Fausto camina despacio por uno de los márgenes del canal de la Marina. Lleva los auriculares puestos y anda canturreando mientras mueve la cabeza al ritmo de la música. Su piel negra brilla bajo un sol radiante y contrasta con una sudadera color crema y un pantalón corto de algodón blanco. Pero nada destaca tanto como sus estrambóticas gafas de sol color verde oliva con las patillas negras. Unas de esas gafas de sol que a cualquier otro sin el 'flow' del colombiano le quedarían ridículas. Luego llega a un sitio que le gusta y abre una mochila de la que asoma una fiambrera llena de anacardos y de la que saca un trípode y una esterilla.
"Me gusta grabar aquí porque tiene mucho 'power', mucha energía", explica Fausto Murillo, que es preparador físico y 'youtuber', mientras ajusta el encuadre del teléfono móvil que ha colocado en el trípode. De fondo tiene algunos barcos amarrados y el canal de agua por el que pasa una barca con unos remeros que intentan dar paladas al mismo ritmo y varias personas que hacen equilibrios encima de una tabla de pádel surf. Fausto le da al 'play' y entonces se transforma. "¿Cómo llevan el día hoy, máquina de máquinas?", saluda a sus seguidores, a sus millones de feligreses. Porque Fausto Murillo, un cincuentón con el aspecto físico de un joven, tiene una cuenta de YouTube con 6,4 millones de seguidores enganchados a sus rutinas para mantenerse en forma.
Cuando Fausto sonríe, uno sonríe. Su sonrisa es contagiosa y brilla como si fuera el faro que hay al final de la Marina Sur. El instructor alterna un tono de voz meloso, muy caribeño, con gritos marciales. "Vamos, mis guerreros. No os rindáis. Cuando os queráis rendir, pensad que sois unos guerreros", exclama mientras no para de hacer burpees y sentadillas con salto. Al lado, unos metros más allá, hay un guerrero. Aunque no se conocen. El 'Penyo', un chico de Puçol con una pierna biónica, está grabando un vídeo para una marca deportiva. El Penyo era aficionado a los 'bous al carrer' y un toro le pegó una cornada fatal. No perdió la vida porque recordaba que en la cogida de José Tomás en el albero de Aguascalientes, en México, alguien contó que ponerse nervioso sólo hace que pierdas más sangre. Y así, recordando ese dato, salvó la vida. Luego, en el hospital, al conocer el estado de su pierna, pidió que se la amputaran. Salió del hospital sin una extremidad pero feliz por haber salvado la vida. Y se puso a hacer deporte, a correr, a enfrentarse a todo tipo de retos.