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el tintero / OPINIÓN

Valencia se queda desierta

Es algo que suele suceder en muchas ciudades –excepto en grandes capitales–, llega el verano, el calor, las vacaciones y las calles se quedan vacías. Pero en nuestra ciudad alguien las ha vaciado 

26/07/2017 - 

Tras la polémica del carril bici –zanjada como casi todo por una importante dosis de meninfotismo y no porque todos seamos ciclistas de repente, cada día veo más grupos en bici pero de turistas–, el inefable concejal napolitano Giuseppe Grezzi ha conseguido imponer una norma que se podría calificar de absurda e innecesaria: prohíbe aparcar en el carril bus y deja las calles desiertas. Lógicamente esto no es Londres (ni ganas) y no hay población suficiente para tener un autobús cada cinco minutos. Algunos consideran que habría que ampliar la frecuencia del transporte público ¿y quién paga todo eso?  

Grezzi está satisfecho y convencido de que está en lo cierto, hay datos para todo –aumentan los pasajeros de autobús, pero no le preocupa si bajan los clientes de los bares–. Quizá sea bueno una aproximación a la persona para entender su visión, nació en una localidad napolitana de unos 20.000 habitantes, viajó y estudió en diferentes países hasta que a principios del siglo XXI se instaló en Valencia, militó en Los Verdes, protestó contra los gobiernos del PP y ahora es el hombre que rige los destinos –nunca mejor dicho– de un millón y medio de valencianos –esa es la cifra que alcanza Valencia con su conurbación, es decir, con esa pobre gente que vive a unos quilómetros de la ciudad y utiliza el coche–. Tengo la percepción de que hay un abismo entre la aparente sencillez, casi felicidad que desprende el concejal cuando anuncia una medida y las dificultades y complicaciones que esas decisiones generan en la vida y las empresas de miles de personas.

En las últimas semanas y con diferentes grupos de amigos hemos abordado el tema y suele haber disparidad de opiniones, de esta experiencia extraigo la conclusión de que hay una élite urbanita que no piensa en la cantidad de gente –generalmente una clase media castigada por la crisis– que vive fuera de la ciudad, muchas veces porque había viviendas más asequibles económicamente y vienen a salir los fines de semana y ahora han dejado de hacerlo porque ni todos los parkings abren toda la noche ni se ofrecen tarifas realmente económicas. Y es lógico, los dueños de aparcamientos no son una ONG que viene a salvar las desafortunadas políticas de Grezzi. Al final resultado es fatal para todos.

Las calles de Valencia están desiertas los fines de semana no sólo por el calor y porque en esta época el ocio nocturno se desplaza en masa a la Marina de València. El carril despejado tiene su reflejo en terrazas vacías, bares donde hay que reducir el personal y pubs que cierran mucho antes del horario que permite la ley por falta de público. Desde que se aplicó la norma no he dejado de preguntar sobre los efectos en bares, cafeterías, restaurantes del Ensanche y todos confirman lo que era razonable que ocurriera, menos público y por tanto menos ingresos.

Desde FOTUR –Federación de Ocio y Tursismo– su presidente Víctor Pérez ha explicado que la bajada de la facturación se estima entre un 30-40% y sigue pidiendo una reunión con el concejal de movilidad para plantear alternativas viables que no perjudiquen de una manera tan directa y agresiva al sector de la hostelería en Valencia. 

Hace dos días a preguntas de los medios sobre porqué no recibía a FOTUR, el concejal se fue por peteneras, repitió que se había reunido con la Federación de Hostelería y dijo el clásico “tomamos nota y en base a la agenda los recibiremos”. Y ante la pregunta donde le recordaron las soluciones intermedias que proponen algunas asociaciones dijo que seguiría en sus trece y punto. Argumento: “yo lo he visto personalmente, viernes y sábado estaban las mesas llenas” Grezzi dixit.   

Se ha creado una recogida de firmas on line contra dicha prohibición y una campaña de concienciación para coordinar a los sectores implicados y que debería servir para explicar y trasladar a la ciudadanía la realidad de cientos de negocios que van a sufrir la destrucción de empleo por una decisión que requiere mayor debate y consenso. Parece como si uno de los mayores avances de la humanidad (el vehículo) fuera un objeto molesto, peligroso y obsoleto. Los coches son economía, especialmente en Valencia con la factoría Ford siendo un referente de nuestra riqueza empresarial, son civilización, avance, progreso, comodidad, seguridad y muchas más cosas. Una vez más, es lamentable que se cree un problema donde había una inteligente solución. El debate seguirá abierto y las calles vacías. 

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