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El oro en máximos históricos: ¿qué nos está diciendo?

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VALÈNCIA. En los últimos meses hemos seguido con atención el ascenso del precio del oro. Ya en febrero señalábamos en estas páginas que el rally podía prolongarse, y siete meses después los hechos lo confirman: el metal precioso cotiza en máximos históricos. Lo llamativo es que lo hace en paralelo a los principales índices bursátiles, que también marcan récords. Esta coincidencia es poco habitual y suele interpretarse como una señal de tensión latente en el sistema financiero global.

La gran contradicción

El contraste más interesante del momento es la coexistencia entre el optimismo de los mercados —que celebran la expectativa de un “aterrizaje suave” y posibles recortes de tipos— y el mensaje más cauteloso que envía el oro. Su precio refleja que, detrás de la euforia bursátil, persiste un nivel de incertidumbre que los grandes inversores no ignoran.

El oro es mucho más que un activo que sube de valor: actúa como termómetro del miedo y refugio frente a riesgos sistémicos. Tres factores explican su fortaleza actual:

  1. Tensiones geopolíticas y políticas: en un mundo con conflictos recurrentes e inestabilidad, el oro es el único activo físico, universalmente aceptado y sin riesgo de contraparte.

  2. Inflación persistente: pese a los esfuerzos de los bancos centrales, la inflación global sigue siendo un problema. El oro preserva poder adquisitivo frente a monedas fiduciarias en pérdida de valor.

  3. Tipos de interés a la baja: aunque no genere rentas, el oro se beneficia cuando el coste de oportunidad de mantenerlo disminuye. Los recortes de tipos reducen la rentabilidad de los bonos, debilitan al dólar y hacen más atractiva la compra de oro para quienes operan en otras divisas.

A ello se suman otros motores estructurales: el creciente interés de los bancos centrales por diversificar reservas y la expansión de sus usos industriales, médicos y tecnológicos.

Un catalizador emergente: la revalorización de reservas

A estos factores se añade ahora un posible detonante con capacidad de multiplicar el efecto alcista: la revalorización contable de las reservas de oro de Estados Unidos. En otra tribuna que publicamos en abril mencionamos de pasada esta posibilidad, que hoy parece cobrar más fuerza. 

El país mantiene 261,5 millones de onzas troy registradas a un valor contable de apenas 42,22 dólares por onza, es decir, unos 11.000 millones de dólares en total. El contraste con el precio de mercado actual —cercano a los 3.600 dólares— es enorme. La Reserva Federal ha analizado recientemente la posibilidad de actualizar este valor contable, alineándolo con el mercado.

Si EE.UU. diera ese paso, el impacto sería considerable. Por un lado, enviaría un mensaje inequívoco sobre el papel monetario del oro, incentivando a otros bancos centrales a seguir la misma senda. Por otro, otorgaría al Tesoro estadounidense un excedente contable colosal, utilizable para amortizar parte de la deuda pública y aliviar el peso de los intereses sin vender una sola onza.

Consecuencias económicas

El mecanismo es sencillo: el oro figura como activo en el balance del banco central. Si se revaloriza, surge un pasivo equivalente que fluye hacia el gobierno. Ese ingreso extraordinario podría destinarse a reducir deuda, ofreciendo un respiro en un contexto de déficit creciente y presión sobre los rendimientos del Tesoro.

Una medida de este tipo tendría implicaciones directas:

  • Impulso adicional a la demanda de oro, tanto por inversores privados como por bancos centrales.

  • Devaluación del dólar, al aumentar la base monetaria sin emisión adicional de deuda.

  • Presión inflacionaria, que paradójicamente sería el argumento principal para adoptar esta estrategia: mejor inflar la moneda que saturar el mercado con más bonos.

En suma, se trataría de una señal monetaria potente que reforzaría el atractivo del oro como reserva global.

¿Es viable?

El gran interrogante es político y estratégico. Estados Unidos afronta una situación fiscal delicada que obliga a explorar soluciones inéditas. Sin embargo, optar por esta vía conlleva riesgos: la inyección masiva de liquidez dispararía la inflación y, sobre todo, erosionaría aún más el estatus del dólar como moneda de reserva mundial, desplazando parte de esa función hacia el propio oro.

De momento, la opción sigue en estudio, y su mera consideración ya alimenta el debate en los mercados. No obstante, incluso sin esta medida, el escenario actual combina factores suficientes para sostener la fortaleza del metal: tensiones geopolíticas, inflación resiliente, expectativas de relajación monetaria y compras persistentes de bancos centrales.

Conclusión

El oro ha demostrado ser el activo refugio por excelencia en épocas de incertidumbre, y el contexto actual refuerza esa percepción. Entre los posibles catalizadores de una nueva fase alcista, la revalorización de las reservas estadounidenses destaca como el más disruptivo. Aunque su implementación sea incierta, el solo hecho de que esté sobre la mesa añade un nuevo elemento de soporte para el precio.

En un entorno donde conviven euforia bursátil y dudas profundas sobre la sostenibilidad fiscal y monetaria, conviene no perder de vista el mensaje que transmite el oro: la calma en superficie puede ocultar corrientes más turbulentas de lo que aparenta.

iBroker ha establecido medidas para identificar y gestionar los posibles conflictos de interés que puedan surgir en relación con la emisión de recomendaciones. Estas medidas se encuentran detallada en la Política de Gestión de Conflictos de Interés publicada en la web www.ibroker.es.

Las fuentes de información utilizadas para emitir esta recomendación fueron la plataforma gráfica www.ibroker.es y la web de la empresa.

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