Me encontré con Fiódor gracias a una vieja amiga residente en Trencaperols. La bondadosa y pulcra de la señora Amparo fue el gancho. Esther, su gran amiga, erudita y gran lectora tuvo el gusto de obsequiarme con un buen grapado de libros. Entre ellos se encontraban las obras completas de Dostoyesvki. Hace tiempo que la literatura rusa me apasiona. Al mismo nivel que a Fedor le enganchaba jugar a la ruleta. Con León Tolstói tengo otra historia vivida en el Cap i Casal que en otro momento narraré. No es tiempo. Ficción, claro está.
Al no disponer de mi nueva identidad pandémica, no tengo el visado, las húmedas noches del invierno valenciano las paso con Robin, Pyra y Fedor. Me detuve en las páginas de El jugador. Paginar mola. Leer más. Corren tiempos de que el azar, y no el azahar, nos exhuma de tapar algún agujero que otro. La suerte está echada. El próximo veintidós de diciembre se celebra el gran sorteo de la Lotería de Navidad. Hace alguna calenda que otra gracias a Charles Dickens escribí sobre el asunto. Sobre la doble moral del estado respecto al uso de los ciudadanos de los juegos del azar.
Enciendo poco el botón rojo de la televisión. No soy rojo, ni azul, ni naranja, ni verde. Mejor blanquinegro. De facto, hasta reyes del año pasado, no tuve una de esas inteligentes. La reina maga de mi hermana Dolo fue la culpable. Le agradezco el íntegro volcado que hace por mí. En uno de esos encendidos de la caja tonta descubrí un spot publicitario de Loterías y Apuestas del Estado con el deporte, no de las apuestas deportivas, que aburren hasta a la propia madrugada. Valores destacados del anuncio, el esfuerzo, la entrega y la superación entre otros.
Me sorprendió ver dicho slogan, más aún, cuándo existe cierta persecución ministerial hacía las empresas privadas que comercializan los billetes de las apuestas deportivas. Las zancadillas son constantes, inevitables por una cuestión de afán recaudatorio. También estoy ciertamente anonadado de cómo en pocos años los barrios periféricos de València, han visto desaparecer entidades o sucursales bancarias en beneficio de locales de apuestas. Por no hablar del amable spot publicitario para dar la bienvenida al gran sorteo del gordo.
Yo no estoy en contra del uso de los juegos de azar, ese día muchos ciudadanos tapan muchos y muchos agujeros. Yo denomino a ese premio cómo la democratización del dinero, solo pienso que un estado no debería criminalizar las apuestas de los otros, sector privado, en beneficio de las suyas, sector público. Sigo cada nit probando fortuna con Fiódor quedándome con una de las reflexiones de un capítulo de El jugador: "Paulina Alexdrovna insitió en repartir conmigo las ganancias de la jornada y me entregó ochocientos federicos. Me negué categóricamente y declaré que no podía seguir jugando por cuenta ajena..." Lo de compartir está muy bien, este Nadal la agencia encargada del anuncio lo ha bordado. Compartamos el premio. ¡Abran juego señores! ¡Hipocresía la justa!