VALÈNCIA. El tiempo vuela. Ya estamos 'celebrando' el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers, una compañía que había sobrevivido a la crisis del ferrocarril, la Gran Depresión, dos guerras mundiales y así sucesivamente. No podía quebrar y arrastró al mundo. Mucho ha llovido desde entonces y muchas medidas se han implementado para evitar algo similar. El problema es que la próxima no será similar porque nunca lo es. La historia que mejor lo cuenta la cita Peter Lynch, hablando de las cuatro destrucciones del mundo de la mitología maya. La primera fue un diluvio, así que los supervivientes se trasladaron a tierras más altas y vivieron en los árboles. La segunda fue un terrible incendio, así que los que quedaron se huyeron de los bosques y se construyeron casas de piedra. La tercera fue un terremoto, así que… cogemos la idea.
El problema con el futuro es que es imposible de predecir. Sobre todo, para las cosas que importan de verdad, las que alteran radicalmente el entorno y las reglas a las que estamos acostumbrados. Como la crisis financiera, que popularizó el término 'cisne negro', señalando eventos de baja probabilidad y alto impacto , acuñado por Nassim N. Taleb. Como la cura que se aplicó fue la habitual (inyectar montañas de liquidez al mercado), en breve vinieron los excesos habituales. El capital riesgo vivió una época nunca antes vista, mientras que compañías con menos de un año de vida recibían valoraciones extraordinarias al más puro estilo punto com. Algunas de ellas se convirtieron en Whatsapp, pero no muchas más llegaron a nuestra vida diaria.
Sin embargo, nació el siguiente término: los 'unicornios'. Se trata de aquellas compañías con valoraciones superiores a 1.000 millones de dólares, denominadas así precisamente por lo raras que eran. Algunas de ellas empezaron a salir a bolsa, con suerte desigual, y muchos inversores empezaron a preguntarse si aquello tenía sentido. La historia no se repite, pero rima. ¿Cuánto dinero gana esta compañía? ¿A cuánto me la venden? ¿Proporciona algún producto o servicio de valor? ¿Es fácil para los competidores entrar? Todas esas preguntas apuntaban cada vez a menos compañías, las que contaban con valoraciones más modestas y negocios menos entretenidos, pero mucho más sostenibles y rentables. Compañías hechas para resistir la peor de las crisis, incluso un periodo de guerra. Las 'cucarachas', normalmente autofinanciadas.
Hoy el mundo sigue cambiando por sorpresa. El Reino Unido decide salir de la Unión Europea. Un empresario inmobiliario como Donald Trump rompe mano en política con el cargo de presidente de los EE UU. Millones de personas entran en Europa bajo el tumulto de los conflictos en otros países. Todo esto genera situaciones incómodas y evidentes, de las que nadie quiere hablar para no ser linchado por la hipócrita corrección política. Estas situaciones son los 'elefantes en la habitación', ante los que se mira hacia otro lado con la esperanza de que se solucionen por sí mismos.
Particularmente me parece útil la idea de los 'elefantes negros', situaciones evidentes pero incómodas, que nadie quiere abordar, y que aunque parecen remotas su impacto podría ser devastador. Este cruce entre 'cisne negro' y 'elefante en la habitación' lo acuñó Adam Sweidan, un inversor londinense, y creo que recoge la gran mayoría de situaciones ante las que sí se puede hacer algo (pero no se hace). Un ejemplo de 'elefante negro' es la excesiva confianza en el proceso electoral que confundimos con democracia. Simples arreglos, como la existencia de mayorías reforzadas para temas como el Brexit, nos ahorrarían a todos muchos dolores de cabeza. Pero no se puede ir mucho más lejos: sugerir cualquier tipo de meritocracia para ocupar un puesto público es pedir que lo linchen a uno.
Otro ejemplo es el uso de las fronteras económicas. Se vive en el dogma de que la globalización es 'buena' y el proteccionismo 'malo'. No se cuestiona, ni se pueden usar datos para matizar si el negocio es lo único que importa. En consecuencia, países con muy diferente consideración de los derechos humanos hacen negocios como iguales. Más o menos lo mismo ocurre con las fronteras geográficas: ¿Las mantenemos o no? Parece obvio que no todos jugamos con las mismas reglas, pero no se puede decir en alto sin que alguien intente sacar rédito político. Las consecuencias ya se nos olvidaron, pero a nuestros abuelos no.
También hay 'elefantes negros' en la micro y en los mercados: ¿Cómo van a soltar las montañas de deuda que tienen los bancos centrales y al mismo tiempo subir los tipos de interés? Suena a 'japonización', estancamiento y burbujas ocasionales. ¿Qué será de Europa, con los EEUU separándose cada vez más en casi todas las magnitudes que importan, y moviéndose hacia la independencia energética?
Por estas, y otras razones, conviene tener los ojos abiertos ante las cuestiones que pueden partir en dos la realidad y no se están abordando, probablemente por miedo. Ver la realidad como es, no como creemos que debiera ser. Y actuar en consecuencia, que normalmente es en contra de la opinión pública (que no privada) de la mayoría.
Alejandro Martínez es socio director de inversiones y cofundador de EFE & ENE Multifamily Office
El economista apunta que estamos ante un programa de expansión cuantitativa QE 4.2, con tipos de interés de la FED al "límite inferior cero" que prevaleció antes de diciembre de 2015
Dicho indicador, que está diseñado para indicar estrés en el sistema financiero, advirtió un año antes de la caída de Lehman Brothers que la cosa pintaba mal