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NOSTÀLGIA DE FUTUR  / OPINIÓN

València siempre será portuaria

El futuro de una ciudad portuaria es el de intercambiar más conocimiento y menos cosas

11/02/2022 - 

La mayoría de ciudades más prósperas del mundo han sido ciudades costeras y portuarias que se han beneficiado de su posición geográfica, como espacios de entrada de productos, innovaciones, personas e ideas; las que han seguido siendo prósperas es porque han sido capaces de reinventar su posición.

El mar ha sido siempre un gran recurso para la vida. Nos alimenta física y emocionalmente, nos da una superficie para transportar cosas pesadas, nos conecta con los fenómenos meteorológicos, visibiliza la gravedad o los cambios lunares. El mar es parte de nosotros.

Ha sido por eso, entre otras cosas, que las ciudades portuarias han prosperado tanto. Y no lo han hecho solo en términos cuantitativos sino también han ido tomando un carácter y una cultura particulares. Las ciudades libres de la Liga Hanseática, las ciudades estado –como Venecia en su momento o Singapur ahora–, las joyas mediterráneas como Nápoles o València, han vivido una relación simbiótica con el mar; basada en el intercambio constante de sabores y saberes. La mezcla y la creatividad son los combustibles de su evolución.

Las ciudades portuarias han sido —y deberían seguir siendo— el punto de conexión entre lo local y lo global, entre el mundo en el que habitamos día a día y el sueño de los aventureros que pisan tierras lejanas. Es una imagen poética pero también muy práctica. Las ciudades portuarias eran un portal a todo el mundo desde una realidad completamente local que se veía nutrida de ello: la realidad que comía el pescado, enviaba los productos de fábrica, o llenaba los astilleros de mano de obra.

Es importante pensar y repensar cuál debe ser el rol de una ciudad portuaria hoy en día y que significa esa conexión con el mundo. Creo que en esto, nos hemos equivocado de camino ya que el modelo por el que se apuesta hoy en día rompe la conexión global-local a la que me refería. 

Los puertos se configuran como meros espacios de almacenaje y envío, desconectados demasiadas veces de la producción local. Son pura carga y descarga. Si vemos los datos del Puerto de València (April 2021) el 53% de los contenedores eran de tránsito –lo que significa que no tenían nada que ver con la economía del país– y el 13% iban simplemente vacíos.

Esa desconexión se traslada también a los modelos de desarrollo de las áreas logísticas adyacentes y a la manera de pensar las infraestructuras. ¿Cómo es posible que aún estemos permitiendo desarrollar un polígono industrial segregado como la ZAL en una zona con tanto valor natural y comunitario?

Con la doctrina del crecimiento infinito, la incapacidad de prever el futuro que vendrá –pensemos en la ruta del ártico, la automatización o la reindustrialización– se hace evidentemente la necesidad de pensar mejor qué significa ser una ciudad-puerto. 

València será siempre una ciudad portuaria. Mi apuesta es que la ciudad-puerto del futuro tenga que ver con intercambiar menos cosas y más ideas. Signifique menos carga y descarga y más conocimiento. Menos camiones y más innovación. 

Si a las ciudades portuarias las define la porosidad y la apertura, ¿por qué todavía vemos tantas vallas? Recuperemos la esencia de lo portuario, la del contacto íntimo con el mar y la del respeto al mismo, la de la mezcla entre personas, la de la constante exposición a lo nuevo y lo diferente. La que transporta de manera eficiente solo aquello necesario. La ciudad sostenible, claro.

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