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La ciudad y sus vicios

València, esa ciudad imprevisible que atrae a artistas plásticos de alrededor del globo


Un reguero de jóvenes artistas internacional llega aleatoriamente. El curioso rol de València como lugar donde estar mientras trabajas para cualquier parte. Acercamiento al fenómeno

18/11/2017 - 

VALÈNCIA. Es extraño que lo que separa a València de las grandes ciudades y capitales sea justo la diferencia que nos hace más competitivos. Es más extraño todavía que justo esa diferencia sea la que queremos laminar por razón de una ambición entre voraz y pretenciosa.

Hechos: como un movimiento desperdigado y callado València se revuelve como lugar de atracción para artistas plásticos que en los últimos meses llegan a la ciudad atraídos por razones bien básicas. Casi todos tienen una edad similar, en torno a la treinta, y unos problemas y necesidades parecidos.

Estudios talleres como La Persiana de Benimaclet (si lo buscas en Google te aparecen solo reparadores de persianas urgentes y económicos) se han convertido en moradas de bienvenida que colman aquello que andan buscando los artistas recién venidos.

Del sur de Francia, de Malta, de los Alpes o Buenos Aires, sus motivos se entrecruzan y ponen a Valencia en el foco. Un spoiler propio: la calidad de vida es el factor más redundante. Hasta ahora una razón accesoria, considerada frívola, rozando el chovinismo desatado, pero hecha eje propagandístico para motivar a creativos foráneos.

Steven Scicluna (aka Lefty Le Mur) es ilustrador, diseñador y explora gráficamente las culturas visuales. “Me gusta buscar en las cosas que nos hacen tan diferentes culturalmente, que demuestran la diversidad caleidoscópica del ser humano, representarlo de una manera simbólica y gráfica”. Scicluna se refiere a València como “un mundo que todavía estoy descubriendo”. La mezcla de culturas, su reflejo en la arquitectura, la simbología, los idiomas, las religiones, la historia, la semiótica, Jung, Calvino y las ciudades impregnan sus obras de color.

 

Lleva en la ciutat desde 2016 pero -aquí otro patrón común- pasó unos meses de Erasmus en 2010. La beca europea como infalible vía de introducción. 

El artista Lefty Le Mur tiene varios nudos poderosas que explican su vinculación a Valencia. Enumeremos…

-“Es una ciudad muy agradable. Me acuerdo decir a mí mismo que volvería aquí algún día”.
 -“Es barata”.
-“Tiene un nivel de arte y diseño muy bueno, incluido el graffiti”
-“Ah sí, es tranquila y de tamaño muy manejable”.
-“Tiene un tiempo y una luz fantásticos”.
-“Y un río loco lleno de árboles”.
-“Horchata”
-“El Mediterráneo… aunque también las montañas cerca”.
-“Todo está un poco escondido en València. Tienes que buscar mucho… Pero después de un tiempo te das cuenta que hay muchísimas cosas pasando aquí”.
-“Para alguien un artista que utiliza material reciclado València, con su montón de muebles tirados por las calles, es un paraíso”

Quizá lo que sirve de síntesis es la razón por la que dejó Londres para ir a València: “lo más increíble es que aquí rápidamente encontré un espacio bueno para trabajar en un taller fantástico y hermoso, algo que no me fue posible en mis seis años viviendo en Londres”. 

La alternativa de descongestión frente a las metrópolis como ventaja competitiva al alza.

Paul Loubet es un artista francés, aunque de se fue del sur de Francia hace diez años y acabó recalando en Buenos Aires. Su arte es una mezcla entre lo primitivo y lo futurista, una suerte de balanza del tiempo. “Tanto maestros abstractos modernos como pintores de arte bruto, tanto antiguos tapices como los primeros videojuegos, tanto arquitectura monumental y brutalista como graffitis primitivos de los setenta”. 

