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A Mazón no le sonó el ES-Alert

Publicado: 30/09/2025 ·06:00
Actualizado: 30/09/2025 · 06:00
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Carlos Mazón ha vuelto a demostrar lo que ya sabíamos: nunca está a la altura del cargo que ocupa. Cada vez que la Comunitat Valenciana necesita a su president, él aparece en otro lugar, en otra foto, él siempre tiene otra prioridad. Lo vimos el domingo con toda crudeza: mientras a todos nos sonaba la alerta roja en nuestros teléfonos, él decidió quedarse en un acto del Partido Popular en Murcia. Recibiendo aplausos de los suyos y respondiendo con besos desde un escenario.

Esto para él no fue un error. No es una anécdota. Es una declaración de intenciones. Es una cuestión de prioridades. Para Mazón su meta no es estar a la altura del cargo es servir al PP para seguir erosionando a Pedro Sánchez. Su prioridad no son los cinco millones de valencianos y valencianas. Y volvimos a verlo. Una vez más los intereses populares por delante de los intereses valencianos. El partido popular por delante de la Generalitat Valenciana.

El contraste es insoportable. Mientras en nuestros móviles saltaba el aviso del ES-Alert. Un aviso que aceleraba el pulso de miles de familias, Mazón sonreía en Murcia defendiendo la nueva ocurrencia de su partido: un visado por puntos para migrantes. Para él, esa era la prioridad. Y no estar al frente de la respuesta a una alerta que revive en toda la Comunitat Valenciana el recuerdo trágico de la Dana del 29 de octubre, la que se llevó por delante 229 personas y con ellas tantos proyectos de vida rotos.

Lo irónico de todo esto es que unos días antes se había coronado a sí mismo como el Consell más preocupado por las emergencias. Y cuando llegó la siguiente lo encontramos donde siempre: lejos. Esa es la verdadera radiografía de su presidencia, un manual de ausencias repleta de una arrogancia insoportable.

Pero sinceramente, llegados a este punto, lo sorprendente seria lo contrario. Esto es un suma y sigue de una forma de gobernar que desprecia el sentir de la población. Es la continuación de la exhibición que soportó la sociedad valenciana en el pasado debate del estado de la Comunitat hace apenas una semana.

Mientras las víctimas de la Dana miraban desde el palco con el corazón roto, Mazón no tuvo ni la decencia de pedir perdón públicamente. Les dio la espalda. Como lleva haciendo once meses. En vez de perdón, en vez de propuestas creíbles, castigó a la audiencia a más de cinco horas de verborragia vacía. Sin asomo de empatía. Sigo pensando que nadie le quiere de verdad. Si así fuese, alguien tendría que haberle dicho que se acabó. La institución valenciana no puede seguir girando alrededor del ego de un president incapaz de sentir el dolor de su propio pueblo.

En ocasiones las comparaciones son odiosas, pero en también muy aclaradoras. El domingo volvimos a ver como, mientras Carlos Mazón recibía aplausos y lanzaba besos en Murcia, la delegada del gobierno Pilar Bernabé, estaba al pie del cañón. Ocupando el lugar que le corresponde a un representante público en momentos críticos: al lado de la gente y de los equipos que trabajan sobre el terreno. Su actitud dejó en evidencia, una vez más, que la seguridad de un pueblo no se mide por los galones en la solapa ni por los titulares que uno se adjudique, sino por la sensibilidad y la responsabilidad con que se afrontan las emergencias. Porque si el máximo responsable de la emergencia no demuestra preocupación real, ¿cómo pretende que lo haga su equipo? Bernabé hizo lo que debía y transmitió calma y liderazgo. Mazón volvió a estar ausente.

La manifestación del pasado domingo en València no fue una protesta más. Fue un termómetro social que midió la paciencia agotada de un pueblo cansado de abandonos, de mentiras y de silencios. Miles de voces se unieron, en la cita número once, para gritar lo que es más que un clamor: que un president ausente no es un digno president. Y lo que es evidente, es que ya no solo se manifiestan por lo ocurrido el día 29 de octubre, lo hacen por cada minuto de abandono acumulado desde entonces. El eco de esas consignas retumba en cada rincón de la Comunitat Valenciana, especialmente en días como éstos, cuando la alerta roja nos obliga a revivir los miedos del pasado año. Esas voces no solo reclaman justicia por lo que ocurrió, son gritos de memoria y advertencia, recordándonos que la herida sigue abierta y que la ausencia del máximo responsable multiplica la incertidumbre. 

La política, al fin y al cabo, es cuestión de prioridades. Cuando esas prioridades no están claras, el vacío se nota. Y así llevamos más de dos años. Ahora sabemos que gobierno del cambio vino para hacernos la vida peor. Un Consell no se mide por las palabras, ni por los discursos, sino por las decisiones que se toman en momentos clave. La emergencia de ayer volvió a desnudar cuales son las verdaderas prioridades del Consell de Carlos Mazón: primero su partido, después sus cálculos y nunca los valencianos y las valencianas. 

Lo resumió con lucidez Gandhi “la acción expresa las prioridades”. Y las acciones de Mazón han dejado claro que la seguridad y la dignidad de esta tierra no están entre ellas.

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