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Cemex: Una cementera que cultiva naranjas... y las hace rentables

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VALENCIA. Hacer de la necesidad virtud. La restauración medioambiental de la antigua cantera de la partida de El Clotet de Alicante se ha convertido para la cementera Cemex en una anécdota rentable en su estrategia de sostenibilidad, con 45.000 árboles frutales a pleno rendimiento.

A mediados de los años 80, el abandono de esta explotación minera vino acompaña de una recuperación de la zona que, en lugar de limitarse a la reforestación con arbolado autóctono, se orientó hacia el cultivo. Según la compañía, las condiciones de temperatura y humedad favorecen el crecimiento de las variedades de cultivo que se escapan de los periodos habituales de recolecta.

Esto explica que esta campaña se prevea recolectar 1.700 toneladas de fruta, repartidas en 1.500 toneladas de mandarina y alrededor de 200 toneladas de naranjas. Sin embargo, "la previsión para estas clementinas es de aproximadamente 300 toneladas, menos de lo previsto inicialmente debido al granizo caído a finales de abril y que dañó parte del cultivo", detalla Rafael Sempere, gerente de la sección agrícola de Cemex España.

BENEFICIO ECONÓMIO Y AMBIENTAL

Aunque la recolección es responsabilidad de la empresa cementera, que también explota un viñedo en Toledo, la comercialización la realizan las firmas Martinavarro, Brioselector y las cooperativas de Altea y de la Vega Baja, en función de las variedades, y con destino a los mercados de España, Estados Unidos, Francia, Italia, Inglaterra y Alemania.

Aunque en el volumen general de la compañía el negocio relacionado con estas explotaciones es modesto, lo cierto es que los ingresos obtenidos por esa vía cubren los gastos y permiten obtener un beneficio, según se reconoce desde la empresa. Además, estas hectáreas se contabilizan a la hora de medir la huella de carbono de la empresa, cosechando así un doble beneficio por la transformación que realizan del CO2.

El de Cemex en El Clotet no es un caso único. El ejemplo más llamativo de diversificación de inversiones fue el de Electrabel, actual Tractabel. Esta compañía belga compró en 1928 unas 2.659 hectáreas de terrenos de secano en Ribarroja del Turia para constituir la empresa Regadíos y Energía de Valencia (REVA).

EL CASO DE LA REVA

Su intención era construir hasta cinco embalses en el cauce del río para suministrar electricidad a la zona y, aprovechando estos pantanos, generar un sistema de regadío que permitiera transformar la zona en regadío. Los retrasos en las autorizaciones y los pleitos que plantearon los agricultores de la zona, que temía perder agua para su cultivos, naufragaron el proyecto eléctrico llegada la Guerra Civil.

Sin embargo, la actividad que iba a ser secundaria siguió adelante, excavando pozos y roturando ese espacio hasta convertirlo en una explotación agraria en toda regla, gestionada bajo criterios industriales. El crecimiento de la ciudad de Valencia y la industrialización de la zona fueron reduciendo el área de cultivo para dejar paso a la construcción de cuatro polígonos industriales.

Sólo hace siete años que la belga Tractebel vendió la empresa Reva a la inmobiliaria Llanera, que preveía a la explotación de zona también con viviendas. La quiebra de la firma y el paso posterior de la propiedad al banco norteamericano Lehman Brothers, que también quebró, y a la sociedad de inversión japonesa Nomura no ha impedido que los terrenos sigan estando en explotación y generando ingresos a los propietarios con una actividad que poco o nada tenía que ver con su negocio principal.

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