VALENCIA. “Nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Los versos de Ramón de Campoamor eran certeros aunque, precisamente, hablaran sobre las distintas lecturas de un mismo hecho. El eterno debate, trasladado al ámbito de la imagen, cuenta con una nueva opción, fotografías que no son ni vedad ni mentira, sino que dependen de la lata que usen sus autoras. Lata, sí. Lola Barcia Albacar y Marinela Forcadell Breva son las responsables del proyecto 60 segundos de luz (Editorial Canibaal), una obra en la que recopilan algunas de las imágenes que han capturado a lo largo de sus ocho años de trabajo en la fotografía estenopeica, la forma más primitiva de fotografiar. Sin disparador ni objetivo, se basan en la realización de fotos con latas, una técnica para la que solo necesitan una caja metálica con un agujerito por el que entra la luz y un trozo de papel fotográfico en su interior.
Desde que 'cocinaron' su primera fotolata en 2008, han perfeccionado la técnica y la han enseñado a más de un millar de alumnos en lugares tan diversos como la Universitat de València, el Instituto Confucio o la London School of Economics, años en los que han producido más de 4.000 imágenes con latas convertidas en cámaras estenopeicas. Si la parte técnica es apasionante, también lo es la parte emocional. En la era del teléfono móvil y el palo selfie, el tándem formado por Barcia y Forcadell reivindica todo lo contrario: la producción limitada y la calma. Y es que el propio proceso se lo exige, sesenta segundos en los que han de estar congeladas frente a la cámara, un tiempo que elimina todo aquello fugaz, que se mueve. "Nos cautiva este método porque los tiempos son tan largos... Es emocionante, la luz entra de forma natural en una caja abierta por un agujerito y durante 60 segundos lo vives siendo consciente de que se está haciendo una fotografía. Pasan muchas cosas en ese momento", explican.
Contra la producción infinita, la captura calmada. No en vano, el máximo de imágenes que toman a lo largo de una jornada es de aproximadamente cuarenta, con lo que cada instantánea ha de ser preparada con mimo. "Esa generación tan masiva de imágenes da como resultado que los protagonistas no tienen tiempo de revisarlas. Nosotras vivimos de una manera muy lenta, igual pasamos una mañana entera en la misma calle de Londres. De casi todas las imágenes guardamos una anécdota, un dato técnico... vivimos la experiencia fotográfica de una manera que muy poca gente lo hace". Fotógrafas itinerantes, viajeras incansables y apasionadas de la técnica estenopeica, Lola Barcia Albacar y Marinela Forcadell Breva viajan con sus cámaras ‘enlatando’ el mundo, viajes en los que retienen imágenes de ciudades bulliciosas y vivas transportando en sus maletas 45 latas y todo lo necesario para construir su laboratorio ambulante.
Normalmente ubicados en los cuartos de baño de su habitación de hotel, este espacio se convierte en el sagrado laboratorio donde la magia se torna en fotografía haciendo uso de tres fiambreras, luz roja y un buen puñado de pinzas para realizar una operación siempre única. "Es un instante de máxima emoción, ese es el momento mágico. Hemos estado con cuarenta latas por una ciudad y de ahí salen imágenes, seguimos flipando", explican. El proyecto de ciudades enlatadas suma espacios como la galería Kowasa de Barcelona o la Atrium Gallery de Londres, una lista que también cuenta con espacios bien característicos de la Comunitat Valenciana. De esta forma, las fotógrafas han capturado la cúpula del Mercado Central -"la luz es una maravilla", las Torres de Serranos o el Museo Príncipe Felipe, uno de los gigantes blancos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. "El único edificio que Calatrava hizo recto, nosotras lo hemos curvado", bromean.
Precisamente, el libro también está creado desde una perspectiva didáctica, generosa en detalles, en el que las fotolateras explican cómo construir tu propia fotolata, cómo realizar las fotografías y cómo revelarlas. Además, 60 segundos de luz incluye pinceladas de historia de la fotografía y los consejos aprendidos en ocho años de trayectoria en la búsqueda por la perfección técnica. Una búsqueda que las ha llevado a dividir el trabajo y especializarse cada una en un aspecto de la captación de imágenes: Lola es experta en encuadrar y Marinela en controlar el tiempo de exposición. "Utilizamos varios tipos de lata, no es lo mismo una cuadrada que da 50 mm o una redonda que da ojo de pez. También mostramos una serie de selfies en lugares emblemáticos de cada ciudad, en las que siempre salimos solas porque, aunque la plaza esté llena de gente, nadie está quieto un momento".
Aunque cada momento es único, sí hay espacios comunes que se repiten, como lugares emblemáticos de cada ciudad, graffitis o señales -que integran la serie urban tatoo- o agua, un elemento que, a pesar de que esté en movimiento, como puede ser una cascada, siempre aparece con una misteriosa calma. Precisamente, recuerdan, aunque como de costumbre la fotografía que tomaron al puente de Brooklyn muestra unas aguas tranquilas, acababa de pasar una lancha que las había empapado. "Aunque lo disfrutemos, se sufren hasta que las revelas, aunque de todas una anécdota. Son fotografías que quedan suspendidas en el tiempo. Es como cocinar: si la haces en poco tiempo se queda cruda y si te pasas se quema".
Con prólogo del periodista y crítico musical, Rafa Cervera, 60 segundos de luz es, además, el tercer título de Ediciones Canibaal, que no solo es el nombre de la revista semestral, impresa e independiente de arte, literatura y filosofía, sino que es también una editorial, proyecto ideado por Ximo Rochera (Castellón, 1968) y Jesús García Cívico (Valencia, 1969).