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LA OPINIÓN PUBLICADA

El accidente del tren a Ferrol: errores, prisas y juicios paralelos

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VALENCIA. Es mucho lo que ya se ha escrito sobre el trágico accidente del tren Alvia Madrid-Ferrol a su paso por Santiago de Compostela. Y mucho más aún lo que se escribirá sobre el asunto. Resulta redundante, sin duda, que abundemos aquí sobre los motivos del accidente, menos aún que participemos de la búsqueda de culpables en la que llevan empeñados algunos medios de comunicación (y dirigentes políticos también) desde el preciso instante en que se produjo. Pero querría detenerme sobre una tercera cuestión, también relevante: el tratamiento informativo del accidente, en los medios y también en las redes sociales. La cobertura de un suceso tan terrible, y de tanta relevancia, en un contexto de sobresaturación informativa y multiplicidad de fuentes como el que vivimos. 

Un accidente de esta dimensión genera, como es normal, ansiedad en el público; prisas por obtener información relevante, y por resolver las múltiples incógnitas, la incertidumbre, generada en torno al suceso: ¿por qué se produjo el accidente? ¿Qué se podría haber hecho para evitarlo? ¿Puede suceder de nuevo? Y, sobre todo: ¿quién, o quiénes, pueden considerarse los responsables?

Si unimos lo anterior a la existencia de un ecosistema comunicativo caracterizado por la abundancia de medios de comunicación, en el que buena parte del público adquiere un papel activo (recomienda noticias, las comenta con otros usuarios, incluso genera sus propios contenidos en blogs o en redes sociales, ...), tenemos un cóctel potencialmente explosivo. La información circula muy rápidamente. Todo sale a la luz en poco tiempo. Todos opinan sobre cualquier hecho relevante. Y todo es enjuiciado por los medios y por el público.

En esencia, es lo que siempre ha ocurrido con cualquier noticia de alcance: ante la incertidumbre, y la necesidad de adquirir información, tanto el público como los medios se movilizan, y se aceleran. Ahora ocurre igual, pero todo el proceso es mucho más visible, más rápido, y por lo tanto queda más claramente evidenciado.

Esto provoca también, lógicamente, que se cometan errores, algunos particularmente sonrojantes. Muchos pusieron de manifiesto la deficiente cobertura de TVE, lentísima en reaccionar (a pesar de que cuente con más medios que cualquier otra cadena de televisión, e incluso con el único canal de información 24 horas que queda en España). Y otros tantos destacaron el espeluznante error de Presidencia del Gobierno, emitiendo un comunicado plagiado parcialmente de otro comunicado previo referido al terremoto de Gansu, en China.

Los errores son relevantes en sí mismos, pero lo llamativo aquí es que afloran muy rápidamente. El público y los medios de comunicación tardan muy poco tiempo en analizar cualquier error y manifestar su existencia; la audiencia está ávida de tener contenidos, y también de encontrar culpables (y los medios, otro tanto).

Rajo, Feijóo, Pastor y otras autoridades visitando el lugar del accidente 

Eso pudo verse también en las críticas al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por no desplazarse de inmediato al lugar del accidente (lo hizo a primera hora de la mañana siguiente). Unas críticas probablemente excesivas. Porque, aunque sin duda habría sido aplaudido que Rajoy apareciera allí a las pocas horas del accidente, también cabe poner en duda cuál sería, exactamente, su papel: ¿hacerse fotos? ¿Perturbar las imprescindibles labores de rescate y asistencia a los heridos? Se trata de una situación en la que, se tome la decisión que se tome, la persona implicada (en este caso, Rajoy) estará sometida a críticas (podemos esperar que, si se hubiese desplazado en el mismo momento del accidente, algunos le habrían acusado de frivolizar con las víctimas y de hacer electoralismo).

