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Luis Bárcenas: ¿el supervillano perfecto?, por Guillermo López

  • Lex Luthor, encarnado por Gene Hackman en Superman (1978)
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VALENCIA  Todos tenemos en mente, más o menos, la figura de los supervillanos del cómic. La némesis del superhéroe, a menudo también dotado de superpoderes, o al menos con una enorme capacidad (intelectual, económica, física), puesta al servicio del Mal. Los supervillanos comenzaron a funcionar en los cómics con una caracterización más bien ridícula, elaborando fantasiosos y absurdos planes normalmente centrados en hacer la vida imposible al héroe. Poco prácticos, los supervillanos, una vez tenían al héroe a su merced, no se deshacían de él, sino que le obligaban a participar en algún "juego mortal", tan maquiavélico como absurdo (tipo introducir al héroe en un molinillo de café gigante), del que éste acababa escapando y capturando al villano.

Con el tiempo, los supervillanos se refinaron y se volvieron más malévolos. En lugar de un molinillo gigante, le asestaban una paliza al héroe, o asesinaban a toda su familia. Una villanía mucho más oscura, y también -si se trataba de hacerle la vida imposible al héroe, o de acabar con él- más eficaz.
 
Había varias motivaciones posibles para las villanías del supervillano. Algunos querían destruir el mundo, o dominarlo completamente; otros, más idealistas, buscaban cambiarlo para mejor, aunque por métodos poco ortodoxos e inaceptables (como, por ejemplo, el supervillano de Batman Ra's al Ghul, que quería acabar con la mayoría de la población del planeta para preservar a las demás especies); y, por supuesto, había villanos que sencillamente buscaban fines más prosaicos, centrados en enriquecerse haciendo el Mal.

Catálogo de virtudes para el Mal

Desde luego, la figura del supervillano pertenece, por su propia naturaleza, al ámbito de la ficción. Pero eso no significa que en el mundo real no podamos encontrarnos aspirantes muy bien acreditados para adoptar un papel similar, aunque no vuelen (salvo en su avión privado) ni lancen rayos por los ojos (que sepamos).

Mariano RajoyEn España, sin duda, hay mucha materia prima donde elegir. Y son muchos -por momentos, apabullantes- los asuntos de actualidad que concitan la atención de la ciudadanía en las últimas semanas. Pero pocos descollan con tanto vigor como una figura que genera titulares de primera página prácticamente a diario: el ex tesorero del PP, Luis BárcenasUn hombre que se ha convertido, en apenas dos meses, en el principal problema del Partido Popular y en uno de los más acuciantes para el Gobierno español. También se ha convertido, al mismo tiempo, en un icono social negativo, desde muchos puntos de vista.

Los múltiples frentes que tiene abiertos, su manera de obrar, su capacidad para atormentar al partido político para el que ha trabajado toda su vida, así como su aparente -y desconcertante- imperturbabilidad ante las cosas que le suceden, son rasgos que ubican a Bárcenas en un escenario diferente al de otros aspirantes a malvado. Entre sus características diferenciales, podríamos destacar:

Millonario: en primer lugar, Bárcenas es millonario. 38 millones de euros en Suiza, más el patrimonio que pueda tener en España y otros países. Una cualidad muy útil para un supervillano. El dinero puede servir para acrecentar las villanías cometidas y por cometer, y es, al mismo tiempo, testimonio de lo mucho y bien que se ha trabajado en el pasado. A los efectos que a nosotros nos interesan -calibrar sus "virtudes" como supervillano-, resulta indiferente que derive del esforzado trabajo de Bárcenas (en cuyo caso habrá que convenir que el hombre es un auténtico genio de los negocios) o tenga un origen ilegítimo.

Lex Luthor, encarnado por Gene Hackman en Superman (1978)Maquiavélico: Los supervillanos que carecen de superpoderes (como por ejemplo el enemigo atávico de Superman, Lex Luthor) suelen suplir este problema, además de con su dinero, con su inteligencia, destinada tanto a acrecentar su poder como a urdir complejos planes contra sus archienemigos. Y, desde luego, cabe reconocer que Bárcenas se ha aplicado con contundencia en este aspecto. Sus famosos "papeles" (cuya autoría negó semanas después de afirmar ante notario haber llevado, durante años, una contabilidad en esa misma línea); sus denuncias al PP, por despido improcedente y por espionaje; y, sobre todo, la percepción de que actúa conforme a la seguridad de saberse intocable, perfilan a alguien extraordinariamente capacitado para, como mínimo, incordiar a sus enemigos.

Incluso aunque sus enemigos sean mucho más poderosos, en apariencia, que él, como sería el caso de Dolores de Cospedal o el propio PP en su conjunto. Uno se imagina a Bárcenas en su casa, sentado en un sillón delante del fuego de la chimenea mientras acaricia a un gato y con la otra mano sostiene un buen brandy. En un momento determinado, observaría satisfecho en el televisor la comparecencia surrealista de Dolores de Cospedal para "explicar" el supuesto "despido diferido" de Bárcenas. Para, al final, musitar un "todo cuadra" o bien romper a reír a carcajadas (según el potencial histriónico que queramos atribuirle a nuestro supervillano).

