VALENCVIA. Los peor parados de este fracaso empresarial, sectorial y político son los cientos de trabajadores que deberán abandonar sus empleos confiando en unas negociaciones futuras que puedan devolver a la vida esos hoteles, algo que hoy por hoy, y dada la situación del mercado, parece practicamente imposible.
No vale ahora echarle la culpa a la crisis de todo cuando de negativo ocurra en la economía valenciana. Algunas, o muchas, cosas se hicieron mál y ahora sufrimos las consecuencias. El cierre hotelero llega como efecto directo de unas previsiones económicas y de número de visitantes a todas luces hinchadas por el optimismo y la propaganda de un Administración autonómica hambrienta de éxito y cegada por el deseo de permanecer por encima de cualquier otra circunstancia.
Hoy día aún, este fin de semana, durante la celebración de la Fórmula 1 que se supone tantos beneficios ha proporcionado a la economía local (la cifra aducida es de 60 millones de euros, aunque sin especificar las partidas que la componen), el Consell volvía a lanzar las campanas al vuelo con el futuro prometedor del turismo regional. Apenas tres días más tarde, la realidad nos ha vuelto a despertar del sueño irreal de los gobernantes.