Existe tal saturación e inflación de exposiciones temporales en Valencia -esto de inaugurar parece que se ha convertido en el nuevo deporte autóctono, con el coste que supone tanta muestra pasajera y hasta evitable- que aquello realmente interesante puede llegar a pasar desapercibido. Para muchos, incluso se está confundiendo lo que es mera publicidad o simple espectáculo en sello de calidad, con la complacencia de unos, la ausencia de cierto criterio propio o lo peor, desconocimiento, rapidez, inaccesibilidad y/o bisoñez mediática. Hasta en el arte parece mandar el marketing, como en la era Koons.
Por aquí, nuestras instituciones viven obsesionadas con organizar exposiciones, aunque se produzcan auténticos disparates como son la coincidencia de inauguraciones en una misma semana o en el mismo día, la indefinición de espacios, tendencias y criterios y hasta el absurdo que supone comprobar cómo entre ellas mismas se disputan los espacios aunque no les vaya en el nombre y menos en las competencias. Las hay también que pese al gasto y los intentos promocionales pasan lo que se dice sin pena y menos gloria, por lo que de frustración supone para un artista que puede haber estado trabajando en el proyecto durante años y luego comprueba que no pasa de ser relegado a una nota a pie de página e incluso silenciado entre tanto maremágnum.
Deberían nuestras instituciones públicas, semipúblicas y hasta algunas privadas poner algo de orden, criterio y sensatez en todo este asunto que se lleva un buen puñado de millones de euros al año y a veces no se sabe para qué ha servido porque carecen de difusión o el cuerpo del espectador ya no da para más de sí, ni existen tantas horas sueltas y menos días de asueto para cumplir con las obligaciones placenteras por mucho amor al arte que exista.
Después de una legislatura más de cambios y sobresaltos en el panorama expositivo nada se ha modificado, salvo aspectos de criterios en algunos espacios o de discurso, que no sé si es del todo acertado ya que mantiene abierta la puerta a más cambios en caso de una nueva modificación ideológica en el poder. O sea, nueva locura colectiva. Pero poco más. No existe diálogo interinstitucional y sí mucha competencia mal entendida… Y así nos ha ido. No entiendo cómo puede resultar tan complicado que cada uno de los espacios tenga claros sus objetivos y deje de intentar competir con el de al lado. Lo fácil que es ordenar al margen de sólo querer figurar, que es lo que se lleva. Sólo es necesario hablar que no significa competir si lo que se busca no es una simple cifra de asistentes con la que cubrir expediente y justificar de paso gastos y cargos. Más bien debería preocupar la formación personal y de criterio.