La identidad visual también puede configurarse a partir de la iluminación de los edificios emblema. ¿Pero cómo lograrlo sin convertirlo en un show de luces?
VALÈNCIA. La distancia entre un monumento iluminado de noche y un paraje con llumenetes en ocasiones es demasiado corta.
Desde que el Empire State se ilumina constantemente con los colores de la rojigualda ante los innumerables éxitos de la nación española, nuestras ciudades han cogido el estrafalario gusto de iluminar sus monumentos principales de un sinfín de colores, hasta recorrer toda la pantonera, como si un mono con los canales RGB en sus manos andara suelto en la urbe.
En cualquier instante de tu paseo nocturno puedes toparte con la Porta de la Mar tuneada de amarillo fosforito, el Palau de les Arts imperial con un azul color gas recorriendo su piel. Como cuando tu primo colocó una bola disco en el salón y apagó las luces.
Hay una buena y una mala noticia al respecto. La buena es que la iluminación del patrimonio ofrece una ocasión perfecta para comunicar. La mala es que para que esa comunicación sea efectiva... habría que hacerlo bien. Es decir, comenzar preguntándose por qué y para qué.
“Tanto en edificios como en otras instalaciones o esculturas lo más importante a la hora de empezar a estudiar la iluminación adecuada es saber qué se quiere comunicar”, introduce Pablo Álvarez Pelegero, uno de los socios fundadores de Vitamin Arte, compañía de proyectos interactivos acostumbrada a que se haga la luz. “Habría que hacerse varias preguntas: ¿Queremos resaltar parte de la arquitectura?, ¿queremos enviar un mensaje?, ¿queremos promocionar una marca/logotipo?, ¿queremos apoyar una campaña? Una vez tenemos claro el motivo y el mensaje de la iluminación es cuando podemos empezar a trabajar en dos aspectos fundamentales que son la intensidad y el color”.
Quizá, tras esa batería de preguntas, se podría llegar al tuétano del desafío lumínico: ¿se quiere poner en valor al edificio?, ¿resaltarlo? Y entonces calibrar el riesgo, tan habitual, de que el acompañamiento visual acabe compitiendo contra el propio patrimonio. ¿Qué edificio señero dices que hay detrás de ese verde fosforito?
Para definir el color que iluminará el monumento, Pablo Álvarez explica el ‘juego’ por dentro: “existen luminarias monocolores y también luminarias RGB que permiten hacer ajustes de los canales por separado consiguiendo una amplia gama de colores. Es importante saber, que, aunque con las luminarias RGB es posible obtener luz blanca (los 3 canales RGB al mismo valor) esta luz suele ser una luz fría y poco uniforme. Para conseguir una temperatura del color blanco especifica (Blanco cálido 3000K) habrá que añadir otro canal, normalmente denominado W, por lo que la luminaria será RGBW. Este último canal, White, permite añadir blanco puro y estable a los ya mencionados canales RGB”.
“La complejidad de la arquitectura -sigue Álvarez- es un punto clave a la hora de decidir la ubicación de las luminarias. Las sombras que producen los diferentes elementos arquitectónicos pueden ser un grave problema y muchas veces difícil de prever. Es importante también ser conscientes de no excederse en la potencia ni en la orientación de la luminaria para no contaminar lumínicamente el entorno”.
Uno de los edificios renovados que mayor integración lumínica muestra es el Tinglado 2. Joaquín Andrés, miembro del estudio homónimo de arquitectura que afrontó su reforma, explica en qué consistió la misión: “En el caso de edificios con un interés patrimonial, como fue el caso, las pruebas lumínicas nocturnas ya en obra son de suma importancia. Durante una semana se probaron todas las noches diferentes soluciones, hasta que se llegó a la que consensuadamente se consideró más idónea para resaltar los volúmenes, formas y valores del Tinglado”.
En ese caso -desliza Andrés- la función del espacio fue el principal motivo para decidir cómo se iluminaría. “Se tomaron en cuenta dos vertientes: una en el interior que trataba de resolver más un requerimiento funcional: el de una plaza pública en la que se van a celebrar a lo largo del año diferentes eventos, pero también con un uso predominante, como es el patinaje. La otra vertiente es la monumental, cómo se ve el edificio desde la distancia, y su relación con la ciudad y la lámina de agua de la dársena. Qué elementos se quieren resaltar.”.
A partir de ahí, “había que contar con condicionantes previos como aprovechar algunas luminarias led instaladas en fases anteriores. El control de la intensidad y de los distintos sectores del Tinglado de manera remota fue otra de las premisas de partida. Se optó por unas ‘campanas’ led acordes al pasado y lenguaje industriales del edificio”.
El siguiente paso por llegar tiene que ver con el movimiento: “echamos en falta más dinamismo y movimiento. (...) La iluminación de edificios suele ser bastante estática con ligeros cambios de color. Nos gustaría ver -adelanta Pablo Álvarez de Vitamin- una iluminación interactiva donde los transeúntes puedan interactuar. La plaza del Ayuntamiento de València es un entorno perfecto para ello: peatonal y con edificios son espectaculares”.
Pero, sobre todo, apaga la luz al salir.