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TÚ DALE A UN MONO UN TECLADO

Igualemos a la baja: ¡todos jodidos! (o las vacaciones de los profesores)

  • Foto: KIKE TABERNER
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El otro día en la reunión de escalera pedí permiso para hacer una pequeña obra en la galería de mi casa (es un primero y pertenece a la comunidad aunque solo lo use yo). La vecina del segundo fue tajante: mientras yo viva no te daré permiso. Le pregunté por qué y respondió: si yo no puedo, tú no podrás. La esencia del alma humana encarnada en mi vecina. La envidia y la miseria hablando desde una señora de mediana edad.

A ver, voy a empezar desde el principio, a contarles hacia dónde va este artículo: se acerca el verano y empiezan las bromas sobre las vacaciones de los profesores. Yo soy profesor, y cada año me cansan más los comentarios. Lo reconozco. No voy a excusarme con eso de que es un trabajo muy duro. Lo es, pero hay otros trabajos igual o más duros. He visto a profesores salirse de clase a llorar; los he visto paralizados en medio de gritos, incapaces de hacerse escuchar; los he visto amenazados por alumnos y por padres energúmenos; yendo al mecánico a cambiar las ruedas rajadas y al médico a cogerse la baja por depresión. Pero insisto: problemas hay en todos los trabajos. Y lo digo sin ironía. A mí me encanta dar clase: disfruto mucho y los momentos buenos, que son muchísimos, me compensan los malos ratos. Así que no voy a llorar por ser profesor, al contrario: si te gusta el trabajo y tienes ciertas aptitudes para él, es un trabajo genial. Mi baja por depresión vendría si estuviese en una oficina encerrado ocho horas al día. Trabajar con adolescentes me llena muchísimo. Me siento privilegiado por ser profesor, así que mis argumentos no van a ir por ahí.

Tampoco voy a intentar razonar, porque la razón está un poco pasada de moda en tiempos de Inda, banderitas y eslóganes: los profesores somos funcionarios grupo A y cobramos menos que la mayoría de colectivos grupo A. En algunos casos puede llegar a mil euros al mes. Al mes. ¿Por qué? Porque tenemos más vacaciones entre otras cosas… Pero da igual. Voy a defender a todos esos que se quejan de las vacaciones de los profesores porque siempre he creído que la mejor forma de atacar un argumento es darle la razón. Pruébenlo, díganle a su cuñado que sí, apoyen sus argumentos a ver cuánto rato consigue defenderlos en positivo.

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