VALÈNCIA (EP). Lidia Tomás y Alfonso Coloma son una pareja que tenía previsto celebrar su boda el 1 de noviembre de 2024 en la Masía de San Antonio del Poyo, en Riba-roja (Valencia), junto al barranco del mismo nombre. La tragedia que provocó 229 víctimas mortales y dejó daños millonarios en la provincia de Valencia obligó a cancelar el enlace, un día que finalmente pasaron "en el Banco de Alimentos de la Pobla de Vallbona ayudando a la gente que lo estaba pasando mal" por la barrancada.
La pareja, -en la masía donde contrajeron matrimonio finalmente seis meses después, ya en abril y completamente restaurada tras sufrir graves daños-, asegura ahora que fue un "milagro" que la riada no les sorprendiera en su enlace por tres días y en las horas críticas, en una ceremonia a la que estaban invitados muchos niños y gente mayor.
"Hemos tenido muchísima suerte: no ha cogido a nadie aquí y no ha cogido a nadie en el camino", aseguran que pensaron en ese momento y recalcan que no hubiera sido viable celebrar la ceremonia en unas fechas en las que "teníamos todos el corazón encogido por lo que había pasado".
Alfonso relata que la boda se iba a celebrar el 1 de noviembre y finalmente tuvo lugar el viernes 18 de abril, una fecha que pudieron reacoplar con el espacio. "Nos enteramos la noche del 29 al 30 de octubre; la verdad es que no pegamos ojo viendo las noticias porque para nosotros, que residimos en l'Eliana, fue un día normal", explica, en el que estaban entretenidos con los preparativos del enlace.
Sin embargo, ya empezaron a mantener llamadas con las personas responsables de la empresa Catering Cinco, la encargada del evento, ante la situación que se estaba generando: "La masía estaba incomunicada; había un hombre que cuida de la finca y no se hacían con él durante un tiempo, y finalmente se anuló la boda".
"En ese ambiente no creo que hubiéramos sacado esa alegría que nos hacía falta para celebrarla y creo que todos, aunque no hubiéramos perdido nada realmente cerca, teníamos el corazón un poco encogido", describe para añadir que esos días fueron "de volcarse con la gente que realmente lo necesitaba, como eran los pueblos. No tuvimos mucho tiempo para pensar en nosotros ni en lo que nos había pasado. Al revés, pensábamos que éramos unos afortunados", aseguran.
Horas ante la televisión
"Al final, la suerte que tuvimos es que no nos cogió ahí porque estuvimos pensando que si hubiera sido la dana el mismo día de la boda, habría sido un desastre", subrayan. Lidia relata que cuando tuvieron la confirmación oficial de la suspensión se fueron a casa y estuvieron horas frente al televisor sin parar de ver noticias y los videos que iba enviando la gente. "Para nosotros ha sido un milagro", admite.

- La pareja, durante la entrevista. Foto: EP/JORGE GIL
"Salimos diciendo hemos tenido mucha suerte, lo nuestro se hará más adelante, cuando se pueda, pero hemos tenido mucha suerte", insiste, mientras que su marido añade que tuvieron que anular todas las contrataciones. De hecho, Lidia apunta como ejemplo que habían contratado a unas proveedoras de Chiva que les iban a hacer un 'photocall' y no pudieron localizarlas hasta el 31. "Tenían un taller y estaban incomunicadas; les había entrado agua y me estaban llamando encima de una colina, que es el único sitio donde Chiva tenía cobertura", detalla.
Sin embargo, asegura que no llamaban a los invitados para decirles que se suspendía la celebración sino para preguntarles "¿estáis todos bien?". "Y una vez ya te decían 'todos bien', ya decíamos: que no vamos a poder celebrar la boda. Pero era la llamada para saber cómo estaba la gente", explica.
1,80 metros de agua
La pareja agradece a la empresa encargada todo lo que les ha facilitado en este camino, en especial porque la masía quedó "arrasada totalmente". De hecho, una marca fija hasta dónde llegó el agua al interior: 1,80 metros, lo que ha implicado un gran trabajo "para levantar esta preciosidad" y que luego "a los seis meses volviéramos aquí con la misma ilusión del primer día".
En todo caso, Lidia agradece que finalmente la fecha fijada fuera seis meses después de la prevista. "En el corazón de todos estábamos tristes. Llevábamos un pesar, que una fecha demasiado cercana al día 29 hubiera sido más difícil", asegura, por lo que poco a poco, y de forma natural, pensaron: "Vamos a celebrarlo y vamos a celebrarlo quizá, incluso yo creo, que con más ganas; más ilusión y más fuerza. Al final fue como decir no hemos podido, pues una segunda vez lo vamos a pasar mejor si cabe".
Y ese día fue "tal cual como te lo describen: yo estaba como en una burbuja; hemos tenido dos hijas guapísimas, qué te voy a contar yo, y nos hemos casado y lo volveríamos a hacer pero mil y una veces, y ese día lo recordaremos para toda la vida porque fue muy especial y muy bonito", asevera emocionado Alfonso.
Un vestido guardado seis meses en el armario
El vestido de novia que Lidia había recogido el 28 de octubre estuvo seis meses guardado en un armario de casa que Alfonso tenía prohibido abrir. "Lo tuve ahí colgado. De vez en cuando abría el armario, lo veía, lo volvía a cerrar", asegura, mientras que él promete: "Nunca lo abrí".
En su nueva fecha de boda llevaron algunos detalles con la del día 1, que no quisieron alterar, como los portanillos, que se los hizo una amiga que al final no pudo asistir por motivos de salud a la segunda ceremonia. "Los tendremos siempre con la fecha del 1 de noviembre de 24, que era cuando nos hubiéramos casado", recalca Lidia.
Cinco cancelaciones
Patricia Gabaldón, del departamento comercial de Catering 5, que gestiona la Masía San Antonio de Poyo, explica que la dana obligó a cancelar cinco bodas en el recinto. En los primeros momentos tampoco tenían información del grado de afectación del espacio y su primer objetivo era comunicarse con el casero, valorar los daños y establecer un protocolo de reparación y limpieza, en el que participaron trabajadores y voluntarios.
"Nuestro objetivo fue a final de noviembre poder volver a trabajar y así lo conseguimos 26 días después", apunta. La masía pudo reubicar a las parejas afectadas y acoplar las fechas en las que estuviera de nuevo operativa.
"A todos ellos les transmitimos calma y la verdad es que estamos muy agradecidos a todas nuestras parejas por la confianza mostrada y toda la ayuda recibida, porque aquí vino muchísima gente a ayudarnos: voluntarios, compañeros del sector, los propios trabajadores para poder sacar adelante la masía y poder volver a celebrar", describe.
Se trata de una masía del siglo XVIII de la que los jardines, los accesos "estaba todo por reparar". Pero ahora están "muy contentos porque la verdad es que creo que incluso está más bonita que antes".