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el tintero / OPINIÓN

Una nación de necios

Sigo sin entender en qué consiste una nación plurinacional, me suena a una persona pluripersonal, no se porqué pero parece algo esquizofrénico.

21/06/2017 - 

Ya lo dijo el ínclito Zapatero en el Senado en un lejano año 2004: “si hay un concepto discutible y discutido en la teoría política y en la ciencia constitucional es precisamente el de nación...es algo que, en efecto, sabe cualquier estudiante de Derecho”. Y en esas seguimos, debatiendo y discutiendo sobre qué somos y cómo nos organizamos. Así lo demuestra el último congreso del PSOE donde el renacido Pedro Sánchez ha marcado territorio y sólo ha integrado a Patxi López, el amable arbitro del debate que mantuvo con Susana Díaz, y ha vuelto a abrir el melón nacional y constitucional.

Las altas temperaturas, el inicio oficial del verano y el fin de las clases me parecen un momento oportuno para la sinceridad, como ocurre en las charlas que se producen en la calle en los barrios y pueblos, cuando cae la noche y salen a la acera a comentar las penas y alegrías de la vida. Quien escribe es jurista de formación académica y politólogo, es decir, los que nos dedicamos analizar la política como ciencia y encontrar en ella análisis, seriedad y términos técnicos que describen las formas de gobierno de un país, la organización interna de los partidos, los tipos de sistemas electorales y demás menesteres.

Ahora bien, y tras este ejercicio de transparencia, también les confieso que sigo sin entender en qué consiste una nación plurinacional, me suena a una persona pluripersonal, no se porqué pero parece algo esquizofrénico. ¿Hay una nación y muchas naciones dentro de la primera? ¡Ah, no! Es un tema de sentimientos, tradiciones e historia. Perdón, ahora lo entiendo, es decir, que Granada, Navarra, Cáceres, León o Valencia apenas tienen historia ni tradiciones, por no tener no tienen (tenemos) ni lengua propia. Apenas un ridículo Siglo de Oro –siglo XV– con autores y escritos de relevancia mundial como Sor Isabel de Villena, Joanot Martorell o Ausiàs March. Pero eso son temas menores, naderías para considerar a la inmensa mayoría de territorios que conforman la España del siglo XXI como territorios cargados de motivos y razones para considerarse históricos y con una gran tradición cultural.

Estos días se habla de ese congreso de los socialistas, de las tensiones que lógicamente ha generado en la estructura territorial donde gobiernan en muchas comunidades y de los pulsos que han comenzado entre los barones –criticados y vilipendiados por el nuevo portavoz de la ejecutiva socialista Óscar Puente–. Pero el fondo de esta crisis vuelve a ser una tremenda incompetencia en muchos aspectos, de fondo y forma. Se habla de España con una tremenda frivolidad, cuando no desconocimiento e incluso maldad.

En 2017 dentro de una construcción como la Unión Europea, donde en las últimas semanas hemos comenzado a disfrutar también del roaming telefónico –cuántas veces nos lamentábamos al salir fuera y desactivar los datos del móvil– y donde se busca la unión y cooperación, se me antoja surrealista e irresponsable que el partido que más años ha gobernado en España mantenga un discurso pueril y ambiguo para contentar a los insaciables nacionalistas. Y sí, lo tildo de pueril porque creo firmemente que el nacionalismos excluyente y conflictivo catalán, tiene una carga de infantilismo muy fuerte; es una actitud ridícula sentirse tan distinto y querer trazar fronteras cuando la realidad de esta España autonómica es absolutamente democrática, descentralizada y plural. 

 En definitiva, un partido que aspira a gobernar una nación como España con 47 millones de almas y lanza unos mensajes de dudosa legalidad constitucional para agradar a quienes quieren romper la convivencia y la unidad que nos ha permitido crecer, avanzar y mejorar; se me antoja como gobernar o dirigir una familia intentando contentar a tu hijo/criatura/descendiente de 5 años, que como muchos sabrán no sabe bien lo que hace ni lo que dice y además suele ser insaciable. Señores del PSOE para hacer justicia a la historia común, al presente en convivencia y al futuro en unión (europea), dejen de hacer el juego a los díscolos y dejen la manipulación y utilización perversa del lenguaje, España como nación respeta y deja un gran margen a sus territorios, más que la mayoría de países de nuestro entorno y es nuestra garantía de presencia y seguridad en este complejo mundo.

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