VALENCIA. El Comité Olímpico Español difundió hace unos días una encuesta que afirmaba que el 91% de los españoles querían los Juegos Olímpicos de 2020 para Madrid. La encuesta precisaba que, además, esa mayoría se incrementaba aún más fuera de Madrid. Algo notable, porque supone asumir que, por ejemplo, el apoyo a Madrid 2020 sería probablemente mayor en Cataluña que en Madrid, a pesar del aumento del independentismo (o quizás precisamente por ello; porque piensan que ellos se librarán de pagar la factura de los Juegos).
Querría aclarar, al respecto, que yo era uno de los rarísimos individuos que no querían los Juegos, y que para mí la decisión del COI ha sido una gran noticia. Y con un añadido muy importante, además: la eliminación en primera ronda ha supuesto un ridículo tan estrepitoso, tan espectacular, que con un poco de suerte no habrá candidatura Madrid 2024. Porque, en caso de una derrota por la mínima, lo normal, visto lo visto, habría sido postularse para 2024, con lo que los miembros de la candidatura habrían alcanzado un record de 16 años viviendo de "vender ilusión". Ahora, en cambio, parece más probable que el sueño olímpico (o la pesadilla) acabe aquí.
No se entiende muy bien qué sentido tiene que un país como España, en la dificilísima situación económica en la que se encuentra, se embarque en la organización de unos Juegos Olímpicos. Y menos aún si tenemos en cuenta que España ya organizó hace poco más de veinte años unos Juegos Olímpicos, Barcelona 92. Unas olimpiadas que venían justificadas por la presentación de un país moderno, que había superado por fin su atávico retraso político y económico... Y que, además, nunca había organizado unos Juegos.
Esa justificación no existe para Madrid 2020, que se tropieza con la cruda realidad (que ya vivió Sevilla) por tercera vez. Y, además, conviene recordar que España no es Estados Unidos. No es una superpotencia a la que se le pueda antojar organizar Juegos Olímpicos cada pocos años (Los Ángeles 84 y Atlanta 96).
Pero, sobre todo, en contra de la candidatura de Madrid 2020 aparecía, o así me lo parecía a mí, un evidente problema de carácter ético. ¿Cómo es posible que nuestra clase política se embarcase en este tipo de proyectos mientras recortan y recortan gasto social y mientras evitan hacer cualquier reforma del modelo productivo? La pregunta se responde sola: probablemente se deba a que ni quieren cambiar, ni saben hacerlo. Y los Juegos Olímpicos suponían una ocasión de hacer más de lo mismo. Es decir, más construcción, más grandes eventos, más insistir en un modelo que en España ha fracasado sin ningún género de dudas, contribuyendo a agravar la crisis.
Argumentos endebles
Madrid 2020 se sostenía en dos grandes argumentos: la organización de los Juegos habría insuflado ánimos a la gente, y una importante inyección de empleo e inversión económica; y la inversión necesaria en infraestructuras sería relativamente pequeña, puesto que la candidatura ya las tenía construidas en su mayor parte.
El primer argumento es discutible. Hay Juegos Olímpicos que han sido un éxito, como probablemente lo fueron los de Barcelona (a pesar de que su final también preludió la dura crisis económica del 93, en parte agravada por la resaca del "Año de España"). Y hay otros que han resultado ser un desastre, como los de Montreal 76 (la ciudad canadiense estuvo pagando una enorme deuda generada por los juegos durante más de treinta años; es decir, hasta hace poquísimo) o, más recientemente, Atenas 2004.
El segundo argumento tiene un "reverso tenebroso" que convendría sacar a colación. Un problema de los Juegos Olímpicos, y de cualquier evento de estas características, es qué hacer con las infraestructuras a partir del "día después". Normalmente, resultan infrautilizadas o directamente se abandonan. Pero al menos la inversión se justifica por esos quince días de gloria olímpica. Pero en el caso de Madrid, en el que las infraestructuras quizás no se utilicen nunca... ¿No habría que exigir rendición de cuentas a las administraciones públicas que tan irresponsablemente han invertido millones y millones de euros en un proyecto que previsiblemente quedará en nada?
La creación de un consenso artificial
La candidatura olímpica ha estado, en sus tres ediciones, fuertemente impulsada por los poderes públicos y por algunos socios privados. También ha tenido un apoyo ciudadano inicialmente amplio, pero que ha venido decreciendo. Y en Madrid 2020 se ha evidenciado, con muchísima claridad, el alejamiento entre el entusiasmo y la adhesión al proyecto de la "España Oficial" y un apoyo mucho más tibio (aunque muy poco presente en los altavoces del poder, como es obvio) entre la ciudadanía.
Quizás esto último se debiera a que, como ha indicado la presidenta de la comisión de Coordinación del COI, Nawal El Moutawakel, después de la votación: "Creemos que España debe invertir sus recursos económicos en materias más importantes que los Juegos Olímpicos". Otras candidaturas, como la de Roma, cuyo país atraviesa parecidas dificultades económicas a las nuestras, decidieron abandonar el proyecto hace un año. Sin embargo, en España ni siquiera se insinuó que tal vez era mala idea continuar por esa senda.
Pero, aunque no había entusiasmo, tampoco abundaban las críticas. Al menos, no han podido leerse apenas en los medios de comunicación; ni, desde luego, por parte de casi ningún representante político o líder de opinión. En lugar de ello, se ha dirigido a la sociedad un relato sobre la candidatura que, como la realidad ha puesto claramente de manifiesto, era un cuento chino.
Un cuento basado, en primer lugar, en la delirante encuesta que difundió hace unos días el Comité Olímpico Español, que ya hemos mencionado. Y, en segundo lugar, en la idea de que Madrid 2020 no es que tuviera posibilidades, sino que poco menos que tenía los Juegos asegurados, con la espectacular "exclusiva" del diario El Mundo del miércoles como principal exponente de esta tendencia, en la que se afirmaba, entre otras cosas, que Madrid 2020 tenía 50 votos "seguros" de miembros del COI y que la candidatura de Estambul, pobrecitos, andaba por ahí mendigando algún voto para no hacer demasiado el ridículo. Al final, ha sido Madrid quien ha hecho el ridículo, con su alcaldesa, la inefable Ana Botella, y sus delirantes réplicas a los periodistas, a la cabeza.
#prayfor... Alejandro Blanco y su tesis plagiada: un emotivo homenaje a Alemania
Para rematar la faena, esta semana volvió a salir a colación una noticia de hace algunos meses: el presidente del Comité Olímpico Español y de la candidatura Madrid 2020, Alejandro Blanco, plagió su tesis doctoral. Y cuando hablamos de "plagio" no estamos diciendo que abusase del derecho de cita con una determinada obra. El plagio se produjo como dictan los cánones: copiando y pegando un documento de la web del propio Comité Olímpico Español, que preside, y que presentó como su tesis.
Un plagio, sin duda, olímpico, que podemos leer como un simpático guiño de la candidatura española al coloso alemán, dado que en Alemania es casi tradición pillar a los dirigentes políticos plagiando su tesis doctoral. Aunque conviene aclarar dos cosas: la primera, que el plagio "a la alemana" resulta mucho menos escandaloso que el modelo español; y la segunda, que en Alemania los implicados en este tipo de escándalos acabaron dimitiendo. En España, naturalmente, no.
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(*) Guillermo López García es profesor titular
de Periodismo de la Universitat de València.
@GuillermoLPD