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Benidorm como síntoma en el PSPV

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Desde hace años, los socialistas valencianos andan preguntándose una y otra vez los motivos por los cuales en esta Comunidad no levantan cabeza. No acaban de comprender las causas por las que, a pesar de contar con uno de los gobiernos autonómicos más ineficientes, con mayores implicaciones judiciales en diferentes casos de corrupción, con mayor deuda, déficit, desempleo y dejación en la prestación de servicios esenciales, las urnas siguen otorgando mayorías absolutas a los dirigentes populares, que lejos de acortarse, van agrandándose con el paso del tiempo. Por si fuera poco, los distintos procesos judiciales que han venido conociéndose en los últimos años, lejos de generar una caída en las expectativas electorales del Partido Popular en la Comunidad Valenciana, parece que han llevado a agrandar, todavía más si cabe, la distancia que separa al PP del PSPV, ensanchando una mayoría absoluta que se repite en el gobierno autonómico, diputaciones, capitales de provincia y otras muchas poblaciones desde el año 1995.
La verdad es que estamos ante uno de esos temas que no admite una respuesta sencilla ni unívoca, como con frecuencia se escucha cuando cada cual quiere arrimar el ascua a su interesada sardina; es lo que desde la sociología se denomina como explicación refugio. Por el contrario, debemos tener en cuenta fenómenos de naturaleza multicausal que intervienen en distintas escalas y operan con distintas intensidades, en ocasiones de forma individual pero en otras de forma simultánea. Tratemos por ello de mencionar algunas de estas razones, comprendiendo así la complicada morfología de una de las incógnitas políticas y sociológicas más recurrentes.

La política clientelar del PP valenciano
Está claro que el deterioro y la pérdida de credibilidad en el PSOE a nivel estatal repercute sin duda en las diferentes regiones y comunidades autónomas, generándose una alternancia que más tarde o más temprano se acaba por producir en sistemas parlamentarios bipartidistas, como el nuestro. Pero al mismo tiempo, los cambios sociales y sociológicos que se han producido de la mano de procesos globalizadores de gran calado no son valorados suficientemente por partidos políticos que se mantienen como máquinas anquilosadas, arcaicas y clientelares, de espaldas a las dinámicas sociales emergentes. Todo ello influyó, sin duda, en la Comunidad Valenciana para facilitar la llegada de los Populares, iniciando transformaciones económicas y sociales de una gran envergadura de la mano de una forma de gobernar extremadamente clientelar, que ha sido capaz de penetrar en una red social de organizaciones netamente valencianas, ligadas a la fiesta, la música, la Semana Santa, las organizaciones vecinales que han sido creadas, alimentadas y financiadas desde los gobiernos municipales del PP a lo largo y ancho de la región, y a las que se han sumado otras nuevas vinculadas a otros grupos espúreos de ONG que no son tales, como estamos viendo con profusión estos días. El PP ha desplegado un modelo económico vinculado a la espectacularidad de masas y la idea de que los procesos urbanizadores masivos repercutían a la larga en el conjunto de la sociedad, bien por la posibilidad de rentabilizar a corto plazo terrenos y bienes con productividades marginales, o bien por trabajar al servicio de esa economía profundamente especulativa y depredadora del territorio, aunque fuera de forma precaria, inestable y temporal, como se ha visto.

Del victimismo al enfrentamiento, como estrategia
En la Comunidad Valenciana, junto a los elementos anteriormente mencionados, hay que reconocer que desde que el PP se hizo con el Gobierno autonómico comenzó a desarrollar una política muy eficaz de victimismo y enfrentamiento con el Gobierno central, particularmente cuando lo ocupó el PSOE, que ha llevado a responsabilizar a los demás de todos nuestros males y problemas, mientras que por el contrario, capitalizamos como propio todo aquello que puede ser vendido electoralmente. La fórmula ha funcionado a la perfección, mientras el PSOE ha sido incapaz, no ya de desarrollar una contraofensiva en la misma línea y nivel, sino siquiera de tener una mínima presencia social y ciudadana, que con el paso del tiempo se ha ido diluyendo como un azucarillo, dedicando por el contrario numerosas energías a guerras y enfrentamientos internos generalmente relacionados con las luchas por el poder puro y duro, sin que se tradujera en capacidad para generar alternativas, explicaciones y respuestas a los problemas crecientes de los valencianos, especialmente en los ámbitos urbanos y metropolitanos. Al mimo tiempo, cuando los responsables políticos se convierten en tecnócratas alejados de las necesidades y preocupaciones reales de la gente, sin visibilidad social ni credibilidad ciudadana, acaban por perder capacidad y presencia política, algo que hace tiempo le ha ocurrido al PSPV y al propio PSOE.