Llegó hace apenas un año en busca de un lugar alternativo a Buenos Aires, “necesitaba un lugar cómodo y caluroso”. Instalado en un bajo del barrio de El Carmen hecho taller artístico, Loubet desenfunda sus creaciones que saben completamente a nuevo. Desde allí, esto es, desde aquí, ha ganado el premio revelación de Arte Urbano 2017 en Francia y en unos meses expondrá en el prestigioso Palais de Tokyo, en París.

Explica su estancia en València de una manera natural: “la luz, la comida (¡porque se come estupendo!) y la medida, tiene la medida perfecta de todo”. “Para un artista como yo es perfecta, aunque quizá alguien más necesitaría algo más explosivo y extremo”.

No hay mención para medidas de estímulo creativo, ni ayudas al talento, ni entramado de instituciones… Sólo fondo vital como base de atracción.

Si Loubet llegó desde Buenos Aires la artista Manon Guillet lo hizo desde los Alpes, desde la ciudad francesa de Grenoble. Su arte, con la línea como fuerte protagonista, rompe poco a poco los límites del dibujo para girar a la pintura. “Dibujo y pinto lo que me conmueve, una necesidad de romper con el lenguaje, de expresar en silencio; un intento no para ver, sino para mirar. El color de las ojeras, la gente en la calle, la pertenencia a la masa, la soledad aún en comunidad…”.

Cuando Guillet llegó a Valencia, hace cuatro años, lo hizo vía Erasmus para terminar Historia del Arte. “Necesitaba cambiar de lugar de vida”. Le sorprendió, claro, la luz (¿qué pasa con la luz? Los que nacimos aquí viviremos en la frustración de no saber cómo es verla llegando de afuera). Terminó enamorándose en València, creando su obra en Benimaclet. 

Cuando aporta valores diferenciales por los que estar en este punto de la costa este es una buena elección para un artista, mira al precio y al valor. “València me permite tener un espacio de trabajo que no podría tener en mi ciudad y es por ese espacio por lo que valoré quedarme aquí. Con poco puedo sobrevivir, haciendo idas y vueltas hacia Francia para exponer”. El curioso rol de la ciutat cono lugar donde estar mientras trabajad para cualquier parte. “Si estuviera en Francia no podría tener la calidad de vida que tengo aquí dedicándome únicamente a la pintura”.

Muchos de los recién llegados acaban pasando en algún momento de su etapa valenciana por Sebastian Melmoth, tienda, galería y templete en la calle de Sant Ferran. Un epicentro aglutinador. O algo así. En una noche a las seis y media de la tarde hablo con uno de sus dos fundadores, Roberto Martín. “Debido al boca a boca muchos pasan por aquí cuando aterrizan en la ciudad para enseñarnos su obra y generalmente organizamos alguna exposición o ponemos a la venta alguna pieza en la tienda. Lo que más nos atrae de estos artistas es que muchos nacen del arte urbano y marginal y aunque no lo parezca a primera vista somos gente que tenemos una visión muy parecida de la vida y del arte, con la mayoría de ellos  acabamos teniendo una relación de amistad”.

Siguiendo con la indagación le pregunto el porqué de ese reguero de artistas cayendo aquí de una manera espontánea. “Creo que la mayoría de estos jóvenes artistas están acercándose a València en primer lugar por un motivo económico. Comparado con París, Londres, Madrid, etc. València todavía es una ciudad muy asequible y un artista puede vivir perfectamente sin gastar todo su tiempo preocupado en cómo pagar el alquiler. Así surgieron (salvando las distancias) muchas de las explosiones culturales que conocemos, como la "generación perdida" en París de los años 20, el Berlín de los años 90 o en la actualidad Lisboa. Por otro lado, muchos de estos artistas me hablan de la luz, los espacios y las distancias de la ciudad o que encuentran un idioma similar con otros artistas en València. Eso es algo que les sorprende, que en una ciudad aparentemente pequeña en comparación con las grandes urbes encuentran las herramientas necesarias para desarrollar su discurso y su arte”.

Qué extraño que nuestro diferencial más atractivo para un artista sea el rasgo más natural, el más improvisado, el menos planificado. 



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