Excéntrico: Los supervillanos, a menudo, se han caracterizado por mostrar extravagancias, o bien gustos exquisitos, que les separarían de las personas "normales". Otra faceta en la que Luis Bárcenas ha brillado con luz propia. En primer lugar, se trata de un hombre culto, a menudo preocupado por el mercado del arte. Y, desde luego, entendido, puesto que sus negocios en ese sector (como en cualquier otro, por otra parte) siempre han ido viento en popa.

Además, es un hombre amigo de hacer proezas deportivas llamativas, como su gusto por la práctica del "heliesquí", que casi parece sacada de una película de James Bond. Y también es amante de la buena vida: si no está practicando el heliesquí, se le puede encontrar en un hotel de lujo del sur de Francia, por ejemplo.

Exhibición de 'heliesquí'Sin remordimientos: esta es la característica más llamativa, y más desconcertante, del ex tesorero del PP. Cualquiera que observe su situación desde fuera convendría rápidamente en que, desde luego, ésta no es envidiable (si hacemos abstracción de los 38 millones de euros y lo que comportan): es probable que Bárcenas acabe condenado, en una condena que puede comportar cárcel. Y, aunque no sea así, como mínimo sus problemas judiciales le pondrán en dificultades durante muchos años. Tampoco debe resultar muy agradable convertirse en una persona sometida constantemente al escrutinio público, sobre todo si en el camino se convierte en el mencionado icono social negativo.

Por eso llama la atención hasta qué punto, en apariencia, a Bárcenas le resulta indiferente su situación. Una persona acosada por la justicia, repudiada por los suyos (en parte, puesto que aún no ha llegado esa famosa querella del PP contra él, mientras él no cesa de querellarse en sentido inverso) y rechazada por la mayoría de la sociedad; cuyas riquezas están siendo fiscalizadas por la Justicia. Y, sin embargo, Bárcenas se va tranquilamente de fin de semana a Canadá, o al sur de Francia.

No muestra vergüenza, o arrepentimiento, de ninguna clase, pero tampoco enfado e indignación (como sería más común en alguien inocente). Mantiene la compostura en la mayor parte de las ocasiones. Como mucho, trasluce un enfado malencarado (la famosa "peineta" a los periodistas), que casi parece provenir más de que le moleste ver periodistas al volver de su fin de semana de placer que de que se sienta acosado.

Actúa, en resumen, como si todo lo que le pasa no fuera con él, y se tratase de una molestia menor que acabará mitigándose y desapareciendo. Lo cual sólo tiene dos explicaciones: o Bárcenas está fuera de la realidad, o es que sabe perfectamente, por razones que podemos imaginarnos, que al final saldrá impune de los cargos que se le imputan. Cree tener, en resumen, controlado a su actual archienemigo: el PP.

#prayfor... Corinna en ¡Hola!

Aunque nadie puede competir con Bárcenas en el papel, constantemente afloran nuevos figurantes que podrían formar parte de nuestra galería de supervillanos. En esta semana, ha brillado con luz propia la -en sus palabras- "amiga entrañable" del Rey Juan Carlos I, Corinna Zu Sayn-Wittgenstein. Corinna decidió romper su silencio para ser entrevistada, a lo largo de la semana, en: El Mundo, Paris Match, ¡Hola! y el programa de Antena 3 "Espejo Público". En todos estos medios afirmó que ella es discreta y reservada (lo cual, resulta ocioso decirlo, ciertamente contrasta con que conceda una entrevista detrás de otra).

Al principio, casi daba la sensación de que Corinna aparecía en los medios merced a una estrategia pactada con la Casa Real. En particular, su aparición en ¡Hola! resulta bastante esclarecedora al respecto, pues este es un medio de comunicación especialmente respetuoso con todo lo que se le indique desde la institución, con lo que resulta difícil pensar que publicase una entrevista contra el criterio de la Casa Real.

Pero, por otro lado, la propia Casa Real ha desmentido que se trate de una estrategia acordada con Corinna, y ha acabado calificando estas entrevistas de "publirreportaje". Desde luego, a nadie se le escapa que la aparición de Corinna en los medios de comunicación, por muy "amables" que sean las entrevistas, no constituye un factor positivo para la Monarquía.

En particular, si se dedica a explicar que le buscaba trabajos a Urdangarin a razón de 200.000 euros anuales (¡un sueldo a la altura de Luis Bárcenas!), o que afirme haber realizado trabajos "delicados y confidenciales" en pro del bienestar y el interés de España... ¡Y gratis, además! Como colofón, la presencia insistente, en las fotos que acompañan a las entrevistas, de un reloj y una pulsera que, se insinúa más o menos abiertamente aquí, podrían constituir regalos del propio Juan Carlos I.

 

Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València. @GuillermoLPD

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