VALÈNCIA. Cada vez que la viñetista Daniella Martí abre su libreta se enfrenta desde cero a una nueva realidad: un enorme espacio en blanco en el que debe construir un hogar para sus personajes. Para comenzar a situarse, dibuja unos pequeños cuadrados llamados “viñetas”, que le ayudan a dividir el espacio-tiempo y las acciones que llevan a cabo sus protagonistas, y que a su vez construyen su relato.
En estas pequeñas cajas de grafito caben infinitas historias, tan solo limitadas por su imaginación, que están esperando a ser contadas. A veces son historias de amor y otras veces son de desencanto, aunque como factor común casi siempre las dibuja en blanco y negro y le sirven para reflejar su realidad vital.
Este último año la artista ha puesto el foco en las historias sobre amistades, miedos, viajes y fronteras, que ahora se dan la mano en la muestra Una vida cabe en una maleta, que se inaugura el próximo 6 de septiembre en La Rambleta. Una exposición que mezcla cómic, instalación y humor gráfico para reflexionar sobre los “lugares desconocidos” y su realidad como mujer migrante.
Para componer este relato, Martí se sirve del testimonio de otras ocho personas migrantes como ella, que se prestan a hablar del duelo migratorio, y cuyas experiencias individuales ahora se salvan del olvido gracias al trazo de Martí: “Siento que cuando se habla de migración hay una visión muy homogeneizada, pero cada uno vivimos este desplazamiento desde un lugar único y distinto”, apunta la artista.
“En mis viñetas hablo de varios protagonistas y su manera de migrar, de sus historias que son una pequeña muestra de todo lo que nos pasa”. Para ello se rodea de varios amigos migrantes que conectan por “su deseo de adaptarse y ser reconocidos como iguales, como parte de la sociedad”, y cuyas historias ahora viajan a La Rambleta. Lo hacen a través de una veintena de viñetas con las que Martí reflexiona sobre la salud mental, los estereotipos de las personas migrantes y los hilos comunes que les conectan, como el cambio de identidad que viven al llegar a un nuevo lugar, pero sin poner el foco en el destino.
“No me fijo tanto en los lugares a los que se está llegando, sino en cómo nos hemos sentido en este proceso. Como la experiencia de migrar nos ha cambiado a cada uno y nuestros relatos”. En Una vida cabe en una maleta, la artista pone el foco también en algunos relatos positivos de la migración, que “les transforma, en la mayoría de casos, para bien” y que forma parte de quienes son. “La muestra no pretende responder a “por qué” migramos, cada persona tiene su historia y sus motivos. Lo que pretendo es generar un espacio en el que se pueda debatir sobre el tema, y trabajar en una muestra que tal vez plantee más preguntas que respuestas”, apunta la artista.
Ahora estas historias migran a La Rambleta hasta el próximo 6 de noviembre, cuando los dibujos originales volverán a la maleta de Martí, donde la artista mete toda su vida. Una bolsa de tamaño indefinido en la que cabe su ropa, sus lápices y sus libretas y aún sobra espacio para incluir las experiencias comunes que les unen a los “migrantes” que patrocinan su muestra, aquellos a los que les mueve “el deseo de adaptarse y ser reconocidos como iguales” más allá de los límites de las viñetas.