VALENCIA. Recientemente he tenido la magnífica oportunidad de asistir a un programa intensivo de desarrollo para emprendedores, el Entrepreneur Development Program (EDP) del Massachussets Institute of Technology (MIT) en Boston, Estados Unidos, de la mano del Valencian Global Growth Program, programa pionero en España en materia de mentorazgo e impulso del emprendimiento dirigido a emprendedores y directivos.
El programa del EDP tiene fama de ser uno de los mejores en el mundo en la materia y una vez probado, confirmo que la fama es merecida.
A priori no es un foro indicado para abogados. Es más, el Derecho americano, poco o nada tiene que ver con el Derecho español, y por otra parte, la sede en la que se imparte, (uno de los mayores y mejores centros de innovación tecnológica y ciencia del mundo), es algo que podría incluso dar alergia desde una perspectiva del derecho tradicional.
Sin embargo, desde el punto de vista empresarial, y como miembro de un despacho que contempla como uno de sus principales cometidos el desarrollo de negocios en todas las vertientes del derecho, la experiencia no ha podido ser más provechosa. Saber cómo piensan los emprendedores, sus inquietudes y verdaderas necesidades, y cuál es el enfoque de un país líder en el desarrollo de esta materia, es para mí, la base de cualquier buen asesoramiento.
Durante muchos años, este centro se ha dedicado a crear lo que ellos denominan un ecosistema de emprendedores con un enfoque eminentemente práctico. Todo nace con una idea innovadora, pero tienen claro que si no se comercializa, no sirve para nada. Los ingenieros e inventores pueden ser la base del negocio, pero si no disponen de las herramientas y apoyos necesarios que les permitan desarrollar su idea y venderla tanto a potenciales inversores como a clientes, el esfuerzo no tiene recompensa.
El MIT proporciona la formación necesaria y a la vez asesora en la comercialización del producto con las técnicas más avanzadas, facilitando el acceso a los fondos para su desarrollo a través de un networking ilimitado. En muchos de los casos, el triunfo supone rendimientos para el propio MIT, y siempre es garantía de la permanencia de su prestigio.
Pero el EDP va más allá. No es sólo la indiscutible calidad de la materia impartida y de la talla profesional de los ponentes, sino una filosofía y un enfoque en el que los americanos nos llevan años de ventaja.
Es una inmersión acelerada en materia de finanzas, marketing, ventas, recursos humanos, patentes y marcas etc. impartidas por profesionales con gran experiencia, a la que se acuña la filosofía MIT, que se respira en cada foro, comida, o conferencia a la que asistes.
Se trata de un enfoque de trabajo, del esfuerzo hasta el límite como base para llegar a los objetivos. De la seriedad en los compromisos, de la cultura del fracaso (culture of failure) como base para volver a levantarse más fuerte, del trabajo en equipo, y de la aspiración a competir en el mercado global.
De todo eso tenemos mucho que aprender los abogados. Nuestro trabajo debe estar enfocado a ser una guía íntegra, profesional y comprometida con el futuro de nuestros clientes, y con la sociedad. Para ello es fundamental conocer el funcionamiento de sus negocios, su proceso de producción, el de ventas, la interrelación entre los distintos departamentos, etc. En suma, situarse un paso por delante de lo que se entiende por el puro consejo profesional, aportando verdadero valor añadido.
Disponemos además de los medios para hacerlo. Tenemos experiencia acumulada de muchos años y en muchos sectores, lo que nos permite, además de conocer la legislación aplicable y por tanto recomendar el mejor enfoque en cada materia, proporcionar una visión empresarial, global y estratégica del negocio, y alentar la salida a nuevos mercados.
Esto muchas veces no se percibe desde el principio. En España hace falta más de una mala experiencia para empezar a apreciar los ahorros en contingencias y pleitos futuros, pero sobre todo, para valorar el precio de la tranquilidad. En este país la mayoría de las veces el coste del abogado no se percibe necesario hasta que el mal ya está hecho y hay que solucionarlo. En esto también nos llevan ventaja los americanos.
En realidad tenemos mucho que ofrecer. Todas y cada una de las fases del desarrollo de un negocio tiene un componente jurídico, en una u otra rama (mercantil, patentes y marcas, internacionalización, fiscalidad, etc.), y la mayoría de ellas pueden ser decisivas en un determinado momento y marcar la consolidación del proyecto.
Un buen asesoramiento en todas esas materias es la garantía para evitar muchos problemas futuros o, cuanto menos, para medir los riesgos que en cada caso queremos asumir. Proporciona seguridad al emprendedor pero también a los posibles inversores, puesto que evidencia desde el principio una vocación de seriedad y compromiso, fundamental en la época actual de crédito bancario reducido.
La filosofía por lo tanto es la misma. Los abogados tenemos mucho que aportar. Junto con el resto de instituciones e iniciativas como el Valencian Global Growth Program, podemos y debemos ayudar, propiciando una base sólida de crecimiento de nuestros emprendedores, un cambio de mentalidad y la apertura al exterior. No hay excusa posible.
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* María Olleros, socio de Olleros Abogados,
Área de Emprendedores y Derecho Fiscal