Apenas ha pasado una semana desde que se anunciase que la OPA lanzada por BBVA sobre Sabadell había concluido sin éxito, y la banca española aún asimila las consecuencias de una operación que marcó el pulso del sector durante casi año y medio.
Lanzada en mayo de 2024 y cerrada en octubre de 2025, la ofensiva fue mucho más que una propuesta corporativa: se convirtió en un termómetro de poder político, regulatorio y empresarial. Lo que aspiraba a crear el segundo mayor grupo financiero del país acabó en un pulso prolongado que, seguramente sin querer, puede haber sido el catalizador para reconfigurar el tablero bancario en España.
El movimiento de BBVA se produjo en un entorno excepcionalmente favorable para el sector. Tras años de márgenes comprimidos, la subida de tipos del BCE iniciada en julio de 2022 disparó la rentabilidad bancaria. Después de tres ejercicios muy positivos (2022, 2023 y 2024) y a pesar de que BCE realizó ocho recortes de tipos desde junio de 2024, en el primer semestre de 2025, los principales bancos españoles sumaron más de 14.000 millones de euros de beneficios, con ROEs cercanos al 13%.
Aún pausando este proceso de bajadas, el mercado anticipa un 2026 de presión sobre márgenes y competencia creciente por depósitos, por lo que el sector podría encontrase en la parte alta del ciclo.
Un sector concentrado, pero no inmóvil
España tiene uno de los sistemas bancarios más concentrados de Europa: cinco bancos cotizados —Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell y Unicaja— concentran cerca del 70 % del mercado de crédito. A ellos se suma Bankinter, muy rentable y especializado en banca privada y segmentos de valor, y varias entidades no cotizadas con peso regional —Kutxabank, Ibercaja, Abanca y Cajamar— que completan el mapa.
Desde la fusión CaixaBank–Bankia en 2021, el sector ha vivido una calma prolongada, rota únicamente por la ofensiva de BBVA sobre Sabadell. Su desenlace confirma que la consolidación será lenta y políticamente sensible.
A día de hoy, y después del resultado fallido de su abordaje por parte de BBVA, el gran beneficiado inmediato es Banco Sabadell. La entidad ha conseguido rechazar una OPA hostil sin deteriorar su posición de mercado ni su cotización bursátil.
Con fuerte presencia en pymes y territorios clave como Cataluña y Levante, Sabadell ha ganado tiempo y margen de maniobra. Sin embargo, en el sector nadie duda de que seguirá en el centro de cualquier futuro movimiento corporativo, teniéndose claro que ha ganado autonomía, pero no inmunidad.
Pero si Sabadell emerge reforzado, Unicaja afronta un escenario más frágil. Su baja capitalización y su limitada escala tecnológica la sitúan como candidato natural para la próxima gran operación.
En los despachos del sector se barajan fusiones con Sabadell, CaixaBank o incluso con entidades no cotizadas.
Para BBVA, el fracaso de la OPA es un revés, pero no un punto final. La entidad ha reiterado su apuesta por España y no debemos descartar nuevas operaciones en el futuro, probablemente con un enfoque menos hostil. Su estrategia doméstica se reconfigura, pero no desaparece.
Gobierno y reguladores, árbitros decisivos
La operación BBVA/Sabadell demostró que la política es ya determinante en la consolidación bancaria. Desde el primer momento, el Gobierno manifestó su rechazo a una fusión que, en su opinión, concentraría demasiado poder y afectaría el empleo.
La CNMC dejó entrever un control estricto y el BCE observó con cautela estar a favor de bancos más sólidos, pero reacio a desequilibrios territoriales.
A comienzos de siglo, las fusiones eran “cuestión de balances”. Hoy también lo son de política y opinión pública.
Bankinter y las no cotizadas: actores discretos pero relevantes
Aunque la atención se centre en los grandes bancos, Bankinter y las entidades no cotizadas también cuentan. Bankinter mantiene su perfil independiente y rentable, pero podría participar en operaciones selectivas o alianzas tecnológicas.
Por su parte, Kutxabank, Ibercaja, Abanca y Cajamar tienen bases regionales sólidas y podrían ser piezas complementarias en futuras fusiones con medianas o grandes. Su fortaleza de capital es elevada, pero comparten el reto digital.
El vector tecnológico: otro gran catalizador
La digitalización es el factor diferencial respecto a la primera ola de fusiones. Fintechs, neobancos y Big Tech están presionando márgenes y forzando a las entidades medianas a ganar escala.
Para muchos, las alianzas tecnológicas y la compartición de infraestructuras serán el primer paso hacia integraciones societarias.
Y de aquí sacamos una nueva conclusión que unir a la anterior: Además de balances, política y opinión pública, las fusiones de la próxima década se decidirán también “en los servidores”.
Bruselas también aprieta
El BCE y la Comisión Europea insisten en promover fusiones transfronterizas para crear bancos europeos más competitivos. España, con Santander, BBVA y CaixaBank, está bien posicionada para ser exportadora de consolidación, pero antes debe ordenar su mercado interno.
Hace unos días leíamos un informe de Goldman Sachs sobre el sector financiero español en el que se afirmaba: “La OPA fallida es solo un capítulo de un proceso que tendrá dimensión europea”. Estamos completamente de acuerdo.
Riesgos: concentración y ejecución
Las fusiones prometen sinergias, pero no garantizan éxito. La integración CaixaBank–Bankia mostró que la ejecución es larga y compleja. Además, la concentración excesiva plantea riesgos de menor competencia y exclusión financiera en zonas rurales.
Por eso, tanto el BCE como la CNMC mantendrán una vigilancia estricta para evitar impactos negativos sobre consumidores y competencia.
Epílogo: una partida en silencio
La retirada de la OPA de BBVA no ha cerrado el capítulo de las fusiones bancarias en España; lo ha reescrito. Sabadell ha ganado tiempo, Unicaja se enfrenta a decisiones estratégicas, BBVA recalcula, Santander y CaixaBank observan, y Bankinter y las entidades no cotizadas pueden convertirse en actores decisivos.
Si la primera ola de consolidación, tras la crisis de 2008, fue defensiva, esta segunda es estratégica: ganar escala, eficiencia y músculo digital.
Los movimientos no serán inmediatos ni estridentes. Se cocinarán en despachos, a fuego lento.
Como dijo un veterano banquero: “Las grandes fusiones no se anuncian: se preparan. Y esta partida acaba de empezar”.