piel, llegó a clavar en la diana el cuenco con el pienso y agua a orillas de la terraza. Es más, Ady decidido, optó por saltar la barandilla e intentar acariciar al perro, que quizás por miedo o desconfianza, el animal no correspondió. Fue un acto de humanidad que ambos realizamos por este desconocido. Intentar salvarle la vida, o mejor prolongarla.
A la hora, una patrulla de la UMA de la Policía Local se personó para conocer los hechos. Alguien lo había denunciado. La unidad formada por Silvia, Jorge y Luis, el oficial al mando, se puso manos a la obra con la intención de recabar información para localizar a los dueños. A las horas dieron con él. Silvia nos hizo saber en todo momento lo que le depararía al perro. Nos preocupaba su estado. Al propietario le reclamaron toda la información sanitaria de nuestro amigo.
A la mañana siguiente recibía un telefonazo de Silvia, para saber si el perro estaba en las mismas condiciones. Me personé en el lugar de los hechos y había desaparecido. Parece ser que el propietario se lo había llevado. Silvia y su compañero me informaron que tenía 48 horas para presentar al perro, sino lo hacía, abrirían diligencias para informar de los hechos al fiscal de medioambiente.
La satisfacción fue grande al saber que existen unos grandes profesionales que se preocupan por nuestros animales. Son tiempos que por desgracia aparecen muchas mascotas abandonadas en la carretera. Una putada en toda regla para los que amamos incondicionalmente a los perros. Ellos son fieles, nosotros también. Imagínese dejar a un ser humano en un balcón sin agua y comida y al sol, durante 48 horas ¿Inhumano? Yo creo que sí. No debería haber paz para los malvados. Me fui tranquilo a casa. Me fui satisfecho. Sé que puedo confiar en la UMA. Mis respetos a esta unidad policial. Eternamente agradecido a Silvia y Jorge y el resto de compañeros.