A estas alturas de marzo, hace cinco años la ciudadanía ya empezada a percibir que ese virus que venía de China no era como otras veces, como el asunto aquel de “las vacas locas” o “la gripe aviar”. Empezamos ya a pensar que la cosa iba en serio y comenzábamos a plantear términos poco utilizados hasta la fecha sobre contagios masivos o cerrar colegios.
Se cumplen cinco años desde que vivimos aquella experiencia como comunidad. En muchas ocasiones, entonces y ahora, me acordaba de las historias de la guerra que contaban mis abuelos, del hambre que se pasaba, del miedo, de cómo a pesar de vivir en medio de un conflicto bélico tan terrible como es una guerra civil, intentaban hacer vida más o menos normal, no tenían otra. Siempre me sorprendía que aquellas personas hubieran vivido algo tan difíciles y me preguntaba cómo lo lograron, cómo era su vida cotidiana si te levantas por la mañana en un país en guerra y no eres militar. ¿Qué haces, qué piensas, cómo vives?
Mi abuela le restaba importancia a estas preguntas, me miraba con cara de “si yo te contara” y no tenía muchas ganas de recordar. Me resultaba curioso y nos reímos mucho de ellos, ahora, que de aquellos años de pasar tanta hambre se le quedó la costumbre de contar cuantas porciones de comida había en la mesa y no se comía ni una más de las que le tocaban.
Sacábamos una bandeja de chuletas a la mesa, mientras seguían en la parrilla haciéndose más y ella decía “toquem a ca tres”, y de ahí no la sacabas.
Somos una generación, cada uno con la edad que le tenía, que hace cinco años vivimos casi tres meses encerrados en nuestras casas temiendo a un enemigo invisible. En ese tiempo en casa, aquellos que estuvieron, tuvieron tiempo de hacer pasteles, seguir clases de gimnasia online y pensar mucho mucho sobre qué tipo de vida querrían tener cuando se pudiera salir.
Los sanitarios, los cuerpos y fuerzas de seguridad, la gente que trabajaba en alimentación y servicios esenciales y aquellos que tuvieron que seguir saliendo a la calle cada día me temo que tuvimos menos tiempo para pensar aquellos días. Parecía una historia distópica y estos días hemos vuelto a ver esas imágenes de lugares turísticos emblemáticos que durante unos meses estuvieron absolutamente vacíos.
A veces vuelvo a ver las declaraciones de aquellos días y pienso que los que salían en la tele informándonos sobre qué debíamos hacer y qué no, estaban tan cagados como los del otro lado de la pantalla. Los médicos, la policía, los políticos, claro, incluso los expertos… estaban como todos nosotros, pero a ellos les tocó hacer algo. Menudo papelón, con lo fácil que era criticarlos desde el balcón.
Y decíamos aquello de saldremos mejores, aprenderemos de lo ocurrido etc. etc. Creo que en un vistazo superficial, podemos creer que nada ha cambiado. Peor si rascamos un poco podemos comprobar que sí.
Conozco gente que al terminar la pandemia le dio un cambio total a su vida. Bastantes más de las que pensamos, y sobre todo relacionadas con el tema laboral. También, y me lo recordaba esta semana una política ilicitana, si siempre hemos sido de terrazas y aire libre, aquel encierro nos lo ha acuciado y, al menos en esta zona del mundo, hacemos mucha vida en la calle, lo hacíamos antes y ahora mucho más. También viajamos más, ya no solo viajes como lo que entendemos por viajes, sino más bien escapadas del tipo, lo hago ahora, no sea que más adelante no pueda.
Otra reflexión que a mí me trae todo lo vivido, cinco años después, es que nuestra vida se enmarca en un periodo concreto de 90 años, si quieres, pero la historia de la humanidad tiene millones de años y el ser humano es lo que es hoy por todas esas pandemias, guerras, terremotos, hambrunas, inundaciones, meteoritos y todo lo que nos ha ido ocurriendo en este tiempo. Y lo que tengo claro es que la supervivencia de la humanidad pasa por que trabajemos a una, como las hormigas. Pero esto no quiere decir estar todos de acuerdo y hacer lo mismo. Eso es imposible, ya lo sabemos, pero si tener dos o tres cosas claritas si queremos sobrevivir como especie.
Estos días he hablado sobre todo esto con muchas personas y aunque es verdad que somos de olvidar fácil, como le pasaba a mi abuela que ya no se acordaba de cómo vivía cada día durante la guerra, también como a ella, se nos han quedado cosicas. Les invito a descubrir las suyas…