La selección de la información por los medios de comunicación influye sobre la relevancia que otorgamos a las cosas que ocurren. Pero el sesgo también puede ser propio; por ejemplo, cuando escogemos la lectura o audición de una noticia según cuál sea su temática y cercanía o el encaje de su contenido en nuestros prejuicios y preferencias culturales. Más difícil resulta entender la ausencia o débil presencia de hechos que, siendo llamativos, se reflejan con dificultad en los medios y tampoco parecen merecer gran interés para la opinión pública: cosas de las que se habla poco, como las que, a modo de ejemplo, se mencionan a continuación.
1. En el espacio de las contradicciones que surcan el amplio espacio público, pocas son tan notorias como las que surgen entre quienes se consideran católicos piadosos y, simultáneamente, defienden con beligerancia determinadas políticas que niegan el cambio climático o abogan por la expulsión de inmigrantes.
El choque entre la religión y estas políticas es más notorio, si cabe, cuando se repasan los discursos y textos elaborados por los Papas Francisco y León XVI, en los que se establece la posición oficial de la Iglesia. No importa: cuando las palabras de los Papas no interesan, algunos píos ciudadanos olvidan aquello de “amarás a tu prójimo como a ti mismo” en lo que atañe a los inmigrantes y se revisten de negacionistas del cambio climático…para mayor gozo de países petroleros como los del Golfo, - Kuwait, Arabia Saudita, Baréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos-, en los que, como es bien sabido, “existe” democracia plena, igualdad de derechos y obligaciones entre hombres y mujeres y una libertad de prensa y culto que es la envidia del mundo entero.
¿Cómo se concilia desobedecer o desacreditar las posiciones papales y defender prácticas climáticas a favor de energías fósiles? ¿Cómo se concilia rechazar a parte de los inmigrantes por su lejanía cultural (léase religión) y revolotear gozosos entre quienes, con las mismas creencias, nadan en oro, aunque sea negro?
No, no se habla lo deseable de todo esto, ni siquiera por parte de nuestros obispos, pese a que la respuesta es evidente: la culpa de los inmigrantes es su pobreza. Si dispusieran de una chequera generosa, quienes ahora les desprecian serían los primeros en servirles de palmeros.
2. Tampoco es motivo de gran discusión pública el creciente papel que están asumiendo los usuarios y consumidores al contribuir, sin comerlo ni beberlo, al aumento de beneficios de las empresas tecnológicas, bancos y otros sectores que han reducido plantillas, trasladando a la ciudadanía tareas que, previamente, realizaban sus trabajadores. Pasando del pasado al presente, pensemos en la digitalización de las operaciones financieras, la organización de viajes, la contratación de seguros, la búsqueda de trabajo y tantas otras actividades en las que era una presencia humana real la que nos atendía y procuraba soluciones. Un desequilibrio en contra de consumidores y usuarios que se intensifica cuando, a continuación, se comercia, -monetizar es la palabra de moda-, con los datos que proporcionamos.
No se discute que puedan hallarse ciertas ventajas en la reconversión digital de los anteriores servicios; pero ¿han tenido influencia, a igual nivel de calidad, sobre los precios que pagamos? ¿Alguien abona a los usuarios el peaje de obtener un móvil y le compensa lo que corresponda de las tarifas de luz e Internet?
A los anteriores costes económicos se suman los costes sociales derivados de la pérdida de capital relacional. El establecimiento físico es un nodo de relaciones humanas, un vivero de posibles contactos e interacciones que nos permite dialogar con conocidos y añadir a desconocidos al intercambio de micro-información y opiniones.
Por el contrario, la defensa del establecimiento digital se sitúa en la ganancia de tiempo que proporciona y en la opción de emplearlo para el ocio; pero ¿realmente es suficiente justificación? La duda es más que razonable cuando el ocio está adoptando formas que también contribuyen al aislamiento de las personas: el hogar es donde el tiempo libre pasa a ser secuestrado por plataformas que nos alejan de cines, teatros, estadios deportivos, bibliotecas y parques. Un enclaustramiento del ocio que ofrece amplias y jugosas oportunidades de comercialización a cambio de experimentar un ocio que abunda en nuestro aislamiento.
Se cierra así el círculo con varias consecuencias; achatar la libertad de elección de usuarios y consumidores, erosionar su propensión a socializar y reducir las oportunidades de dialogar y opinar sin los sesgos inducidos por las redes sociales. No, no se habla mucho de esto.

- Varios periódicos de papel amontonados.
- Foto: ILLINOIS LIBRARY
3. En las administraciones públicas existe un régimen de incompatibilidades teóricamente severo, en particular para los grupos de funcionarios de mayor nivel de responsabilidad. Podrá el lector preguntarse qué sucede con esta prevención que, como mínimo, busca dos fines: evitar conflictos de interés entre la actividad pública y una segunda profesión privada y propiciar una distribución más justa del empleo entre la población.
Pese a ello, la dación de cuentas sobre las incompatibilidades permanece alejada de la transparencia. Y, en cuanto a su contenido material, lo más frecuente suele ser la dispensa para ejercer de profesor asociado en la universidad. Y no pidamos mucho más, porque, en la práctica, no existen recursos para vigilar el cumplimiento de las incompatibilidades. Ni siquiera el valor de reconocer que la aparente ejemplaridad de la medida no pasa de ser una cortina de humo. Bufetes, despachos, estudios y otros lugares gozan del trabajo del funcionario, oculto tras el falseamiento de su firma en dictámenes, estudios y proyectos. Una suerte de estraperlo profesional del que se habla bien poco.
4. Su importancia económica no resulta excesiva, pero levanta cierta perplejidad la presencia de algunos jueces, fiscales, abogados del Estado e inspectores fiscales en la preparación de oposiciones a sus respectivos cuerpos, que no rinden cuenta a Hacienda de los honorarios percibidos. Es cierto que estos funcionarios, expertos en la materia que imparten, contribuyen a la mejor formación de los opositores; pero lo que causa repulsa es el empecinamiento de algunos en ocultar al fisco estas activades que complementan su salario público. En particular, cuando son ellos quienes inspeccionan, acusan y condenan a los demás ciudadanos si incurren en incumplimientos ante el fisco.
Ligada a esta contradicción, que cuestiona la ética de los implicados, surge la segunda: el conservadurismo del proceso de oposiciones, con un método de estudio memorístico que elude una mayor presencia de ejercicios prácticos y de razonamiento. Todo ello en beneficio, entre otros, de ciertos preparadores que no desean dedicar demasiado tiempo a reciclarse en nuevas rutas, aunque resulten más provechosas para el interés general. Una vez más, de estas cuestiones no se habla demasiado.
En su conjunto, los relatados son asuntos que no flotan sobre la superficie del diálogo público pese a sus implicaciones sociales y éticas. Posiblemente, es esto, un silencio con pocas excepciones, lo que interesa a quienes se benefician de su existencia.