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Hermanos de leche

  • Oltra e Iglesias en el mitin de cierre de campaña de Compromís-Podemos en la Fuente San Luis. Foto: EVA MÁÑEZ
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Hermanos de leche es como se denominaba, en la época anterior a la leche en polvo y los biberones, a aquellos que, sin tener necesariamente un parentesco de sangre, habían compartido la leche de la misma mujer. Hermanos de leche es asimismo, el nombre de una sitcom española de la Antena 3 de los 90, entonces con bastante éxito y a la que el tiempo y la era digital han tratado de forma algo cruel y sin la benevolencia de la nostalgia: con tan solo un 3’8 sobre 10 en IMDB. 

En ella, dos hombres blancos heterosexuales unidos por el hecho de ser hermanos de leche compartían piso después de sendos fracasos matrimoniales; el centro de gravedad humorístico radicaba, al parecer, en que uno de ellos llevaba una vida bastante anodina mientras que el otro iba de fiesta en fiesta, resultando al final en que la vida de ambos resultaba bastante disfuncional. Un concepto en el que se parece mucho más a Dos hombres y medio -casi 10 años posterior y evidentemente de mucho más éxito- que a su coetánea Friends, en la que el hecho que dos heterosexuales inmaduros compartieran piso era motivo de fiesta y constante regocijo. 

La relación entre los actores del espacio del cambio, o, lo que es lo mismo, la de Podemos y sus confluencias, se asemeja bastante a alguna de estas sitcoms de divorciados en crisis. Tanto Podemos como En Comú en Catalunya, la(s) Marea(s) -la peculiar relación una y trina entre las candidaturas gallegas, con su secular tendencia al faccionalismo extremo, da para un tratado de teología jacobea- y Compromís se proclaman en buena manera herederas y producto del 15-M, aunque cuenten con composición, culturas políticas e historias bastante distintas; de alguna manera, y como los protagonistas de la serie de Antena 3, han sido amamantados con la misma leche, la de un movimiento transversal y amorfo que no era la de las madres biológicas del eurocomunismo, el nacionalismo progresista ni el post-operaísmo antiglobalización.

Este tipo de relato es común en la mitología clásica, con la leche como símbolo de transmisión del vigor -la loba capitolina para Rómulo y Remo, la cabra Amaltea para Zeus, entre otras-, pero lo que no es tan común es un desacuerdo básico sobre los significados del fenómeno, que explican muchas de las divergencias de hoy en este espacio. No es el mismo 15-M el vivido por los participantes de las asambleas y acampadas -focalizado en la democracia directa, los procedimientos, etcétera- que el vivido en televisión y redes sociales como símbolo del despertar político de una nueva generación, a imitación visual de las primaveras árabes pero sin su molesta violencia; nada tiene que ver el simbolismo de la Puerta del Sol y sus dinámicas madrileñas con los 15-M de Barcelona, València, Alacant y tantas capitales de comarca, donde el verbo se hizo carne recogiendo buena parte del tejido asociativo anterior. Éste es el caso del País Valenciano, en el que los entonces emergentes grupos de whatsapp y facebook del entorno del 15-M difundieron los vídeos de Mónica Oltra y ayudaron a Compromís a entrar en las instituciones superando los estrechos márgenes del 5% autonómico y local, batiendo a la mayoría de las encuestas.

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