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colaboración público privada en i+d en fase clínica

Universidades valencianas, Everis y ocho firmas europeas desarrollan un proyecto a largo plazo

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VALENCIA. Las universidades valencianas presumen de tener los mayores centros de innovación de la Comunitat, al tiempo que lamentan los problemas para trasladar ese conocimiento a las empresas. Rompiendo esa tónica, la Universitat de Jaume Primer de Castelló (UJI), la Universidad Politécnica de Valencia y la Universitat de València participan junto a la multinacional española Everis y ocho socios europeos más en el proyecto Optimi, para la detección precoz de la depresión.

En su caso, el objetivo ha sido generar una herramienta que permita medir los niveles de estrés y la manera que la persona tiene para afrontarlos. Para la monitorización, los sujetos contaron con sensores domésticos (pulsera de tobillo y sensores para el pecho) y una aplicación on line a través de la cual se completa la detección y se realiza el tratamiento. "Es similar a un juego con preguntas, técnicas de relajación y otros protocolos aplicados en psicología", comenta Catalina Jiménez, coordinadora del proyecto y responsable de innovación de la división de salud de Everis.

No es la primera vez que la empresa participa en este tipo de proyectos y cumple la exigencia que plantean muchos expertos: no entender la innovación como una actividad paralela, sino integrada en la gestión. "En nuestro caso, el área de innovación depende del consejero delegado de la compañía y hace años que colaboramos con centros públicos y privados para el desarrollo de productos", explica Jiménez.

RETORNO DE LA INVERSIÓN

El retorno de este tipo de inversiones no es inmediato. "Depende del caso, pero en este proyecto estamos completando la fase clínica y en un plazo de tres años estaremos en condiciones de comercializarlo", apunta Jiménez. Sus clientes objetivo serán las Administraciones públicas, pero también las mutuas y las aseguradoras.

Además del mercado europeo, el incremento de la demanda que se está produciendo en Latinoamérica de este tipo de servicios sanitarios lo ha convertido en un terreno abonado para el crecimiento, según Jiménez. Sin embargo, el desarrollo de proyectos de innovación tienen un componente de riesgo y deben tener en cuenta sus impulsores.

No hay que adaptarse a las ayudas, sino buscar la que mejor se adapte a la empresa. La participación en ayudas europeas obliga habitualmente a adelantar el dinero y, en el mejor de los casos, su retorno es gradual a medida que se van cumpliendo los pasos de proyecto.

Si se trabaja directamente con Bruselas o el Gobierno, los plazos de cobro suelen ser muy cortos; pero si se opta por hacerlo a través de la Generalitat Valenciana, se puede tardar años, al depender de las tensiones de tesorería que padece la institución, advierten distintos emprendedores

ALINEAR OBJETIVOS

Al margen de la innovación en salud o la biotecnologías, las dos más activas en innovación, en la Comunitat Valenciana el instituto tecnológico Aimplas es uno de los mayores expertos en la captación y gestión de ayudas y logró liderar en 2011 el séptimo Programa Marco Europeo en materia de Nanociencias, Nanotecnologías y Nuevas Tecnologías de Producción. "No hay ningún secreto. Se trata de alinear lo que busca el instituto con la estructura necesaria para la gestión y ejecución del proyecto", apunta Valentín Polo, responsable de proyectos internacionales de Aimplas.

En esa alineación entran las empresas y las ayudas disponibles. "En nuestro caso buscamos que las empresas encajen en un perfil concreto para integrar a toda la cadena de valor: desde la planificación del proyecto hasta su salida al mercado", señala.

Aunque desde el instituto se asegura que no hay una diferencia estructural entre una buena empresa española y una buena empresa alemana, lo cierto es que se requiere tiempo para conocerse mutuamente. En ese punto es fundamental el papel de los institutos tecnológico y de las universidades, advierten Polo: "Son una forma de garantía".

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