Afloran errores... Y aflora cualquier tipo de dato, relevante o no, pero que rápidamente es difundido por los medios y por el público activo, adquiriendo una nueva dimensión en el proceso. El caso más claro es el mensaje en Facebook del maquinista del tren, presunto responsable del accidente (nada "presunto" para muchos medios de comunicación y para los directivos de Adif, que se han apresurado a cargarle con todas las culpas).

 

El maquinista, en los comentarios de una fotografía publicada en su cuenta de Facebook, se "jactaba" (según adjetivó algún medio) de alcanzar los 200 kilómetros por hora con un tren cuya velocidad máxima era de... 200 kilómetros por hora. Es decir: el maquinista del tren afirmaba conducir dentro de los límites de velocidad. Resulta difícil saber cuál es el interés informativo de una declaración así.

El conductor del tren, herido tras el accidente

Pero esto no fue impedimento para que medios como El País difundieran la "noticia" con entusiasmo; ni para que ABC (un medio que, además, ya cuenta con un lamentable historial al respecto) lo convirtiera en asunto de portada, mucho antes de que podamos saber si realmente el maquinista es el único responsable, o incluso el principal responsable, del accidente, por mucho que ya contáramos entonces con algún indicio para pensar en ese sentido. Pero no, desde luego, por un comentario puesto en Facebook.

No parece muy sensato convertir cualquier declaración o comentario de alguien en un hecho noticioso, interpretándolo meses o incluso años después en los términos en los que interese al medio de comunicación de turno. El resultado difícilmente será sólido. Puede pasarnos como con la canguro de Adam Lanza, el asesino de 28 personas, la mayoría niños pequeños, en un colegio de EEUU: que ella declare que desde su más tierna infancia, por cómo jugaba y se movía, ya estaba clarísimo que, tarde o temprano, haría lo que hizo. Todo cuadra, cuando el interés del medio es, precisamente, que cuadre, retorciendo los datos y exponiéndolos según convenga.

#prayfor... Rafael Maluenda: es mentira y pido disculpas por ello

Entre la multiplicidad de noticias, comentarios y opiniones surgidos en relación con el accidente, brillan con luz propia los comentarios en Twitter del diputado del PP en las Cortes Valencianas, Rafael Maluenda. Y, desde luego, no destacan en sentido positivo.

Maluenda se ha especializado, desde hace ya bastante tiempo, en inundar Twitter con comentarios propagandísticos, emitidos a un ritmo incesante, llueva o truene. Pero el pasado jueves, un fastidioso inconveniente le impidió al diputado del PP martirizar a sus seguidores con la retahíla de consignas habitual:


Al ser consciente (por sí mismo o porque alguien se lo hiciese notar) de la indignidad inherente a este comentario, Maluenda lo borró y pidió disculpas. Pero el tuit continuó circulando por Twitter y fue citado por cada vez más gente, y más indignada. Así que Maluenda, en un sorprendente giro de estrategia, decidió pasar a negar la existencia del tuit:

Es decir: suelto una barbaridad, me disculpo y borro el tuit. Pero luego, cuando me afean mi conducta, digo que el tuit... ¡no existe! De ahí a montar una teoría de la conspiración sólo hay un pequeño paso. Desde aquí proponemos que Maluenda defienda que un hacker ("FakeMaluenda", por ejemplo) publicó el tuit, lo borró y pidió disculpas, sólo para dejar en mal lugar al auténtico Rafael Maluenda.

Por supuesto, el asunto trajo cola, y acabó apareciendo en muchos medios de comunicación, incluso de ámbito nacional. Y no es para menos. Por mucho que luego pidiera disculpas, el comentario inicial de Maluenda, molesto porque el accidente interfiriera con la agenda política del PP y con el argumentario que tenía previsto "colocarnos" el diputado del PP ese día, resulta definitorio de su carácter. Por desgracia para él.
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Guillermo López García es profesor titular de
Periodismo de la Universitat de València.
@GuillermoLPD 

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