el cudolet / OPINIÓN

València: el crucero se viste de etiqueta y el Mediterráneo se mancha

10/09/2022 - 

Fui crucerista en un periplo corto de vida, encontrando en este pasatiempo marítimo una forma de conocer mundo en el menor tiempo posible minimizando los costes. En 1983, con apenas ocho años de edad zarpé desde el Puerto de Barcelona en el crucero, Leonidas Brézhnev. Había fallecido mi abuelo, y mi abuela decidió invitar a todos sus hijos, nueras, yernos y nietos. También nos acompañó Emilio Meseguer cura y amigo de la familia que desempeñó sus funciones religiosas en dicho barco. En el crucero, viajamos si no recuerdo mal y la memoria no me juega una mala pasada, dos familias numerosas, una de València y otra de Madrid. Hicimos un gran gemellaggio. Es lo que tiene acudir a la llamada del capitán. 

El itinerario fue largo, visitando muchos puertos y algunos estados, Génova, Palermo, Nápoles, Constanza, Atenas, Estambul, e incluso las ciudades de Yalta y Odesa en la antigua Unión Soviética. Inolvidable. Las mezquitas, el Partenón, la supuesta casa natalicia de Cristóbal Colón, las figuras de Lenin, el vodka, el baile Kalinka fueron entre otras, vivencias que nadie te las puede arrebatar hasta que uno parte a la otra vida. La desconocida. La no explorada. La no deseada. Luego vinieron dos cruceros más a la saca en el año 2005 y 2012, ambos discurridos por el mar Mediterráneo.

Hoy por hoy, he de reconocer que siento el gusanillo de volver a poner rumbo a toda vela, para eso hay que disponer de una amplia billetera y de un reloj sin agujas. Detener el tiempo en mi caso. En la actualidad, la ciudad València se ha convertido en un reclamo turístico para cualquier ciudadano del planeta tierra. Incuestionable. Y no por ello, los valencianos debemos aprovechar esa porción del pastel. Tampoco podemos mirar hacia el otro lado, y no resolver los graves problemas que nos estamos encontrando los que hemos decidido avalar que las ciudades, en primer lugar son para los que la vivimos, y en un segundo plano para los que la visitan. Eso no quiere decir que no seamos hospitalarios, que lo somos. 

Al ser una ciudad marítima y portuaria, el Cap i Casal se ha integrado a la perfección en el circuito de cruceros internacionales. No cabe ninguna duda siendo nuestro Puerto receptor de los buques del divertimento. Esta actividad turística además de reportar beneficios genera inconvenientes, y a veces,acarrea hasta serios problemas de convivencia. No hace falta tirar de hemerotecas. Conocemos a fondo la opinión de la Asociación de Vendedores del Mercado Central o de los vecinos de Nazaret respecto a la visita de los cruceros. 

A esto hay que sumar los problemas de contaminación derivados por los microplásticos que los cruceros generan en el mar. Estos provienen de aguas residuales de las piscinas, lavabos, lavanderías, fregaderos, causando la muerte a muchas especies marinas y perjudicando seriamente a la salud del medio ambiente. El Puerto de València debe ser consciente de este asunto. Los valencianos no podemos ser cómplices de esta nueva e "invisible"  modalidad de contaminación plástica en los océanos. Y para terminar debo parafrasear al actor Dustin Hoffman en el Graduado. Los plásticos tienen un gran porvenir. Piénsalo ¿Lo pensarás?

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