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Cuando fuimos IBMers

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VALENCIA. "Todos los problemas del mundo podrían resolverse fácilmente si los hombres sólo estuviesen dispuestos a pensar". La famosa cita de Thomas J. Watson, el presidente más importante (y también polémico) de la historia de IBM (International Business Machines), podría servir de ejemplo a muchos de los que ahora buscan salidas a la crisis económica.

El conocimiento, como base para abordar problemas y alcanzar nuevos retos, fue el puntal sobre el que Watson desarrolló de forma vertiginosa la pequeña empresa nacida en 1911 hasta convertirla durante su dirección en un gigante mundial.

Oficialmente, el 15 de junio de este año, IBM cumplirá cien años. Una historia empresarial en la que la Comunidad Valenciana tiene su pequeño protagonismo. Durante dos décadas, por la planta de La Pobla de Vallbona, y antes por una casi clandestina del polígono de Fuente del Jarro, pasaron centenares de jóvenes que se vieron inmersos en un mundo tecnológico y de los negocios completamente desconocido.

Los IBMers valencianos surgieron de los lugares más recónditos y por las razones más variopintas. IBM quería montar una planta de fabricación en una España todavía autárquica. Un cambio en la legislación, en las puertas de la transición a la democracia, permitió a las multinacionales instalarse en un país europeo con bajos costes laborales.

Así llegaron a la Comunitat Valenciana casi de forma paralela dos gigantes estadounidenses: Ford e IBM. En los dos casos, las multinacionales tuvieron que echar mano de trabajadores con escasa formación técnicaje para ocupar las cadenas de monta. Agricultores reconvertidos de repente, en Almussafes o en La Pobla de Vallbona.

Pero también directivos que empezaron a formarse en las cadenas de mando de una multinacional. Estudiantes de económicas, ingenieros o universitarios que por el no poco desdeñable hecho de saber idiomas se incorporaron a las plantillas, pasando temporadas de formación fuera de España.

Fueron los IBMers valencianos. Muchos de ellos, tras su paso por la compañía, rentabilizaron esa oportunidad que se les brindó. Pero, ¿lo aprovechó igualmente la economía valenciana?

En el caso de IBM hay que remontarse a 1974, cuando la multinacional de microelectrónica empezó a fabricar subconjuntos para ordenadores en unas instalaciones provisionales en el polígono de Fuente del Jarro, en Paterna (Valencia). En 1978 se trasladó a una fábrica de nueva planta en La Pobla de Vallbona sobre unos terrenos que había adquirido previamente. IBM invirtió entonces 840 millones de pesetas, una cantidad muy relevante para la época.

Pero lo importante de la decisión del gigante de la electrónica era que instalaba en España su primera planta de fabricación en Europa. En un país que salía entonces de una larga dictadura, con una economía autárquica, este tipo de inversiones eran todo un aliciente para la modernización del tejido productivo.

Sin embargo, en la década de los 90, IBM decidió ir cerrando todas las instalaciones de producción que había abierto en el mundo. En 1995 vendió la planta a Manufacturers' Services (MSL), empresa fabricante de componentes electrónicos para terceros fundada por exdirectivos del gigante azul.

IBM se desvinculaba así de su inversión, aunque mantenía carga de trabajo para la factoría. De hecho, hasta 2003 aún se fabricaron en Valencia elementos para el gigante de la informática, pese a que los pedidos descendieron con los años. MSL abrió las líneas a otros sectores, como el de la automoción.

El último cambio de propiedad de aquella planta llegó con la compra de MSL por parte de Celestica en 2004. En los últimos años se han incorporado a las líneas sectores como la aviación o la electromedicina. El contrato con BP para fabricar componentes vinculados al sector de la energía solar llegó a suponer una parte muy importante de la carga de trabajo de la planta. Sin embargo, en los últimos meses Celestica ha amagado con poner punto final a esta aventura.

La duda sobre el efecto de aquella inversión primigenia de IBM es si la economía valenciana lo hubiera podido aprovechar mejor. Si bien es cierto que la planta de La Pobla de Vallbona siempre estuvo pensada para fabricar y no para diseñar, la pregunta que cabe hacerse es si hubiera sido posible crear a su alrededor un tejido industrial de alta tecnología.

En los años 80, de la plantilla mundial de IBM salieron hasta cuatro premios Nobel. La investigación, como base para una economía capaz de superar la dependencia manufacturera, es un objetivo que continúa sin ser alcanzado en la Comunidad Valenciana. Y seguramente no es ni por falta de ideas ni mucho menos de profesionales formados.

Los técnicos y especialistas que hace más de 35 años tuvieron que crear casi a su medida Ford e IBM, hoy llenan las aulas de las universidades valencianas. ¿Vamos a pie cambiado?

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