València, la pérdida de su esencia turística

La reciente apertura del Hard Rock Valencia me ha traído a la memoria sensaciones de hace 11 años, cuando desde nuestra consultora trabajábamos con un grupo inversor y la famosa marca de restauración para traer a Valencia el primer Hard Rock. Sus responsables de desarrollo para Europa tenían claro en 2005 que Valencia era una ciudad interesante y si no llega a ser por la burbuja inmobiliaria de esa época que hacía imposible encontrar un local más grande del actual a un coste decente,  la operación hubiera salido. Como curiosidad os podré decir que la marca por aquel entonces propuso que el local fuera el Ateneo por su dimensión y ubicación lo que ya lo terminaba de complicar. En esos momentos tengo que confesar que la posible llegada de ésta marca junto con el aterrizaje por esas fechas de los primeros Starbucks me emocionaban como consumidor y me hacían creer que mi ciudad se abría al mundo y comenzaba a entrar en las grandes ligas del turismo. 10 años después y teniendo en cuenta que trabajo como consultor turístico para muchos destinos en el mundo y he visto muchas realidades parecidas a las nuestras no estaba siendo consciente que València había comenzado un proceso descontrolado hacia la perdida de identidad de su oferta. Lo que en una época eran calles con comercios locales en tiendas de bellas fachadas y cuidadas  marquesinas se venían a instalar franquicias de comida de todo tipo, desplazando por no decir aniquilando los bares, cafeterías y comercios locales que hacían de esta parte de la ciudad, de un espacio con identidad propia que servía como esencia y valor añadido para la demanda turística.

Seguramente si no me explico podrá entenderse que hablo desde una visión negativa del turismo, nada más lejos de mi voluntad, ya que es mi modo de vida. Sin embargo sí que necesito dar un toque de atención a todos los actores que formamos parte del turismo de esta ciudad para no caer en lo fácil, dejando el espacio público y privado a las propuestas gastronómicas y comerciales sin esencia, para las que aparentemente no existe control en el tipo de carcelería o imagen que trasladan.

El desarrollo turístico es un proceso a pesar de lo que muchos piensan que puede gestionarse, ordenarse, pero claro, para eso debe existir un proceso reflexivo sobre lo que queremos ser de mayores, cosa que sinceramente no se ha realizado como ciudad en serio nunca. Los planes estratégicos que se han llevado a cabo han estado pensados en clave de promoción y no de ordenación y planificación de la ciudad turística que necesitamos.  Cuando los deberes se hacen bien una ciudad puede ordenar que tipo de turismo quiere y como se responde a él con una oferta de comercio y hostelería adecuada, una ordenación urbana concreta y una apuesta firme por atraer demanda de interés.

Las instituciones turísticas de un destino no tienen tan solo la responsabilidad de la promoción sino también de pilotar su ordenación para su adaptación al modelo de ciudad turística que queremos tener y no la que el mercado quiere provocar, y eso nos ha faltado siempre, antes y ahora.

El sector privado también debe alinearse en este proceso reflexivo y perdonadme si me equivoco pero tampoco lo está exigiendo. Es verdad que no se puede limitar el libre comercio o la libertad que cada tiene para montar  su negocio donde quiera, pero si sembramos patatas solo recogeremos patatas.

No me gustaría que la ciudad en la que vivo, dentro de 10 años más, no tengas lugares auténticos y todo lo que pueda encontrar sea lo mismo que veo en otras ciudades que por desgracia perdieron su savoir faire, creo que aún estamos a tiempo para reorientar el proceso pero es un trabajo de todos, en el  que sin duda la iniciativa pública debe dar el primer paso.

Alberto Galloso es socio-director de Soluciones Turísticas