Un PSPV en manos de familias
El PSPV ha sido una máquina de quemar candidatos y líderes, expulsando de sus alrededores todo aquello que no fuera de la estricta lealtad partidaria con el aparato de turno y con las familias que controlaban en ese momento el partido: ciscaristas, lermistas, asuncionistas, Joanignasistas, Alartistas o Pajinistas. Cualquier intento de crítica surgida desde la sociedad o desde personas emblemáticas de la izquierda cívica valenciana ha sido rechazado, desacreditado y tratado de silenciar, aunque en períodos de campaña electoral se sucedan los intentos publicitarios de fingida aproximación a sectores progresistas. Con ello, en el PSPV han ido quedando y sobresaliendo un grupo de personas cada vez más aparato, que viven de y para la política y que por tanto han maniobrado hasta la extenuación por mantenerse en la derrota, porque aún en esa derrota siguen teniendo puestos, cargos y sueldos. Resulta llamativo comprobar la escasa vida laboral que acumulan muchos de los líderes del socialismo valenciano, por cierto, precisamente cuando algunos de ellos en su calidad de Diputados, no han cotizado un solo día a la Seguridad Social como trabajadores pero que ahora pretenden reformar el sistema de pensiones que hemos alimentado los trabajadores.

Transformar el malestar en voto
Así las cosas, desde hace años, el PSPV no comprende los cambios y transformaciones que se han ido produciendo en la sociedad valenciana y mucho menos entienden a su potencial electorado, del que se han ido alejando, cuando no maltratándolo o sencillamente despreciándolo. Han creído que con el tiempo, les llegaría el poder por generación espontánea de la misma forma que las manzanas caen del árbol por el simple efecto del tiempo y la gravedad. Con mayor medida cuando han estallado los últimos escándalos de corrupción, en la medida en que han creído que la simple explotación de estos casos, junto a una evidente mala gestión en aspectos esenciales para la ciudadanía en la educación, la aplicación de la ley de dependencia, la sanidad y la economía regional, generaría una marea de malestar social que se traduciría automáticamente en voto para los socialistas. Pero los socialistas no han sido capaces de transformar todo ese malestar social existente en energía para un cambio político en la comunidad a través del voto, y lo que es peor, siguen sin comprender los motivos de ello.

El duro trabajo en la oposición
Por muy erosionado que esté el Gobierno popular de Camps, nada desgasta más que la oposición, especialmente cuando esa labor de oposición no tiene visibilidad social y es incapaz de generar propuestas efectivas de cambio que sean vistas así por la población. Todo ello cuando la marca PP se mantiene con firmeza en esta región, mientras la marca PSOE no deja de perder credibilidad. Los partidos políticos mayoritarios cuentan con un suelo y un techo electoral con una cierta elasticidad que, en el caso del PP en la Comunidad Valenciana se ha venido comportando de forma horizontal sin demasiados sobresaltos en los últimos años, mientras que el PSOE ha venido descendiendo en su suelo, sin que se pueda afirmar con rotundidad que ha tocado fondo. Esto tienen que ver con lo que anteriormente mencionábamos, la fuerza de la marca PP en esta región, frente a la falta de credibilidad de la marca PSOE, pero la cuestión está en saber las razones de esta desigual confianza del electorado hacia el PP y el PSOE.
En mi opinión, hay dos elementos destructivos que el PP ha manejado con maestría y de los que el PSOE no ha sabido distanciarse, alejarse y rechazar de forma firme e inequívoca: el "y tú más" y el "todos somos iguales". El PP ha tratado de espolvorear como respuesta a cualquier acusación, ya sea de corrupción, de mala gestión, de nepotismo, favoritismo, amiguismo o connivencia con empresarios o constructores, estas dos respuestas como si de un mantra se tratara, encontrando en no pocas ocasiones ejemplos simétricos, bien sea en alcaldes o concejales imputados o en prácticas que eran poco edificantes entre el PSPV. Por ello es tan importante generar unas prácticas y un discurso nítidamente incompatible con la corrupción en cualquiera de sus formas, tanto desde las prácticas, como desde las políticas y desde luego en los comportamientos. Y hay que reconocer que el PSOE, aunque de forma tímida haya tratado en ocasiones de defender la necesidad de una regeneración ética, no ha sido capaz de cortar de raíz toda práctica sospechosa, del tipo que fuera. La imputación de un histórico socialista en el caso Brugal que, a estas alturas, no ha sido cesado del grupo municipal socialista y que cuenta con relaciones históricas conocidas con políticos, empresarios y urbanizadores imputados en diferentes sumarios, además de respaldos en los más altos niveles políticos del socialismo valenciano, ha sido la demostración de que, efectivamente, hay algunos que son iguales. Y en ese mensaje del "todos somos iguales" que con tanto interés difunde el PP, la derecha siempre gana frente a los electores socialistas, en la medida en que éstos siempre preferirán el original a la copia. Aunque suene muy duro, el dilema para muchos electores es que, ¿para qué van a cambiar el voto si los otros no van a tener un comportamiento político y ético muy distinto del que tiene el PP? Y esto es algo que el PSPV no ha sido capaz de cambiar de forma inequívoca, sin ningún atisbo de duda.

