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Contagiado y sin baja: la odisea de un profesor obligado a volver a las aulas

  • Foto: VP
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VALÈNCIA. El pasado día 10 las aulas volvían a llenarse después de unas vacaciones navideñas que alertaban el escenario sanitario que actualmente están viviendo los centros educativos. El protagonista de esta historia es un profesor del complejo de La Misericordia, un profesor que, como muchos otros estos días, ha sufrido las consecuencias de la incesante propagación de ómicron. No obstante, por el testimonio que ha dado a Valencia Plaza, su experiencia ha sido notablemente diferente a la de otros docentes solicitantes de baja por contagio. En sus propias palabras, se trata de una "aberración".

El primer día tras la vuelta ya notaba el parking de su centro más vacío que de costumbre, no habían tantos vehículos como trabajadores tenía el centro. Al día siguiente, martes 11, advirtió que "quedaban alrededor del 20%" de lo que sería el aforo total. Las primeras bajas post navidad empezaban a sucederse en su entorno laboral. Precisamente ese mismo día comenzó a presentar síntomas compatibles con Covid-19.

Lo que le esperaba a este profesional de la enseñanza, con trece años de experiencia tanto en centros públicos como concertados, sería una auténtica batalla por conseguir formalizar su baja laboral, con "una mala e intolerable praxis profesional" como detonante.

Este diario ha tenido acceso tanto a la queja formulada por el profesor a Sanidad como el correo electrónico que el mismo remitió a la dirección del complejo de La Misericordia donde detalla cómo ha sido todo este proceso de más de siete días y la atención recibida durante el transcurso de los mismos en el centro de salud de San Marcelino.

Primera semana, antesala del escándalo

Durante la tarde-noche del martes 11, el docente nota dolor en la garganta y alguna pequeña flema con sangre. Se toma la temperatura por la noche y el termómetro marca 37,7. Además de una sudoración constante. Dados los síntomas, decide ponerse en contacto vía telefónica con su centro de salud.

Al final le resulta imposible poder contactar con el personal, por lo que acude presencialmente. Una vez allí le facilitan el número de Salut Pública pero la historia se repite: no recibe ningún tipo de respuesta. Ante la imposibilidad de poder hacer nada más allí, regresa a casa y, de nuevo al atardecer, los síntomas del día anterior se repiten, aunque esta vez el termómetro marcaría 38,3.

Un familiar cercano le realiza una prueba de antígenos y, lo que los síntomas parecían evidenciar, se confirmó, resultado positivo y una rápida carga viral. La decisión inmediata que toma es rellenar los datos procedentes en la web de Sanitat para poder solicitar cita telefónica. A la mañana siguiente recibe la llamada de una doctora:

"¿Qué sucede?"

La llamada seguiría el transcurso que imaginamos: explicar la situación, comentar con la doctora y obtener una receta. Y sí, la obtuvo. Ibuprofeno y paracetamol. Él decide no pedir la baja, pues tenía que examinar a sus alumnos y pudo hacerlo a distancia. La fiebre bajó, pero el resto de sintomatología no remitía.

El viernes, gracias de nuevo a la suscripción a su familiar, comienza un tratamiento con antibióticos y corticoides paralelo al ya recetado. El fin de semana repetiría la misma fórmula de los días previos: tos, inestabilidad, mareo, flojedad y dolores nocturnos en el pecho.

Segunda semana

El calendario marca martes 18, se cumple una semana exacta desde que Óscar presenta síntomas. Si los primeros siete días fueron un quebradero de cabeza, la dimensión del asunto crecería al recibir la llamada del doctor en cuestión. El inicio, paralelo a la anterior llamada que recibió de personal sanitario:

"¿Qué sucede?"

El transcurso, de nuevo, como podríamos imaginarnos. Pero hay un matiz, algo que produce la indignación del docente. Para su sorpresa, el médico le asigna una baja con efecto retroactivo, del día 13 al 19; es decir, terminaba mañana pese a ser esta la primera vez que contacta con personal sanitario para formalizar la baja. "Que me apañe yo, que no va a realizar ningún seguimiento", el resumen del docente. 

Pero, por si no sonase suficientemente surrealista, la conversación alcanzó su punto álgido: el jueves 20 debía volver a incorporarse porque, tal como afirma que le comentó el médico, "así está estipulado" y que "cualquier queja, al Gobierno". La incredulidad de Óscar es máxima.

Como resulta lógico, dice que si sigue siendo positivo no puede permitirse ser una fuente de contagio exponiéndose en su entorno laboral, una cuestión de "sentido común". Estas quejas, además, estaban respaldadas por el hecho de que aún había sintomatología. Sin embargo, el doctor le restaba importancia esgrimiendo que "hay mucha gente que puede arrastrar los síntomas días después de dar negativo, o incluso que los síntomas fueran crónicos tras el contagio". Pero claro, no había ningún tipo de prueba que certificase que Óscar ya no estaba contagiado.

Por ello, dos días después - el día en el que el doctor le comunicó que debía reincorporarse - acude a realizarse un test de antígenos en la farmacia Virginia Sánchez Lorente. Y no, la sintomatología no estaba siendo arrastrada unos días más, seguía estando contagiado. La prueba física se quedo en su posesión para dar fe de ello, a la espera de que la botica comunicase los datos a la Conselleria de Sanitat.










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