En 1965 Warren Buffett adquiere Berkshire Hathaway y de la mano de su inseparable socio Charlie Munger la convertiría en un conglomerado de inversión con una alta reputación a nivel mundial. Una empresa capitalista reconocida y estudiada como modelo de éxito si medimos dicha reputación de acuerdo con los estándares tradicionales. Una década después y en el continente europeo, un grupo de emprendedores valencianos, entre ellos Francisco Pons, Vicent Diego y Josep Maria Soriano, impulsaron una visión empresarial marcada por una propuesta radicalmente diferente, con la ética y el compromiso social como clave de bóveda del nuevo edificio. Estos empresarios creían firmemente que era posible establecer un modelo de negocio basado en valores cooperativos, alejándose de los paradigmas tradicionales enfocados únicamente en la maximización del beneficio. En un contexto económico y social en transformación, apostaron por estructuras organizativas más equitativas, en las que el trabajo colaborativo y la gestión democrática tuvieran un papel central.
El movimiento cooperativista valenciano no surgió de manera aislada, sino que encontró inspiración en diversos referentes históricos que habían sentado las bases de un nuevo modelo económico en Europa. Figuras clave como Hermann Schulze-Delitzsch en Alemania, los pioneros de Rochdale en Inglaterra y Friedrich Wilhelm Raiffeisen en los Países Bajos fueron fundamentales en el desarrollo del cooperativismo moderno. Estos modelos promovían la participación de los trabajadores y consumidores en la gestión empresarial, fomentando una distribución más equitativa de los recursos.
En el País vasco, el pensamiento de José María Arizmendiarrieta y su obra en Mondragón consolidaron una visión empresarial profundamente influenciada por la Doctrina Social de la Iglesia. Su modelo, basado en la cooperación y la solidaridad, también sirvió de inspiración para muchas iniciativas valencianas, entre ellas Caixa Popular. Desde sus inicios, esta entidad se ha diferenciado por su enfoque en la economía social, promoviendo una gestión más humana y responsable, en la que las decisiones involucran a toda la organización. Y en última instancia, lo más destacable es que su modelo de gestión ha evolucionado hacia una estructura líquida, un concepto desarrollado en respuesta a los nuevos retos que se identifican. A diferencia de las estructuras tradicionales de Berkshire, caracterizadas por su rigidez y jerarquías bien definidas, la organización líquida busca adaptarse con mayor rapidez a los cambios, permitiendo una gestión más flexible y eficiente.
Este enfoque de organización líquida no es un fenómeno puntual o aislado, sino que encuentra respaldo en diversas teorías sociológicas y económicas. En la década de los noventa, el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman desarrolló esta perspectiva en diferentes trabajos, que culminaron con la publicación de su obra Modernidad líquida, argumentando que en la sociedad contemporánea los modelos fijos y permanentes han sido reemplazados por estructuras más dinámicas y cambiantes. Aplicado al ámbito empresarial, esta idea ha cobrado relevancia en un entorno donde la digitalización y la globalización han transformado las reglas del juego. Bauman es para el cooperativismo, salvando las distancias, lo que Adam Smith al capitalismo en el sentido de creación de un paradigma.
En el caso de Caixa Popular, la organización líquida se traduce en una estructura interna que favorece la adaptabilidad y la colaboración. Dentro de la entidad, existen equipos especializados que trabajan en áreas estratégicas como las Especialidades, los Sectores, la mejora continua, el pilotaje y la facilitación de procesos. Además, los grupos de escucha activa han sido clave en la identificación de oportunidades y desafíos, asegurando que la toma de decisiones esté alineada con las necesidades del mercado y de los propios trabajadores.
La descentralización del liderazgo y la incorporación de actores líquidos en la gestión persiguen permitir una mayor autonomía de los equipos, favoreciendo una cultura organizativa basada en la confianza y el compromiso mutuo. Y todo ello, en paralelo de las estructuras habituales de la organización, enriqueciéndolas. Este enfoque busca mejorar la productividad y la satisfacción laboral, contribuyendo al crecimiento sostenido de la cooperativa.
Por otro lado, Caixa Popular ha sabido integrar este modelo con una visión empresarial que apuesta por la sostenibilidad y el desarrollo local. A diferencia de otras entidades financieras que priorizan la expansión internacional y la maximización de beneficios a corto plazo, Caixa Popular mantiene un enfoque arraigado en la Comunitat Valenciana, apoyando a pequeñas y medianas empresas y promoviendo iniciativas que benefician a la comunidad. Su compromiso con el desarrollo económico comarcal es una de las razones por las que ha logrado consolidarse como una entidad de confianza para miles de ciudadanos y emprendedores que perciben un valor de marca único.
Además, esta filosofía empresarial no solo busca impactar en la gestión interna de la cooperativa, sino que también quiere generar un efecto positivo en la percepción del público. Ambos mundos, el de la empresa cooperativa o el de la empresa capitalista pueden, y deben, interesarse por la medición del Brand Equity, término desarrollado por Kotler y Keller, y que nos permite aproximar la medición del valor de marca que el mercado recibe de una organización. Buffett es muy consciente de la importancia del valor y su medición, un concepto que heredó de Graham y que en el que sigue presentándose como una referencia.
Miquel Vicent Boix Domingo es profesor del departamento de Economía y Empresa de CEU UCH