Benidorm como síntoma
Y este cambio ético acompañado de una profunda regeneración moral no puede tener matices ni dobleces, para ser capaz de romper de forma meridiana con esa igualdad en el comportamiento político y moral a la que ha tratado de llevar interesadamente el PP al PSPV. Por ello, cada excepción que el PSPV ha establecido no ha hecho sino dar la razón al Partido Popular. Y el último de ellos es el caso Benidorm, por todos conocidos.
No hay duda que Benidorm ha sido no solo la meca del turismo, sino la capital del transfuguismo que protagonizó en su día Zaplana. Y para el PSOE era una dolorosa herida por la que seguía supurando, en la medida en que la moción de censura de Benidorm fue el inicio de la pérdida de poder en el Gobierno Valenciano y en otras muchas instituciones. Pero por rechazable que fuera la trayectoria del PP en Benidorm, ello nunca justificaba la operación de transfuguismo que el PSOE alimentó, con el agravante de que ello contribuyó a erosionar gratuitamente la credibilidad del PSPV y de su ejecutiva e implicó a la familia Pajín, cuya influencia sobre el socialismo valenciano y particularmente alicantino se vive con rechazo por todos aquellos que no gozan de su protección y cargos.
La decisión adoptada por la ejecutiva del PSOE devalúa la democracia y viene a ratificar ese discurso tan dañino del "todos somos iguales" con el que el PSOE debería romper de una vez por todas. El Partido Socialista no puede defender la decencia de esta decisión en función de la indecencia del PP en otros casos similares, como vienen haciendo vergonzosamente algunos miembros de la ejecutiva provincial del PSPV en Alicante, ya que ello se rebajan moralmente y se ponen a la misma altura de quienes pretenden rechazar. Nada de esto hubiera sucedido si Leire Pajín no lo hubiera permitido, habiendo llevado (una vez más) al PSOE a una situación límite, ya que ha ido trabajando para que esta decisión fuera irreversible, a pesar del desgaste que ello supondría para el partido y del rechazo que generaba en destacados dirigentes socialistas que se han venido pronunciando en contra, pero que ahora tienen que digerir la decisión. No creo que el PSOE esté en condiciones de desperdiciar su credibilidad, ya de por sí bastante erosionada por estas tierras.
En pocos meses veremos si Benidorm es el síntoma de una enfermedad mucho más aguda que sufre el PSOE, y que se vive con particular virulencia en esta Comunidad. Por lo demás, es evidente que cualquiera que se atreva a hacer las consideraciones aquí expuestas es considerado como un elemento peligroso para el PSPV, así vienen funcionando desde hace años. Pero no es más que otro síntoma de su enfermedad.

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(*) Carlos Gómez Gil es doctor en Sociología, profesor de la Universidad de Alicante y analista político (cgomezgil@ua.es)

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