Vino el ministro Rodríguez Uribes y nos dejó una ola previa de buenas intenciones. Lo esperado. No se salió del guión. Hay que exigir compromisos formales, aunque nuestro autogobierno sea muy “blandiblu”
En política siempre existe un guión. Nada es al azar, ni espontáneo. Sirve para las declaraciones matutinas o tweets y para los contertulios escogidos en los medios institucionales y generalistas, afines o no, que se distribuyen por los medios y, sobre todo, el argumentario. No hay que salirse del guión oficial si quieres continuar en la pomada. Es la cultura del “blandiblu”. Solo hace falta escuchar las tertulias del ruido mediático y a sus tertulianos, que son siempre los mismos, y salen de casa aprendidos. No siempre ha sido así. Por lo general han existido voces sueltas, pero ahora es casi imposible encontrarlas, salvo lapsus o que algo se caiga y convierta en evidencia, estilo cierre extremo del Museo Nacional de Cerámica que le cayó a Semprún recién llegado a la terreta y sin almorzar. Al menos, nos dio una lección de racionalidad, responsabilidad y contundencia. De otra manera el desastre habría sido monumental.
Una entrevista hoy fuera de guión es mucho más divertida que otra a piñón fijo, que es lo que nuestra clase política defiende o argumenta para quedar bien. Ese guión de gentileza al poder no lo siguieron en estas páginas mis compañeros Carlos Garsán y Ximo Aguar. Al menos lo intentaron por activa y pasiva. Pero el ministro de Cultura, muy valenciano de cuna, salió vivo por mucho que lo intentaron es esa larga charla de cuyo guión no se bajó, pese a los múltiples intentos. Así que Uribes, quien parece un buen tipo, al margen de que políticamente esté atado a una Ejecutiva, como cualquiera que llega a un gobierno o a una cartera que no es su territorio, salió airoso con sus intenciones fabuladas. Hasta quedó muy bien en las fotos de Kike Taberner.
El ministro bajó en una rápida visita de cortesía. Nos llegó lo que se dice aprendido para no desvelar casi nada. Todo ok con su ciudad y autonomía, esto es, mucho amor, paz y esperanza. Después ya veremos. Pero como ya estaremos de vuelta en la meseta, nadie se acordará. Todos en el fondo son iguales allá donde van, salvo si han de estirarse o entre manos existe un apoyo político regional necesario, que no es ni será el caso.
Los ministros son conscientes de que no saben lo que van a durar en el cargo. No pueden lanzar compromisos. Por ejemplo, un servidor ha visto pasar a la carrera y en apenas 27 meses tres conselleres de cultura -a nueve meses por cabeza- que decían lo contrario del anterior pese a ser del mismo color político. Y para un ministro que apenas se comprometió un poquito con esta autonomía, como fue César Antonio Molina, le "cortaron" la cabeza nada más regresar a Madrid para que su sucesora -González Sinde- cambiara de nuevo el discurso y todo volviera a empezar con su ascenso a la cartera. Nadie se acuerda de ella. Ni lo harán del actual sino cambia el chip.
No están los tiempos para hipótesis. En eso estoy de acuerdo con Uribes. Pero sí para conseguir algunas promesas, aunque no de palabra sino de firma y que comprometan al Gobierno central de tal forma que siempre se lo podamos recordar.
Con lo poco que tienen por aquí y el escaso compromiso político que demuestran con esta tierra y las escasas infraestructuras culturales que ni gestionan ni siquiera dejan gestionar con soltura. Lo bien cierto es que el Gobierno de Madrid no ha sido durante muchísimos lustros muy generoso con nuestras pobres reivindicaciones, que además son justas y nada disparatadas. Pero ni por esas. Por eso Uribes fue cauto a la manera de sus predecesores. Balones fuera no sea que le comprometan. Siendo consecuentes con nuestra actitud, nuestros gobiernos autonómicos o municipales, no han sido durante estos últimos años, nada peleones. Se han contentado con no molestar, aunque desde Madrid sí nos han impuesto normas, nombres y modelos más bien fracasados.
Anunciaba el ministro que pronto va a venir a Valencia unos días para ponerse, valga la redundancia, al día y mantener muchas reuniones con el sector cultural, esto es, tomar el pulso y conocer realidades y necesidades. Eso de “la carne en el asador” es lo que se nos ha quedado grabado, de momento.
Al menos, espero que escuche, aunque estoy convencido de que no pasaremos de ahí. Más aún cuando los presupuestos están ya fijados y el pescado vendido. Además, no es tiempo de grandes inversiones. Ya lo dijo él mismo nada más acceder al cargo. Pero al menos esperamos que nuestro gobierno autonómico, tan modoso como los anteriores, le cante las verdades a la luz pública y demuestre que para algo está, más allá de ejercer de mero anfitrión. No sucederá. Va a por la foto de rigor.
Yo no es que espero sino que deseo compromisos reales. Aunque sea a largo plazo, pero sobre todo que quede constancia por escrito de su corta o larga implicación con esta autonomía que no sólo está mal financiada sino que aporta por encima de lo que recibe que es apenas nada en los proyectos responsabilidad del propio Gobierno central y desatiende como norma de fe.
Por mi parte, lo que haría sería dejarle al ministro la posibilidad de que se explique en plaza pública en toda su extensión y sin guión. Y nos aclare cuál es su voluntad real, su verdadera implicación con una sociedad que tolera, consiente y hace la ola con demasiada facilidad pero no reivindica nada políticamente, pese a tener o alardear de un perfil nacionalista en el área que nos compete. Y que lo deje con su firma. Lo demás será, simplemente, más papel mojado. O sea, más de lo mismo. Lo de siempre, vamos, pero con el agravante de su procedencia, raíz personal, familiar y, supuestamente, sentimental.