Nada de Brexit. Mejor ‘Valeixida’. Es lo que nos toca afrontar después de esos presupuestos que esquilman sin escrúpulos inversiones que nos corresponden pero retiran como castigo a una sociedad como la nuestra: solidaria, trabajadora y paciente. Ya está bien de engaños, timos y compadreos políticos
Andamos estos días enfrascados en el lío de los presupuestos y el menosprecio centralista. Hasta se me escapa de las manos el número exacto de millones que nos quieren esquilmar en concepto de inversiones necesarias -está en torno a los 300, un recorte del 33% sobre 2016- pero que nos corresponden de hecho y derecho. De nuevo nos han dejado a la cola. Era previsible. De ilusión también se vive. No tenemos real poder valenciano en Madrid. Está diluido en siglas y el Gobierno prefiere no tener nombres afines no sea que algún escándalo vuelva a estallar, tenga que dar explicaciones o le salpique de lleno. Mejor pasar por aquí de tapadillo. O en plasma. Y a callar.
No sé cuánto tiempo ha transcurrido sin que tengamos a alguien próximo realmente de peso en el Gobierno central. Serán años. No estamos bien vistos. Normal. Con lo que todavía nos espera de banquillos y lo que aún queda por salir. Así que, no tenemos voz. Pero de eso hace ya mucho tiempo. No es nuevo. En resumen, no pintamos nada, salvo cuando nos visitan para reclamar votos. Entonces sí se efectúa algún que otro gesto, aunque sea circunstancial y las promesas acaben siendo incumplidas sistemáticamente. Hasta nos colocan “cuneros” o abraza cadáveres estilo Murcia y, antes la CV, enviados desde Madrid como hombres de negro y de dudosa reputación, como se vio en su día.
Tenía razón la vice Mónica Oltra cuando hace apenas unos días afirmaba que si no le montas un “pollo” a Mariano Rajoy no eres afortunado económicamente en la tómbola centralista. Estuvo acertada. Su argumento está más que demostrado. Añadiría que si además no prometes fidelidad eterna a esos que otean el horizonte o les ofreces tu voto y lealtad estás de sobra. Observen si no a vascos, catalanes, canarios… Ellos sí reciben por un simple voto y mucha pleitesía lo que reclaman a cambio de tranquilidad o menores amenazas de bronca política. Hasta les montan oficinas gubernamentales en sus territorios para demostrar la perfecta sintonía con la que satisfacer caprichos, comprar voluntades y ganar adeptos rápidos.
Nosotros no tenemos lo suficiente con aportar al PIB lo que no está escrito y menos recaudar impositivamente para disfrute de otros mientras nos continúan negando el pan y el vino.
Visto el último borrador de presupuestos somos subautonomía. Lo peor de todo no es que se nos margine a la hora del reparto o que se nos nieguen inversiones necesarias sino que hasta se utilizan los presupuestos generales con intereses partidistas y políticos, esto es, para castigar gobiernos o sociedades que no se ponen de rodillas. No es nuevo. Es una vieja cántiga que nunca cambia, por mucho que lo hagan los colores.
Todo esto nos debería llevar a un análisis o una reflexión mucho más seria y directa. Como sociedad no pintamos nada. Nos utilizan alegremente. Los políticos o los gobiernos centrales no parecen pensar en las necesidades reales de los ciudadanos que están al día de sus impuestos. En absoluto. Creen que el dinero es suyo porque lo manejan y por ello deciden en qué invertir o la mejor forma en la que fastidiarte. El resto les da igual. Y como viven en su atalaya de privilegios, endogamia y mundo ficticio porque saben que seguirán vinculados de una u otra forma a sus mundos de Wally pasan de reivindicaciones y demandas ciudadanas más que justas y necesarias. Son casta. Cada vez más. Y lo peor, esconden bajo sus alas la corrupción para protegerse entre ellos, como nos ha vuelto a advertir el CIS.
El arte de la política se ha convertido en una desagradable vendetta en la que los afectados no son las fuerzas políticas sino los ciudadanos, sean del color que sean, aquellos que aportamos el dinero para que nos lo devuelvan en inversiones necesarias y para que las sociedades avancen. No son caprichos, como esos que nos han llevado a déficits imposibles de cumplir por simple torpeza y que ahora pagamos todos sin que se aplique a fondo la justicia en forma de martillo hidráulico sobre mangantes, comisionistas de todo lo que les rodeaba y manirrotos del desastre.
Esto, si me permiten la expresión, resulta una auténtica tomadura de pelo. Se castiga a los políticos no afines pero la consecuencia colateral es general. Y esto no es que sea una simple reivindicación política sino que es un sentir general que pasa por ciudadanos, partidos, ayuntamientos, autonomía, sociedad civil, empresarios, sindicatos…Si somos tantos los que consideramos estar mal financiados, por no decir más que infrafinanciados, y por una vez nos ponemos de acuerdo es que no andamos tan equivocados.
Como ciudadano de a pie, lo que me duele es comprobar que no se gobierna realmente para la ciudadanía sino contra ella de forma caprichosa y tendenciosa, que es mucho peor. Como es de esperar, después de ahogar, se soltará un poco la mano con algún que otro gesto para demostrar que realmente no eran tan malos ni crueles con la sociedad valenciana; no, era un simple despiste circunstancial remediable con unas promesas o unos milloncitos más con los que acallar reivindicaciones más que justas, necesarias y consecuentes con la realidad en la que vivimos y nuestra real aportación a la economía española. Que es muchísimo.
Pondré un par de ejemplos de lo que ha sido mi territorio en los últimos treinta años. Cuando gobernaba el PSOE los diputados del PP reclamaban dinero para el Palau de les Arts, el San Pío V —veinte años esperando unas obras de dignificación que al parecer nos han regalado sin merecerlas— el IVAM, Sagunt a Escena, el Archivo del Reino… Cuando gobierna el PP la reivindicación es exactamente la misma. Pero nada ha cambiado.
Esta vez yo sí montaría un buen “pollo”, de los grandes. Pero sobre todo social, no manejado. Todos estos burócratas y políticos de perfil bajo que manejan nuestros intereses e impuestos caprichosamente, y lo peor, de espaldas a la sociedad y su auténtica realidad lo merecen. Y tanto. Pero un buen “pollo” que demuestre que esta sociedad no está adormecida por el sol, la buena gastronomía y el meninfotisme que habitualmente nos caracteriza. Por desgracia, ni en esto soy optimista. Por eso me declaro el primer Valeixida.
Transcurridos dos años de legislatura autonómica y municipal tengo para mí que poco o nada pintamos en Madrid y menos en Europa. A falta de cumplirse el trámite en el Senado de apoyo a los PGE, nos hemos quedado como estábamos. Los vascos y los canarios, no