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CAVALL DE BASTOS / OPINIÓN

Valencianos: fenicios y ejercientes

Aunque las administraciones implicadas en la Operación Taula ya no están gobernadas por el partido imputado-investigado, los valencianos ya tenemos la fama. Y viene de mucho más lejos, de un siglo de antigüedad

31/01/2016 - 

La llamada 'Operación Taula' que a los valencianos, seguramente ya curados de espanto, nos ha parecido un caso más en la retahíla, parece que ha tenido un fuerte efecto en España, en el sentido habitual de ahondar en los tópicos. Como es habitual, los titulares hablan de los políticos implicados, y en los cortes de voz las habituales charlotadas de Alfonso Rus y la peculiar imagen del arrepentido Benavent. De elementos que podrían relacionar el caso con la metástasis de corrupción a escala española -el ya habitual 3% de comisión-tipo, la implicación de constructoras y concesionarias de servicios públicos que nos hablan de una manera muy concreta de hacer capitalismo que no es ni mucho menos sólo valenciana, nada de nada.

Aunque las administraciones implicadas en el caso ya no están gobernadas por el partido imputado-investigado -como sí ocurre en la mayoría de territorios hispánicos con problemas similares- los valencianos ya tenemos la fama, y es inútil que sea público y notorio que otros se dedican a cardar la lana, aunque sea con las mismas empresas y los mismos porcentajes de comisión por obra. Pero esta percepción tiene poco que ver con el comportamiento público y privado en las últimas décadas. Viene de mucho más lejos, concretamente -y al menos- un siglo de antigüedad, cuando éramos un próspero país dedicado a la agro-exportación y algunos pocos distritos industriales que salvaba la maltrecha balanza comercial española con naranjas y pasas. Pero ya ni en esa época éramos lo bastante buenos para la intelectualidad hispánica encarnada en la sacrosanta generación de 1898. 

Escribía Miguel de Unamuno en 1909 “[Valencia] tiene fama de estar movida más por instintos -más o menos nobles- que por inteligencias y más por pasión que por reflexión”. Lo hacía aquí mismo, en un acto de homenaje académico a Charles Darwin, demostrando haber entendido perfectamente las tesis del científico británico. En 1919, Ramón María del Valle-Inclán se unía a la fiesta a lo grande “la región levantina es gitana, es gitana en todo: ¿dónde hay más ciencia que la de un gitano? Ciencia para vender un asno, ciencia para transformarle y para engañar al comprador [...] ciencia fenicia”. Si hoy mismo miran su programa de televisión, revista satírica o su otro medio nacional-madrileño favorito encontrarán exactamente el mismo discurso, desde la derecha al extremo centro-izquierda.

Cifras de PIB por cápita no significan absolutamente nada si existe un prejuicio: los valencianos son unos fenicios, gitanos, peseteros...

En este marco cultural, cualquier pedagogía bienintencionada sobre la financiación autonómica y las inversiones es completamente inútil. Ante el espíritu paciente del presidente Puig y la vicepresidenta Oltra de explicar el problema cada vez que intervienen en los medios de Madrid, la tertulianada replica que el País Valenciano es una comunidad rica y debe contribuir al bienestar del resto y quejarse menos. Cifras de PIB por cápita, financiación por habitante, inversiones territorializadas no significan absolutamente nada si existe un prejuicio: los valencianos son unos fenicios, gitanos, peseteros -ahora eureros, se supone. Deben pagar y callarse. Igual que a los catalanes, a los que hacer cualquier concesión en pos del diálogo sería mostrar debilidad. Las largas décadas de “Ofrenar noves glòries a Espanya” no han servido para que se nos considere un territorio amable y leal: seguimos en términos de hace cien años. 

Por todo esto, quizá sea el momento de que los valencianos abandonemos toda intención de revertir esta tendencia y ahondemos en el tópico de forma responsable. Si pedir educadamente reformas del sistema de financiación, hacer campañas en los medios y demandas ante los tribunales no sirve de nada, igual ha llegado el momento de empezar a exhibir en Madrid el único lenguaje que allí se entiende: la extorsión. Visto el modo de construcción del Estado de las Autonomías y como han llegado el País Vasco, Catalunya y en cierto modo Andalucía a su nivel competencial actual, no existe otra fórmula posible de ampliación del autogobierno. En sucesivos pactos de investidura y de gobierno se han arrancado inversiones y competencias que nunca han llegado a territorios como el nuestro que no han contado con partidos de ámbito no estatal con capacidad de bloqueo en Madrid.

Existe un desdén absoluto en el respeto hacia los pactos y algún tipo de federalismo tal y como se entiende en los estados avanzados, con el “Nos hemos cepillado el Estatuto de Cataluña” de Alfonso Guerra como paradigma de comprensión de la diversidad. Cabe recordar que sólo los denominados “derechos históricos” tal y como se plantean en la disposición adicional primera de la Constitución han sido un freno real y blindaje efectivo ante las ansias de recentralización del establishment mesetario. Como explicó magistralmente Xabier Arzalluz con su cínica metáfora del árbol y las nueces, fue la amenaza de ETA lo que empujó a Madrid a ceder en Euskadi y Navarra elementos que nunca se ha planteado seriamente para Catalunya -y ya no digamos para el País Valenciano o Baleares, con los mismos “derechos históricos” que los vasconavarros si apelamos al pasado foral-, como el sistema fiscal de concierto. 

Nuevo escenario en el Congreso

La actuación del PNV -incluso de Convergència, embarcada en un supuesto proceso secesionista, pero abierta a negociar lo que sea- ante el previsible baile de pactos en España, exhibe un pragmatismo notable. Están abiertos a negociar lo que sea con el PSOE, sin condiciones previas, lo que en román paladino significa competencias y dinero. Ahora, por primera vez desde la Transición, y una vez terminado el sueño del grupo parlamentario valenciano en el Congreso tras el vodevil de Podemos, un partido no estatal valenciano -Compromís- cuenta con cuatro diputados que son clave para articular una mayoría parlamentaria. La suma de los diputados del PSOE -89, Podemos -65, Izquierda Unida- 2, y Nueva Canarias -1, suma 157. Dependiendo del resultado del Comité Federal de este fin de semana y si el PSOE no apuesta por un escenario de Gran Coalición, necesita el apoyo firme de los 4 diputados de Compromís. Falta saber a qué precio lo venderán.

La suma de tacticismos ha llevado a COMPROMÍS a un escenario en el que puede vender caro su apoyo a lo largo de una legislatura 

La suma de tacticismos en todas partes ha llevado a la coalición valencianista a un escenario en el que puede vender caro su apoyo a lo largo de una legislatura, y, fundamentalmente, empujar a sus socios del Botànic en un sentido reivindicativo para no quedarse atrás. Más o menos disipado el sueño de cambiar España más o menos integrados en Podemos a corto plazo, seguramente no tienen más remedio que explorar el campo de “defensa de los intereses valencianos” que tan útil le resultó al PP para construir su hegemonía a lo largo de dos décadas. Hay un gran número de ciudadanos con poca identificación ideológica huérfanos de referentes y ciertamente hartos de la postergación valenciana en el contexto español y la imagen negativa generada, esperando verse representados, “puestos en el mapa” por algo positivo. 

El reto de la política valenciana -no sólo de Compromís- es que esta ciudadanía harta, que abarca un espectro ideológico y sociológico más amplio de lo que parece empiece a comprender que el déficit de financiación e inversiones y el descrédito valenciano en los medios de comunicación forman parte del mismo sistema y tiene un precio diario y palpable. Les cuesta un precio en la depauperación de sus servicios públicos; que los peajes en la autopista y sin trenes de cercanías les salen caros. Lo notan en sus salarios y en el tipo de trabajos precarios a los que tienen acceso. Y quizá les vale la pena empezar a ejercer de fenicios, exigir dinero e inversiones palpables y pensar menos en salvar a España de sí misma. Pasemos de fenicios potenciales a ejercientes. Pardal que vola, a la cassola.

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